Columnista invitado
Padre William Ayres
Porque somos seres humanos pecadores, nuestra maldad también se traspasa las estructuras sociales que nosotros creamos – nuestras organizaciones, los negocios y los gobiernos, por ejemplo. Las leyes y políticas inmorales se ponen a menudo en práctica e incluso se convierten ocasionalmente en partes conservadas/consagradas y aceptadas de nuestra forma de vida.
La justicia social es el área de la enseñanza moral católica que nos proporciona la orientación sobre cómo enfrentar y vencer estos pecados institucionales. En medio de la revolución industrial, fue el papa León XIII quien realmente estableció las bases del pensamiento social católico. En su carta encíclica de 1891, Rerum novarum, él enfatizó la dignidad humana sobre los medios de producción y abogó firmemente para un salario justo, el derecho a organizar y otros principios para proteger a los trabajadores de la explotación. Desde entonces hasta ahora, los papas han continuado reafirmando y ampliando las enseñanzas de León para abordar las injusticias que existen en la sociedad. Los temas han incluido guerra, racismo, la economía, el desarmamento nuclear y los peligros tanto del capitalismo como del comunismo.
La justicia social no es menos de una preocupación hoy. La crisis económica que experimentamos ahora, en muchos frentes, puede ser remontada a prácticas inmorales e injustas.
Actualmente, la justicia social sigue siendo una preocupación. La crisis económica que ahora estamos experimentando puede ser descrita, en muchos frentes, como prácticas inmorales e injustas. Continúan habiendo discrepancias entre lo que es pagado a los hombres y mujeres por el mismo trabajo. El perfil racial ha hecho del racismo una política institucional en algunos lugares del país. Las leyes y los procedimientos de inmigración llevan a la separación de familias y se escriben a menudo más por el beneficio financiero que por el humano.
Bajo la dirección del Vicario para Católicos Hispanos y como fruto de la Convocación Hispana arquidiocesana en 2007-08, el subcomité de justicia social busca educar a la comunidad de la arquidiócesis respecto a los asuntos de justicia social, especialmente aquellos que afectan a la comunidad hispana. El subcomité también intenta hacer un verdadero impacto llamando al gobierno, a los negocios y líderes sociales para seguir los principios que son más respetuosos de la dignidad humana, en vez de aquellos que refuerzan el prejuicio o, aparentemente, buscan el beneficio personal.
A pesar de las muy buenas conversaciones y propuestas durante los pasados dos años, el país ha fallado en hacer movimientos reales hacia una reforma compresiva de inmigración. Esto sigue siendo una preocupación principal de los obispos católicos de los Estados Unidos y afecta a muchos hispanos y no hispanos, a ciudadanos y no ciudadanos, a adultos y niños en el país y dentro de nuestra arquidiócesis. Tristemente, muchas personas están pobremente informadas acerca del estado real de nuestro sistema de inmigración y confían en información equivocada para orientar sus opiniones. Con el enorme impacto de este problema en nuestros hispanos, como también en nuestros hermanos y hermanas no hispanos en la arquidiócesis, este asunto ha tomado una prominencia especial para el subcomité de justicia social.
Durante los próximos meses, otros miembros del subcomité también contribuirán con artículos que reflexionan en nuestro trabajo como un subcomité, así como en sus propias experiencias de injusticias y los triunfos por gracia de Dios en crear una sociedad más justa. Es una obligación para todos nosotros vencer no sólo nuestros pecados personales, sino, aquellos cometidos en este nivel social contra la dignidad humana.
En medio de un mundo tan destrozado por la guerra y la violencia, continuamos reconociendo la verdad que dijo el papa Pablo VI: «Si usted quiere paz, trabaje por la justicia».
P. Ayres es parroco de las iglesias San Miguel e Imaculada Concepción en Filadelfia.
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