Por Hna. Ruth Bolarte, I.H.M.

Unas semanas atrás, tuve la oportunidad de compartir acerca de nuestra «llamada» al ministerio y al servicio con un grupo de jóvenes participando en un curso de liderazgo para jóvenes católicos hispanos: Misión de aprender y pasión para servir.

Luego de presentar las enseñanzas sociales católicas y nuestra responsabilidad para involucrarnos en asuntos de la sociedad, uno de los jóvenes manifestó con gran conmoción su desacuerdo con la ética de algunas de las propagandas en los medios de comunicación y que alguien debería de hacer algo al respecto.

Le respondí, calmadamente, «Y por qué no eres tú ese “alguien” que haga algo al respecto?» Como miembros bautizados en la Iglesia católica, «estamos llamados por Dios a contribuir a la santificación del mundo desde adentro» (LG, no. 41).

Diariamente se nos presentan oportunidades para el servicio y el liderazgo-dos conceptos que están muy conectados. Sabemos de muchas personas quienes han tomado iniciativas para hacer una diferencia en las vidas de aquellos a su alrededor en lugar de quejarse de que no hay liderazgo o de esperar a una «llamada» a la acción. Hay hombres y mujeres que han decidido «hacer algo» a través de sus preguntas, de su proclamación de valores, al capacitar a otros, organizar grupos….el liderazgo toma muchas formas.

Por medio de los sacramentos de iniciación: bautismo, Eucaristía y confirmación, somos colaboradores en la misión de la Iglesia en la salvación del mundo. En el poder del Espíritu Santo es posible para cada cristiano asumir diferentes ministerios y formas de servicio por el bienestar de todos (Christifideles Laici, no. 20). Nuestro don puede ser nuestro conocimiento, experiencia, presencia, valores, o el corazón. Puede ser simplemente nuestra curiosidad y apertura a hacer las preguntas que nadie quiere hacer.

En mi ministerio como religiosa he sido inspirada y fortalecida por los muchos hombres y mujeres laicos que con tanta generosidad ofrecen de sus talentos y carismas al servicio de la Iglesia. En medio de sus muchas ocupaciones de trabajo y familia, se dan el tiempo para enseñar la fe, organizar grupos juveniles, coordinar liturgias, organizar eventos comunales. Este ministerio y servicio a veces es remunerado o voluntario-pero siempre dando lo mejor de sí mismos. Mientras continuamos trabajando y rezando por las vocaciones al sacerdocio, al diaconado, y a la vida consagrada, también reconocemos que Dios nos está bendiciendo con vocaciones laicas al ministerio. Nuestro bautismo nos llama al discipulado con diferentes expresiones en el clero, profesiones del que no está ordenado, voluntarios-todos trabajando juntos en construir la Iglesia de Cristo.

La próxima vez que nos preguntemos: ¿Alguien debe de hacer algo al respecto? Por qué no preguntarse a sí mismo, ¿por qué no yo?

La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.