Por Mar Muñoz-Visoso

Mi abuelo sacó a mi madre de la escuela cuando ella tenía catorce años. La razón: no pasó una prueba de geografía. De nada sirvió que la maestra fuese a casa del abuelo a explicarle que muchos estudiantes habían fallado ese examen, ni que ésta le rogara que no cometiera el peor error de su vida. Desafortunadamente, mi madre no tenía a su mamá-quien había fallecido cuatro años antes- para defenderla y tratar de persuadir al abuelo.

Para mi madre fue algo traumático. Ella juró que si un día tenía hijos los llevaría a las mejores escuelas. En aquel tiempo y lugar las escuelas con la mejor reputación académica eran las escuelas católicas-en muchos casos todavía lo son.

Recientemente la Universidad Loyola Marymount realizó un estudio sobre estudiantes hispanos de familias con pocos ingresos en la Arquidiócesis de los ángeles que reciben becas para estudiar en escuelas católicas. El estudio demuestra la efectividad de las escuelas católicas en la mejora de logros académicos entre los estudiantes hispanos: más del 90 por ciento se gradúan y más del 80 por ciento continúan hacia una educación superior. La diferencia con el sistema de educación pública de Los ángeles es abismal.

Mis padres no son personas muy religiosas, por lo cual su sacrificio maravilla aún más. Cuando todavía mis hermanos y yo estábamos en la escuela elemental, se puso en marcha una iniciativa de escuelas «concertadas», parecido al sistema de subsidios que existe en algunos lugares en Estados Unidos. Se hizo un acuerdo con ciertas escuelas privadas en distritos escolares donde las escuelas públicas estaban sobre pobladas o tenían un rendimiento académico bajo. El subsidio no cubría el costo total de la colegiatura pero dio a mis padres un pequeño respiro. La iniciativa también ayudó al gobierno a lograr su objetivo de mejorar la calidad de la educación pública. En lo que a educación se refiere, podríamos decir que mis hermanos y yo somos el feliz producto de la colaboración entre la Iglesia y el Estado por el bien común.

Aunque también tuvimos la experiencia de cuatro años de educación pública en la escuela secundaria, aquellos primeros años de escuela católica me formaron realmente como persona. He participado en numerosas reuniones donde muchos líderes latinos han expresado gratitud y orgullo de ser también producto de una educación católica. Los valores éticos y morales que recibieron, además de una educación de calidad, les han servido a lo largo de su vida y en su carrera profesional.

Hacer accesible la educación de calidad y eliminar la distancia en los logros académicos es una preocupación primordial de los obispos estadounidenses. Recientemente, un grupo de obispos hispanos visitó el Capitolio para hablar con miembros del Congreso sobre asuntos que afectan a la comunidad latina; la educación fue uno de ellos. Los obispos pidieron a miembros de ambos partidos que promuevan programas para mantener a los estudiantes en las escuelas.

En particular, pidieron que se expanda la inclusión de estudiantes y maestros de escuelas católicas en programas federales de ayuda a la educación, especialmente la reautorización del programa No Child Left Behind (Que ningún niño se quede atrás); también la reautorización del programa de becas escolares en el Distrito de Columbia, el cual ha ayudado a muchos estudiantes capitalinos a asistir a escuelas privadas; la aprobación del DREAM Act, el proyecto de ley que ayudaría a muchos estudiantes indocumentados a lograr una educación superior; y más fondos para ayudar a quienes quieran cursar diplomaturas en colegios comunitarios.

La profesora Marta Tienda de Princeton University, en su ponencia ante la Asociación Americana de Hispanos en Educación Superior (2009 Tomás Rivera Lecture, www.ets.org/Media/Research/pdf/PICRIVERA1.pdf), señala los factores que han impedido una mayor participación de los hispanos en la educación superior y propone que estos problemas no sólo pueden sino que deben resolverse. Eliminar la distancia en logros educacionales a todos los niveles, especialmente en el número de hispanos que persiguen una educación postsecundaria y que se gradúan, es fundamental para mantener la competitividad de Estados Unidos en un mundo globalizado.

En las próximas décadas, los hispanos formarán un segmento aún mayor de la fuerza laboral estadounidense. He aquí el reto tanto para instituciones públicas como privadas, así como para los padres: mantener a nuestros hijos en la escuela y considerar su educación la mejor de las inversiones.

Mar Muñoz-Visoso es la subdirectora de relaciones con los medios de comunicación de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.