Diciembre es cuando la Iglesia comienza un nuevo año litúrgico y hay dos momentos fuertes al iniciar este año litúrgico que nos ayudan a tener «abierta la puerta de la fe» (cf. Hch. 14, 27): Adviento y Navidad.

Adviento es un momento ideal para contemplar la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, cuando El venga a establecer su reinado definitivamente.  El pueblo, con gozo, espera la venida triunfante de nuestro salvador.  Por medio de la Sagrada Escritura, el pueblo de Dios, es motivado a examinar su corazón y a purificarlo, todo en preparación para la venida gloriosa de Jesús.  La Palabra de Dios habla de estar con la cabeza en alto, despiertos, en vela y listos para cuando venga el Señor.  Claro que en esta ocasión, la venida de nuestro Salvador es su nacimiento y nos invita a preparar nuestro corazón.

Por lo tanto es un tiempo ideal para acercarnos más a Dios por medio del sacramento de la reconciliación.  El Santo Padre nos motiva a, “Suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.”

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Es importante hacer un examen de consciencia para ver en que hemos ofendido a Dios y al prójimo.  Reconociendo nuestras faltas, nos acercamos al sacramento de la reconciliación con un corazón arrepentido.  Y en este encuentro con Dios, recibimos muchas bendiciones: nuestros pecados son perdonados y recibimos sanación y fortaleza para continuar en el camino de la salvación.

La reconciliación es un acto de fe.  “Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.”  Con fe nos preparamos para la venida del Señor Jesús.

Después de este tiempo de espera, llega la Navidad, el nacimiento de nuestro Salvador.  Es un tiempo de gozo porque nos encontramos con el Hijo de Dios, «que inició y completa nuestra fe» (Hb. 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano… todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.”

En el tiempo de la navidad recordamos la intervención de Dios en el mundo: hay cambios visibles: el pobre tendrá alimento, habrá cambios en las estructuras sociales donde levantando al desvalido y habrá paz verdadera.  El profeta Isaías nos recuerda, “Lo llamaran Príncipe de Paz” (9:7).  Si queremos paz necesitamos lucha por al justicia y justicia es darle a Dios lo que es de Él.

En este tiempo que meditamos sobre el nacimiento de Jesús, nos encontramos con su madre.  María, como modelo del cristiano, tiene mucho que enseñarnos.  María es una joven de mucha fe, “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc. 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7).

Este encuentro con la madre de nuestro salvador es para edificarnos con su ejemplo y para acercarnos mas a su hijo.  La misión de María es que conozcamos al redentor del mundo.

Este es un momento tan importante para descubrir nuestra fe y reafirmarla.  En esta Navidad, el mundo nos pide cambios y nuestros seres queridos también.  Sé que muchos están pendientes en que van a compra y que regalo van a compartir.  Creo que nuestros niños se merecen lo mejor.

Es por eso que la purificación es importante en el Adviento para poder compartir algo significante con nuestros seres queridos.  Es importante que busquemos virtudes como: la fe, la esperanza, el amor, la confianza, la fortaleza y poder compartir lo que somos con los demás, en especial los más necesitados.

Esta navidad puede ser diferente si nos preparamos de corazón y recibimos a nuestro salvador.  Que el Niño Jesús nos ampare con su amor y que el gozo de su nacimiento traiga la paz que buscamos. (notas de la Carta de apertura al Año de la Fe).

Muchas bendiciones en esta Navidad y un prospero Año Nuevo.