Nuestro caminar espiritual
Hna. Ruth Bolarte
Durante este año hemos estado celebrando el año de San Pablo a través de toda la Arquidiócesis. El Papa Benedicto XVI ha anunciado la celebración del Año del Sacerdote empezando el 19 de junio. Nuestra Arquidiócesis ya está organizando algunos recursos para celebrar la vocación al sacerdocio. Por medio de estas celebraciones, estamos invitados a reflexionar en la vocación al sacerdocio ordenado, a regocijarnos y alabar a Jesús cuyo único e inspanisible sacerdocio es transmitido a su Iglesia, y a apreciar nuestras vocaciones como discípulos de Jesús proclamando la Buena Nueva a todos.
Todos estamos llamados a una vida de santidad y discipulado. Somos amados hijos e hijas de Dios creados maravillosamente (Salmo 139) quienes encontramos nuestra identidad solamente en Dios. Muchas veces nos enfrentamos con circunstancias que pueden cambiar nuestro estado de vida presente; sin embargo, siempre nuestra llamada a la vida spanina permanece.
Una vocación es una llamada al compromiso y al ministerio con el pueblo de Dios. El discernimiento de nuestra vocación personal es una experiencia estimulante la cual trabajamos con Dios dentro de la comunidad de fe. A medida que vamos viviendo y madurante y vamos reconociendo cuan dotados estamos por Dios, podemos discernir cómo nos está llamando Dios a un camino específico para florecer en la personas que fuimos creadas ser y a dar fruto en abundancia.
Algunos años atrás, me contaron la historia sobre una higuera que estaba tratando desesperadamente de ser un árbol de mango porque los mangos eran más grandes y dulces que los higos. La higuera puso todas sus energías en tratar de convertirse en un árbol de mangos. Cuando la temporada para dar frutos llego, sus frutos fueron higos y no magos-fueron unos higos pequeños y poco sabor. Solamente cuando la higuera dejo de tratar de ser algo diferente y pudo regocijarse en ser un árbol de higos es que pudo encontrar su felicidad y pudo producir los más deliciosos higos para la alegría de muchos.
Thomas Merton dice que “Un árbol le da gloria a Dios siendo un árbol. Ya que siendo lo que Dios nos ha destinado a ser significa que lo obedecemos…” Vivir mi vocación significa, entonces, descubrir mi identidad verdadera y ofrecer gloria a Dios a través de la persona creada por Dios. Algunos de nosotros alabamos a Dios a través del sacerdocio ordenado, de la vida religiosa, y otros por medio la vocación laica como personas casadas o solteras. Todos nosotros con nuestra vocación distintiva compartimos la misión de la Iglesia de anunciar el reino de Dios y transformar el mundo en Cristo.
A medida que sepamos quiénes somos y gradualmente removamos las máscaras que cubren nuestra identidad verdadera, descubrimos también la llamada única de Dios a cada uno de nosotros. Cuando respondemos en obediencia, nuestras vidas glorifican a Dios porque, “la gloria de Dios es la persona completamente viva” (San Ireneo).
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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