Archbishop Jose H. Gomez

Ahora que los miembros del Congreso están regresando a Washington después de su descanso de agosto, el ambiente está lleno una vez más de rumores y tensiones sobre el tema de la inmigración.

El plazo marcado para el 5 de septiembre se acerca ya. Para esa fecha los abogados generales de 10 estados prometieron entablar una demanda contra el Presidente Trump si él no cancela el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), promulgado hace cinco años por el Presidente Obama.

El programa DACA protege de la deportación a 800 mil personas que fueron traídas ilegalmente a este país cuando eran niños; también les permite obtener permisos de trabajo.

El Presidente Trump prometió en su campaña cumplir la promesa de ponerle fin al programa DACA. Pero desde su elección ha expresado simpatía por estos jóvenes, prometiéndoles tratarlos con un “gran corazón”.

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Sus palabras sobre el programa DACA han sido tranquilizadoras, aun si sus acciones en otras áreas -como ordenar un mayor número de redadas de inmigración y de deportaciones- han causado un temor generalizado.

La inmigración sigue siendo un problema difícil y la polarización de nuestra política lo hace aún más complicado. No es ningún secreto que tanto los partidos como los grupos de activistas de ambos extremos “se benefician” de que las negociaciones hayan llegado actualmente a un punto muerto.

En todos los ámbitos, ha habido renuencia a buscar un terreno común. Todas las partes parecen estar dispuestas a dejar la cuestión sin resolver, incluso si eso significa que la gente siga sufriendo, todo con tal de no “dar el propio brazo a torcer”.

Nadie debería considerar esta realidad con ingenuidad. Pero tampoco debemos aceptarla. Si todas las partes de nuestra democracia creen que les beneficia no resolver los problemas o trabajar juntos por el bien común, esto es indicación de algo sumamente malsano.

A pesar de toda la controversia, la actual Administración sólo ha continuado con la política de la Administración anterior. El Presidente Obama deportó a casi 3 millones de personas en ocho años. El presidente Trump parece decidido a deportar a un número aún mayor.

Pero la deportación por sí sola no es una política de inmigración.

Todos estamos de acuerdo en que el gobierno debe deportar a los criminales que amenazan la seguridad de nuestras comunidades. Pero la amplia red que el gobierno está lanzando ahora para atrapar a los que el señor Trump llama “hombres malos”, también está atrapando a una gran cantidad de personas buenas: a las mamás y los papás ordinarios que han estado en este país durante varias décadas; a jóvenes que están empezando sus carreras; a propietarios de pequeños negocios. Estos son los tipos de historias que hemos estado escuchando en todo el país durante los últimos meses.

No hay manera de eludir la difícil realidad de que nuestro sistema de inmigración es inadecuado y que sus fallas abarcan, de manera extensiva, todas sus áreas. Lamentablemente, no queda suficiente confianza en Washington, no hay suficiente deseo de superar las sospechas partidistas como para que nuestros líderes promulguen una reforma migratoria integral.

Por lo tanto, tenemos que avanzar, parte por parte. Puede que tengamos que movernos lentamente. Pero hace ya mucho tiempo que debíamos de haber empezado a hacer algo constructivo.

Los lineamientos básicos de la reforma migratoria son fáciles de entender.

Seguridad: Necesitamos asegurar nuestras fronteras y establecer un sistema ordenado y justo para verificar quiénes pueden ingresar a nuestro país y cuánto tiempo pueden permanecer aquí. Necesitamos también una manera no invasiva de seguir la pista de la gente una vez que entra a este país.

Reforma de las visas: El mejor “muro” que podríamos construir en la frontera es un sistema de visas que funcione bien. Necesitamos un sistema que nos permita acoger a los trabajadores con las habilidades que necesitamos para satisfacer las realidades de la economía global. Eso significa garantizar que se concedan suficientes visas para los trabajadores agrícolas y para los trabajadores de la construcción, para los trabajadores de servicios y para la mano de obra no calificada; para la alta tecnología, la medicina y para las demás industrias de educación intensiva. También necesitamos un sistema para traer a trabajadores religiosos no ministeriales que proporcionen servicios indispensables en muchas áreas.

Los indocumentados: Saber qué hacer con los 11 millones de personas indocumentadas que viven entre nosotros es el aspecto más complicado y controvertido de la reforma. Pero no tiene porqué serlo. Existe un amplio respaldo público para otorgarles un camino generoso para regularizar su estatus e incluso su ciudadanía, siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos, tales como aprender inglés, pagar algunas multas y conservar un trabajo que pague impuestos.

Lo que tenemos que hacer para reformar nuestro sistema es claro.

Hemos de tener en cuenta que por debajo de toda política, se está tratando con personas reales y asuntos reales, y que existen diferencias de opinión legítimas. Eso no debe ser una excusa para la inacción. Más bien, debe ser el motivo para unirnos y encontrar una manera de avanzar.

Podemos empezar de inmediato, resolviendo la situación de los jóvenes a quienes atañe el programa DACA.

Sería una tragedia cancelar el programa DACA y declarar que estos 800 mil jóvenes son “ilegales” y empezar a deportarlos.

Ellos no tomaron la decisión de entrar a este país en violación de nuestras leyes, y en justicia no podemos hacerlos responsables por ello. Estados Unidos es el único país que conocen y la gran mayoría está poniendo todo su esfuerzo por aportar su propia contribución al sueño americano.

Por lo tanto, me estoy esforzando por persuadir a nuestros funcionarios electos a que actúen para concederles a estos jóvenes un alivio permanente del temor a la deportación, y la oportunidad de obtener la residencia permanente y, finalmente, de buscar la ciudadanía. Podemos hacer esto y debemos hacerlo. Es lo correcto.

Por favor oren por mí esta semana, que yo estaré orando por ustedes. Y pidámosle a Nuestra Santísima Madre que ore por nuestra nación.

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El Arzobispo Gomez anima a la gente a visitar y compartir su nuevo sitio web: TheNextAmerica.org, un recurso para informarse sobre la reforma migratoria y participar en ella.