La Hna. RUTH BOLARTE

Probablemente, la mayoría de nosotros hemos tenido el corazón roto. Parte de ser humano es que le rompan a uno el corazón. Cuando estamos heridos, existe la tendencia de encerrarnos en nosotros mismos para protegernos ante la posibilidad de más dolor. A medida que cerramos nuestros corazones, podemos caer en el cinismo, el entumecimiento y el aislamiento. La paradoja es que las mismas barreras que construimos para protegernos, también actuarán como barreras que nos impiden amar y sentirnos amados. Muy a menudo, estas heridas no resueltas nos llevan a herir a otros-incluso inconscientemente.

Vivir con un corazón abierto significa que podemos estar en nuestros momentos más bajos, abandonados incluso por los amigos, y todavía permanecer receptivos hacia el otro sin actuar fríamente o buscar revancha. Un corazón abierto no se endurece o se cierra a pesar del dolor. En medio del desencanto, escogemos continuar conectados con las personas-escogemos permanecer vulnerables. Toma mucho valor ser vulnerable y abierto a la posibilidad de ser herido cuando hemos sido lastimados en el pasado. Sin embargo, si nos quedamos atascados en el que parece ser el lugar «protegido»dentro de nuestra barricada, estamos escogiendo la muerte.

Ser vulnerable es parte de ser una persona humana. Solamente cuando nos enfrentamos con nuestra propia vulnerabilidad, podemos apreciar la vulnerabilidad de Jesús en el inicio de la vida en la Encarnación y al final de la vida, como la conocemos, en la cruz. En la Encarnación y la cruz, el Hijo de Dios adoptó nuestra condición humana y abrió su corazón para acoger todas nuestras penas y gozos. Durante el Triduo Pascual celebramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús-el misterio pascual. Por medio del amor del Sagrado Corazón de Jesús, el sufrimiento, la injusticia y últimamente la muerte son transformados en vida nueva. Nuestro bautismo nos hace partícipes en la muerte y resurrección de Jesús. Como sus discípulos, estamos llamados a enfrentar la vida a través del lente del misterio pascual.

Es sólo entonces que un corazón herido se transforma en un corazón confiado que disipa la muerte y se abre a la nueva luz y vida.

El poder de un corazón abierto nos permite animar a otros a hacer lo mismo-enfrentar todas las circunstancias de la vida con «ojos pascuales». Una historia antigua judía cuenta el relato de un estudiante que le pregunta al rabino, «¿Por qué el Tora nos dice que pongamos “estas palabras sobre sus corazones”? ¿Por qué no nos dice que pongamos estas palabras santas en nuestros corazones»? El rabino contestó, «Es porque como somos, nuestros corazones están cerrados, y no podemos colocar las palabras santas en nuestros corazones. Así es que las ponemos sobre nuestros corazones. Y permanecen ahí hasta que un día, el corazón se rompe y las palabras caen dentro».

Durante este tiempo de cuaresma, que la gracia de Dios abra ampliamente nuestros corazones porque solamente los abiertos corazones rotos pueden transformarnos, a nosotros y al mundo.

La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.