FILADELFIA – El policía Mariano Santiago nunca olvidará la noche del 30 de octubre de 2,007. Esa es la noche en que la bala de un asesino le pudo haber quitado la vida, pero vivió para contar la historia.

«Todavía siento el dolor (en el hombro) especialmente en la noche», dijo Santiago, quien cree firmemente que sobrevivió debido a la intercesión y la protección de su santo favorito.

él es uno de un número de oficiales de policía que serán honrados por su valor el 21 de octubre en el Museo Nacional de la Libertad en Filadelfia. La ceremonia se suponía que se celebrará del 11 de sep- tiembre, pero se pospuso debido al funeral de Isabel Nazario, una de cuatro policías que han muerto en el cumplimiento de su deber este año pasado.

Santiago, que nació en Puerto Rico, vive en el extremo noreste de Filadelfia, pero es miembro de la parroquia Encarnación de Nuestro Señor en el norte de la ciudad. él ha sido policía por 19 años, trabajando en el destacamento de tráfico durante los últimos diez.

Esa noche hace un año, a las 10:25 p.m. Santiago estaba en su ronda cerca de las calles 33 y Market cuando llegó la llamada de radio. Tres personas fueron tiroteadas en frente de un restaurante en la Calle 15 y Samson, y creían que un sospechoso huía del local en un Chevy Suburban de color oscuro.

Respondiendo a la llamada, Santiago se fijó en un automóvil que iba en vía contraria y sin luces por la Calle Market. El policía encendió sus luces intermitentes y avisó por radio que seguía al posible sospechoso. En las calles 22 y Sansom el auto que Santiago perseguía se detuvo de repente -tan de repente que el vehículo de Santiago lo chocó. El sospechoso saltó de su automóvil, disparando en su dirección, y aunque Santiago se agachó, una bala lo hirió en el hombro. Dos balas más desgarraron el reposacabezas de su vehículo.

A pesar de su herida, Santiago subió la cabeza y disparó un solo tiro a través de su parabrisas hacia el sospechoso -que en esos momentos huía hacia el oeste. Santiago persiguió al sospechoso unas cuatro cuadras hasta que llegó a ayudarlo otra patrulla. Al ver que Santiago estaba herido, el policía quería llevarlo de inmediato al hospital.

«Le dije ‘No. Tome la Calle 24 y siga a ese tipo», recordó Santiago. Así lo hizo, pero antes de poder capturar al sospechoso, ese se echó en el Schuykill. Cuatro horas más tarde, se encontró el cadáver flotando en el río.

Según los investigadores era un asesino a sueldo, contratado para asesinar a dos de las tres personas a quienes dejo heridas en frente del restaurante. Ninguno de los tres murió.

Santiago pasó tres días en el hospital y, un año después del incidente, todavía lleva la bala en su hombro. Aún no ha podido regresar al trabajo, pero está decidido a hacerlo.

«Esta es mi profesión, me encanta hacer lo que hago y no puede cambiar eso», dijo.

Este no ha sido el primer roce con el peligro para Santiago. En 1996 se vio envuelto en otro tiroteo, y en otra ocasión resultó herido cuando su carro policiaco se volcó.

Lo peligroso es su trabajo lo entiende muy bien su esposa, Rosa, y también sus hijas Jacqueline y Melanie.

«Se asustan, tienen miedo por mí. Cuando alguien le da un tiro a un policía, ellas saben que podría ser yo», dijo.

«Pero mi esposa cree que el Señor me bendice y que él estará siempre acompañándome – él dice.

Yo rezo y voy a la iglesia todos los días. Tengo un tatuaje de san Miguel Arcángel en mi brazo izquierdo. Creo que fue él quien esa noche me obligó a agacharme. Tiene una espada en su mano derecha, la bala entró por su mano izquierda, y fue a dar a mi omóplato.

Creo que él estaba allí conmigo esa noche -dijo Santiago. Soy uno de sus soldados y tengo motivo para estar aquí».