El 11 octubre del 2012 comenzó el año de la fe.  Un año dedicado a afirmar nuestra creencia en Jesucristo Nuestro Salvador y a profundizar nuestra doctrina en la Iglesia.  Al comenzar esa fecha, el Santo Padre nos invita a regresar a las enseñanzas de la Iglesia, en especial al Concilio Vaticano Segundo, una reunión de los obispos de todo el mundo en 1962.  Es un Concilio rico en enseñanzas bíblicas,  e hizo cambios litúrgicos en la Iglesia, por ejemplo, nos dio la oportunidad de utilizar la lengua común en las celebraciones de la Iglesia.

Creo que es importante hacerse la pregunta, ¿qué es la fe? Y al responder tenemos que decir que la fe es más que creer en lo que no vemos.  Para los cristianos la fe es creer en lo que se nos ha revelado.  Para el creyente, la fe es poner nuestra confianza en Dios.  Por revelación sabemos que Dios es nuestro creador, que siempre es fiel (Deut. 7:9), compasivo, que es la roca de nuestro refugio (Sal 18:2), y es nuestro salvador.  Es en éste ser vivo en quien la persona de fe pone su confianza.

En muchas de las narraciones evangélicas, cuando las personas se acercan a Jesús, llegan con una fe firme que Dios manifestará su poder respondiendo a sus peticiones.  Ellos han escuchado que Jesús hace maravillas y vienen ya con un corazón abierto para que Dios haga la obra.  Jesús termina diciendo, “tu fe te ha salvado” (Mc 10:52) o en otros casos, “tus pecados te quedan perdonados” (Lc 5:20).  Es la fe en Cristo que nos da la salvación (Rom. 3:22).

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Querido pueblo, al afirmar nuestra fe en Cristo, estamos reconociendo que Él ha hecho grandes cosas en nuestra vida y con firmeza decimos, Él nos ha redimido.  Ante esta revelación, lo único que nos queda es estar agradecidos por tener tal Salvador.  La gratitud cubre muchos aspectos de nuestra vida:

En primer lugar estamos agradecidos por el gran regalo del Amor; sabemos que por amor Dios creó todo lo que existe y por amor nos salvó.  Este amor se ha derramado en nuestras vidas y lo único que tenemos que hacer es corresponder a ese amor.  Dios es Amor.  Él nos ha amado primero y nos invita a que vivamos una vida llena de amor.

El cristiano tiene muchos motivos para vivir agradecido.  Tenemos un Dios que nos ama y tenemos un Dios que es fiel a sus promesas.  Las promesas que hemos recibido de Jesús son de vida eterna.  El cristiano que pone su fe en Jesús, sabe que hay un lugar en el cielo preparado para él o para ella; por Jesucristo somos herederos de gozar eternamente en el cielo.

En este mes en que celebramos el Día de Acción de Gracias, cuando un grupo de indios nativos se acercaron para apoyar a un grupo de inmigrantes que estaban muriendo de hambre y de frio, es un tiempo de compartir y de estar agradecidos por todos los que nos bendicen y apoyan en el camino.  Para los cristianos, esta fiesta, nos hace recordar y dar gracias a la Santísima Trinidad.  Nos regocijamos en Nuestro Padre celestial que nos ha creado; en Jesucristo que nos amó hasta el extremo dando su propia vida para que nosotros la tengamos en abundancia; y en el Espíritu Santo que nos da la fortaleza de vivir una vida en agradecimiento por todo lo que Dios hace en nuestras vidas.

Amadísimo pueblo en este año de la fe tenemos la oportunidad de profundizar en nuestro credo.  Les invito a redescubrir nuestra fe, que nos hace ser hijos de Dios y a dar testimonio de aquél en quien creemos.  Hoy más que nunca, necesitamos poner nuestra confianza en nuestro Dios que nos ama, nos conoce, nos guía, nos salva, y quiere compartir con nosotros su abundante gracia aquí en la tierra y por toda la eternidad.

¡Les deseo muchas bendiciones!

En Cristo, nuestro Señor y Salvador,

Fr. Marvin