Moises Sandoval

Los que apoyan el movimiento Provida marcharon en Washington recientemente, otra vez durante la fecha que reconoce el aniversario de la decisión Roe v, Wade, cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos legalizó el aborto. Simbolizando la muerte, participantes se acostaron en la acera fría frente a la Casa Blanca.

Conozco a varias personas que marchan cada año. Algunos participan en los varios ministerios de mi antigua parroquia en Croton-on-Hudson, Nueva York. Abordan autobuses en la madrugada para el viaje de 5, 6 horas a Washington y no regresan hasta la media noche. Mucho más se necesita para dar apoyo a una cultura de vida hoy día.

La hora noticiera “PBS Newshour” recientemente sacó un segmento sobre la lucha de matrimonios jóvenes donde los dos trabajan tiempo complete para sobrevivir. Paul Salmon, en narrador, dijo que Estados Unidos y Papua Nueva Guinea son unos de los únicos países en el mundo que no requieren permiso materno con sueldo pagado para que nuevas madres puedan cuidar a bebés recién nacidos. Aquí, en los EEUU, solo una en ocho madres recibe sueldo durante los primeros meses de maternidad, y solo en lugares como California o en compañías como Google.

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La Ley Familiar para Permiso Médico, promulgada en 1993, autoriza 12 semanas sin pago para nuevas madres pero sólo para las que trabajan en compañías con más de 50 empleados. No obstante, una madre quien pidió permiso bajo la ley le contó al reportero Salmon que fue muy difícil conseguir ese permiso. Además, tuvo que regresar a su empleo más pronto de lo planeado porque ella y su esposo necesitaban el sueldo para sobrevivir económicamente. Dijo que si hubiera sabido que difícil sería no hubiera optado por ser madre.

Cuidar a un bebé es sólo el primero de muchos desafíos que nuevos padres enfrentan. En los países industrializados, escribió el columnista Nicholas Kristof, del periódico The New York Times, 70 por ciento de niños de tres años van a la pre-escuela, pero en los Estados Unidos solo el 38 porciento.

“En América, subsidiamos aviones, jet privados, grandes bancos y fondos de bolsa compensatoria”, escribió Kristof. “¿No tendría más sentido subsidiar a los niños”?

Mi esposa y yo nos casamos en los 1950s y dimos vida a seis hijos. Recibía sólo $100 por semana como reportero para el periódico Tribune en Albuquerque, Nuevo Mexico. El sueldo lo complementaba con ingresos de fotógrafo autónomo y mi pago por servicio militar en reserva. Mi esposa no tuvo que trabajar tiempo completo.

No nos preocupábamos por mantener a otro niño. Tenía seguro de salud en mi empleo principal para pagar los costos prenatales y del hospital. Hoy es distinto. Cuesta hasta $30,000, y más. tener un hijo. Me sorprendió recientemente que tiempo pagado cuando uno esta enfermo no es garantizado en el trabajo estos dias. Siempre lo teníamos.

Kristof refuerza mi sentido de que los tiempos entonces eran mejores: “Los Estados Unidos la llevo a cabo brillantemente en los primeros tres cuartos del siglo veinte, con los ingresos y la educación mejorando y la desigualdad estable o desvaneciendo — y la ganancia compartida entre los pobres y ricos”.

Pero la “mañana en América” de Ronald Reagan fue un crepúsculo conduciendonos a la oscuridad de estancamiento y desigualdad, dice Kristof.

La economía crece pero sólo los ricos benefician. El ingreso mediano de la familia casi no ha mejorado desde 1970, y la típica familia canadiense parece estar mejor que la estadounidense, Kristof escribió.

Si deberás nos preocupamos por el futuro de nuestra patria, y una cultura de vida, hay que marchar a Washington vez tras vez, literalmente y metafóricamente, demandando permiso pagado por maternidad, aumento del sueldo mínimo para que los jóvenes puedan tener hijos, permiso pagado, para todos, cuando estamos enfermos, y leyes y pólizas que reduzcan la desigualdad.

Los seres humanos son nuestro recurso más grande.