Buscando Vida
Moises Sandoval
Por mi ventana delantera cada día veo uno de mis vecinos, miembro de mi parroquia, caminando con su pequeño perro. Es un cuadro triste porque indica que todavía no ha encontrado trabajo. Demasiado joven para jubilarse, él tenía un puesto prestigioso en una compañía de importación. Viajaba varias veces al año a Hong Kong en asuntos de negocio. Sin embargo, el año pasado su puesto se eliminó.
En cuanto aumentan los desempleados a millones en Estados Unidos y centenares de millones por el mundo, las palabras de Dios a Adán parecen no parecen tan severas: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3:19). La crisis económica nos conduce a ver el trabajo como bendición.
Es asombroso que, no importe que tanto aburra nuestra rutina laboral, el trabajo define la vida. Yo me jubilé de mi empleo principal hace casi 10 años, pero todavía mi corazón palpa más rápido cada domingo por la noche al pensar que puedo hacer venga el lunes.
Para casi todo el mundo, trabajo significativo nutre la dignidad y auto estima además de proveer el pan diario. Nos mantiene vivos.
Jubilación nos desafía a evitar la pereza y mantenernos útiles, aprendiendo algo nuevo cada día. Mi primo José Aragón, quien trabajó muchos años en la línea de asamblea de General Motors y dirigiendo su propio negocio, dice: “Yo tengo que trabajar cada día”.
Le ayuda a sus vecinos a cortar leña, cultiva un grande jardín y regala mucho de lo que produce, mantiene varias colmenas cuya miel cambia por fruta.
Al interesarse en computadoras, consiguió varias maquinas desechadas, las desmontó y aprendió como reemplazar todas sus piezas integrantes. Ahora, él comparte su competencia con sus amigos y familiares. Es una persona vital e interesante porque trabaja.
El trabajo, sin embargo, es espada de doble filo; puede liberar y también esclavizar, impulsándonos a ignorar nuestras obligaciones familiares y comunitarias. También puede conducir a violencia increíble, como demuestra la triste y larga historia de la esclavitud.
Hasta hoy día en muchas partes del mundo un sinnúmero de gente, mucha de ellos niños, trabaja en condiciones intolerables inhumanas y peligrosas.
El Primero de Mayo, fiesta celebrada en casi todo el mundo, conmemora la lucha histórica por trabajo que concuerda con nuestra dignidad humana. En esa fecha del año 1886, el movimiento laboral ganó día de trabajo de ocho horas para los roperos, zapateros, y trabajadores en empacadoras.
Pero el día 3 de Mayo, la policía disparó contra los huelguistas en la fábrica McCormick de cosechadoras, matando cuatro e hiriendo a muchos. En reacción hubo una reunión masiva en Haymarket Square donde una bomba mató a un policía e hirió a 70, resultando en ahorcamiento de los líderes del movimiento laboral. Cada paso adelante cuesta tremendo sacrificio.
Tiempos difíciles a menudo sacan lo mejor que tenemos. En algunas compañías, según las noticias, los empleados ofrecen trabajar menas horas diarias para que sus compañeros no sean despedidos.
¡Ojala que esta crisis también crié empatía por aquellos que ponen la vida en juego para cruzar fronteras buscando empleo para que sus familias no sufran hambre!
Centenares mueren cada año de sed, calor y frío en la frontera mejicana. Mejores leyes y pólizas pueden cambiar eso.
Y mientras rezamos por los desempleados, hay que dar gracias a Dios por todos los que aman su trabajo.
Moises Sandoval es un periodista católico veterano, y el fundador y editor de la Revista Maryknoll en español. Es coumnista del servicio noticiero católico (CNS, por sus siglas en íngles).
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