Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

Mi columna de esta semana es una colección de comentarios personales. Léala como pensamientos de un hermano en la fe, no como las enseñanzas de un arzobispo.

Las campañas presidenciales típicamente, en un año electoral, se ponen verdaderamente en marcha después de Labor Day. Pero el 2016 es un año en que dos prominentes católicos –el actual vice presidente y el candidato a la vicepresidencia de su partido— ambos parecen públicamente ignorar o inventar el contenido de su fe católica sobre la marcha. Y mientras tanto, ambos candidatos para la residencia principal de la nación, la Casa Blanca, tienen defectos extraordinarios.

Esto es deprimente y liberador al mismo tiempo. Deprimente, porque es prueba de cuán polarizado el país ha llegado a ser. Liberador, porque para el votante honesto, es mucho más fácil este año ignorar los cantos de lealtad tribal rutinarios de ambos campos, el demócrata y el republicano. He sido un independiente registrado durante mucho tiempo y nunca más feliz que en esta temporada electoral. Ambos candidatos principales son —¿cuál es la palabra correcta? tan problemáticos– que ninguno es claramente mejor que el otro.

Como la revista Forbes señaló hace unos meses, el valor del candidato republicano es aproximadamente $4,5 billones. El del candidato demócrata es aproximadamente $45 millones. Compare eso con el hogar estadounidense promedio, que vale unos $144.000. El ingreso promedio es aproximadamente $56.000 en Estados Unidos. Ninguno de los dos candidatos principales vive en un lugar cerca del sistema solar donde la mayoría de los estadounidenses vive, trabaja y cría a sus familias. Sin embargo, se nos pide que confiemos en ellos.

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Eso es pedir bastante. Un candidato —en la opinión de mucha gente— es un excéntrico empresario de ética defectuosa cuya grandilocuencia y bufonería lo hace inconcebible como presidente. Y el otro   –en la opinión de mucha gente, debe estar bajo causa criminal. El hecho de que ella no lo está –una vez más, en la opinión de mucha gente— demuestra el principio en la obra de Orwell, La granja de los animales, que «todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros».

Entonces ¿qué vamos a hacer en este ciclo electoral como votantes católicos? Tenga en cuenta que por «católico», me refiero a las personas que toman su fe en serio; las personas que realmente creen lo que la fe católica sostiene como la verdad; las personas que la ponen primero en su lealtad, pensamientos y acciones; las personas que someten sus vidas a Jesucristo, a la Escritura y a la dirección de la comunidad de fe que conocemos como la Iglesia.

Alguien más que reclame la etiqueta católica se está simplemente engañando a sí mismo —y más importante aún —, engañando a otros.

Los obispos americanos ofrecen valiosa asesoría en su documento Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles (disponible en USCCB) y este año especialmente, nos piden orar antes de que votemos. Esto es apenas «noticia» nueva. La oración siempre es importante. En un año cuando cada votante católico debe elegir entre opciones con profundas fallas, la oración es esencial. Y oración implica más que el murmullo de un Ave María antes de que tiremos de la palanca de la cabina de votar por aquel al que veamos como el menor de dos males. La oración es una conversación, un compromiso del alma con Dios. Se trata de escuchar la voz de Dios y educar nuestra conciencia.

Es absurdo —de hecho, es blasfemo —, el asumir que Dios tiene preferencia por un partido político en un año electoral. Pero Dios, por su naturaleza, está siempre preocupado por el bien y el mal y lo que escogemos entre los dos. Para los católicos, ningún asunto político o social es aislado. Pero tampoco no todos los asuntos apremiantes son iguales en su importancia fundamental o gravedad. El derecho a la vida sirve de fundamento a todos los demás derechos y a todo progreso social genuino. No se puede pasar por alto o situar en un determinado contexto en nombre de otros «derechos» o prioridades sin prostituir la idea total de la dignidad humana.

Dios nos creó con buenos cerebros. De ahí se deduce que él nos hará responsables de pensar profunda y claramente, de ordenar correctamente los factores que nos guían, antes de actuar políticamente. Y sin embargo la vida estadounidense moderna, desde sus medios de comunicación social generalizada que a menudo se asemejan a una mobocracy (control político de las masas), hasta la catequesis incesante del consumo en nuestros televisores, parece diseñada para hacer lo opuesto. Parece determinada en convertirnos en ganado terco y distraído incapaces de tener dominio sobre nuestros propios pensamientos y apetitos. Pensar y orar requiere silencio, y la única manera que podemos conseguir silencio es decidir dar un paso atrás y desenchufarnos.

Este año, un montón de buena gente no va a votar por el presidente pero sí por los otros nombres en la boleta de su partido; o van votar por un candidato presidencial de un tercer partido; o no van a votar;  o van a encontrar un cálculo misterioso que les permitirá votar por uno u otro de los principales candidatos. Todavía no sé qué curso personalmente elegiré. Es un asunto adecuadamente reservado para la conciencia informada de cada ciudadano.

Pero sí sé algunas de las cosas que voy a estar leyendo de ahora a noviembre. La lista no es exclusiva ni extensa. Pero este año estos títulos particulares parecen especialmente urgentes:

  1. Vivir el Evangelio de la vida. Esta carta pastoral de 1998 de los obispos de Estados Unidos sigue siendo la mejor guía breve hasta ahora producida para la reflexión política de los católicos estadounidenses.
  2. Resurrecting the Idea of a Christian Society de R.R. Reno (Regnery) y It’s Dangerous to Believe: Religious Freedom and Its Enemies por Mary Eberstadt (HarperCollins). Estos dos libros son nuevos, importantes, una clave para comprender el actual momento de nuestra vida nacional y profundamente interesantes. Ellos necesitan ser examinados y ampliamente compartidos.
  1. Y por último dos ensayos por el ya fallecido, gran escritor checo, Václav Havel, Politics and Conscience y The Power of the Powerless. Ambos están recogidos en Open Letters: Selected Writings, 1965-1990 (Vintage Books). Havel no fue (a mi conocimiento) un creyente religioso, y escribió como un disidente durante la era de la represión del bloque soviético. Pero su compromiso con lo que él llamó «vivir en la verdad», y su comprensión y crítica de los puntos débiles en las sociedades occidentales como la nuestra –no sólo las marxistas– eran notables. Siguen siendo relevantes en este momento, hoy.

Los próximos meses determinarán la próxima década y más de la vida de nuestra nación. Debemos estar despiertos, necesitamos despejar nuestras cabezas del ruido de los medios de comunicación y tenemos que pensar tranquila y cuidadosamente antes de votar. Ninguno de nosotros puede darse el lujo de  vivir las próximas semanas en piloto automático.