Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

La historia está llena de grandes citas nunca dichas. Una de las mejores líneas viene de Vladimir Lenin. Él describió a los rusos progresistas, socialdemócratas y otros compañeros de viaje como «tontos útiles» –ingenuos aliados en la revolución a los que los bolcheviques inmediatamente aplastaron cuando tomaron el poder; o eso cuenta la leyenda.

De hecho, no hay ninguna evidencia de que Lenin realmente emitió esas palabras, al menos en público. Pero a nadie parece importarle; es una línea convincente y en cierto modo, totalmente cierta. Los ingenuos e imprudentes pueden fácilmente terminar siendo herramientas útiles en un conflicto mayor; o para enmarcarlo más generosamente, como inocentes útiles. El resultado es generalmente el mismo. Ellos son descartados.

La historia también está llena de comentarios desafortunados que realmente fueron dichos —como, por ejemplo, un reciente artículo de una revista con sede en Roma que ya, con razón, muchos han criticado. El artículo en cuestión de La Civiltà Cattolica,Evangelical Fundamentalism and Catholic Integralism in the USA: A Surprising Ecumenism” («El Fundamentalismo evangélico y el integralismo católico en Estados Unidos: un sorprendente ecumenismo», es un ejercicio de simplificación y presentación inadecuada de la naturaleza de la cooperación católica-evangélica sobre la libertad religiosa y otros temas clave.

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Los católicos y otros cristianos que se consideran progresistas tienden a desconfiar del debate acerca de la libertad religiosa. Algunos desconfían de ser una cortina de humo para la política conservadora; algunos lo ven como una distracción de otros asuntos urgentes; algunos se inquietan porque la cooperación de muchos católicos y evangélicos, así como de los mormones y muchos ortodoxos, puede hacer presión sobre el aborto a libre demanda, sobre la defensa del matrimonio y la familia y resistir los esfuerzos de LGBT para debilitar la protección de la libertad religiosa a través de las coercitivas leyes «antidiscriminación» SOGI (siglas en inglés de orientación sexual e identidad de género).

Pero trabajar por la libertad religiosa nunca ha impedido el servicio a los pobres; lo contrario es cierto. En América, la libertad religiosa de las comunidades religiosas ha sido siempre un semillero de acción social y ministerio a los necesitados.

La división entre las comunidades de fe católica y otras comunidades de fe a menudo ha sido profunda. Sólo el peligro real y presente podría unirlas. La cooperación entre los católicos y los evangélicos era bastante rara cuando yo era un joven sacerdote. Su actual ayuda mutua, el ecumenismo que parece preocupar a La Civilta Cattolica, es una función de preocupaciones compartidas y principios, no de ambición de poder político. Como un amigo evangélico dijo una vez, la idea total de la fe bautista va contra la integración de Iglesia y Estado. Los observadores extranjeros que quieren criticar a los Estados Unidos y su panorama religioso –y sí, siempre hay mucho que criticar— deben tener en cuenta este hecho; es bastante básico.

Descartar los ataques actuales sobre la libertad religiosa como una «narrativa del miedo» —como el autor de La Civiltà Cattolica lo describe curiosamente— podría haber tenido algún sentido hace 25 años; ahora suena voluntariamente ignorante. También ignora el hecho de que las guerras de cultura de Estados Unidos no fueron deseadas ni iniciadas por personas fieles a la fe cristiana constante. Así que es un tipo de sorpresa especialmente extraña cuando los creyentes son atacados por sus correligionarios simplemente por luchar por lo que sus Iglesias siempre han sostenido ser la verdad.

A principios de este mes, uno de los principales arquitectos y financistas del activismo de LGBT de hoy dijo públicamente lo que debería haber sido obvio desde el principio: el objetivo de al menos parte del activismo gay no es simplemente asegurar la igualdad para los homosexuales, sino «castigar a los malvados»– en otras palabras, para castigar a quienes se oponen a la agenda cultural de LGBT. No hace falta ser un genio para darse cuenta a quiénes podría incluir. Los conflictos actuales sobre la libertad sexual y la identidad implican una inversión casi perfecta de lo que significaba una vez para nosotros bien y mal.

Los católicos están llamados a tratar a todas las personas con caridad y justicia. Eso incluye a los que odian lo que creemos; exige una conversión del corazón; exige paciencia, valor y humildad. Necesitamos despojarnos de toda superioridad moral. Pero la caridad y la justicia no pueden ser separadas de la verdad. Para los cristianos, la Escritura es la Palabra de Dios, la revelación de la verdad de Dios, y no hay manera de suavizar o desviarse de la sustancia de Romanos 1:18-32, o cualquiera de las otras llamadas bíblicas a la integridad sexual y conducta virtuosa. Intentar hacerlo degrada lo que los cristianos siempre han afirmado creer. Nos reduce a herramientas útiles de aquellos que extinguirían la fe por la que muchos otros cristianos han sufrido y están sufriendo ahora, para dar testimonio completamente.

Es por eso que los grupos que luchan por la libertad religiosa en nuestros tribunales, legislaturas y en la arena pública —distinguidos grupos como la Alliance Defending Freedom y Becket (anteriormente el Becket Fund for Religious Liberty) son héroes, no «odiadores».

Y si sus esfuerzos llaman a católicos, evangélicos y a otras personas de buena voluntad a unirse en causa común, debemos agradecer a Dios por la unidad que logran.

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El arzobispo anima a los lectores a aprender más acerca de y apoyar con sus oraciones y recursos a Alliance Defending Freedom at www.adflegal.org, y a Becket en www.becketlaw.org.