Nuestro caminar espiritual
Hna. Ruth Bolarte
«Ocúpate de lo tuyo» es una de las muchas expresiones idiomáticas que aprendí rápidamente en inglés. Esta frase significa que uno no debe de inmiscuirse en lo que no le concierne. Probablemente, la frase del inglés traducida al español no transmite el mismo contexto ya que muchos de nosotros provenientes de culturas latinas hacemos nuestro asunto el involucrarnos en las vidas de otros para ayudar, apoyar y algunas veces-solamente para ser parte de lo que está pasando.
Un personaje que «se ocupaba de lo suyo» fue Jacob Marley. Algunos tal vez estamos familiarizados con el cuento de Charles Dickens Un villancico de navidad. Posiblemente recordemos el diálogo entre Scrooge y Jacob cuando Jacob se lamenta, «¡Asuntos!…la humanidad era mi asunto! El bienestar de todos era mi asunto; la caridad, la misericordia, la tolerancia, y la benevolencia, fueron todos mis asuntos. Los asuntos de mi negocio fueron solo una gota de agua en el gran océano de mis asuntos!»
Este verano, el Papa Benedicto XVI presentó a todos los fieles su encíclica Caridad en la Verdad. El documento explica cómo la verdad y la caridad están íntimamente ligadas. La verdad es la luz que da valor y significado a la caridad. Sin la verdad, la caridad sería solamente un sentimentalismo. Especialmente en una sociedad que relativiza la verdad, existe el peligro de que designemos nuestros propios «significados» de amor, aún cuando nos referimos al mensaje de amor del evangelio.
La caridad en la verdad es el principio de la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia. El documento considera particularmente dos aspectos de esta doctrina: la justicia y el bienestar común. Primeramente, debemos ser justos hacía la otra persona-darle lo que le corresponde simplemente por la razón de ser. El Papa Pablo VI dice que es la «medida mínima» de la caridad. Del otro lado, la caridad trasciende a la justicia ya que manifiesta el amor de Dios por la humanidad. El Papa continúa explicando que cuando amamos a alguien deseamos el bien de ella y hacemos algo para conseguirlo. No es un amor que se queda en «palabras bonitas.» Así es que el desear el bienestar do todos y tomar pasos para lograrlo es un requisito de la justicia y de la caridad.
Detalladamente, la encíclica elabora cómo el amor por los demás requiere involucrase en la política, compartir los recursos de la tierra en forma equitativa, promover uniones de trabajadores para defender sus derechos, poner atención al fenómeno de la migración, buscar mayor acceso a la educación, ofrecer oportunidades para el encuentro y diálogo entre culturas y pueblos; el respecto fundamental a la vida de cada persona…El Papa nos recuerda que el «capital primario que hay que cuidar y valorar es la persona, en su integridad.»
De forma convincente, el papa Benedicto XVI afirma que nuestra sociedad moderna y globalizada tal vez nos hace vecinos pero no necesariamente hermanos y hermanas. Solamente cuando hagamos «nuestro asunto» el bienestar común, «corazones de piedra serán transformados en corazones de carne» (Ez. 36:26). Es el amor de Dios el que nos da coraje para continuar buscando y trabajando por el beneficio de todos. ¿Cómo vamos ocupándonos de los asuntos de la humanidad?
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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