Por Mar Muñoz-Visoso
No puedo creer que hayan pasado diez años. Las palabras de bienvenida del cardenal Mahony aún resuenan en mis oídos: «Si quieren saber cómo se verá el cielo, ¡simplemente miren a su alrededor!» Más de 4,000 personas, católicos de todas las vocaciones en la vida, originarios de todos los continentes, representando a todas las razas y grupos étnicos en los Estados Unidos, nos habíamos congregado en el Centro de Convenciones de Los ángeles para participar durante cuatro días en el Encuentro 2000, una celebración de fe y unidad en la spanersidad convocada por los obispos estadounidenses.
Las palabras del cardenal me trajeron recuerdos de la Semana Santa en Roma unos once años atrás. Fue allí, durante la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, donde me di cuenta de repente de lo que la palabra «católica» realmente significa. Al escuchar la Palabra de Dios y las oraciones de los fieles proclamadas en muchos idiomas diferentes y al ver al papa Juan Pablo II bautizar a unos 20 adultos y niños procedentes de diferentes partes de mundo, finalmente entendí: la Iglesia es universal, todos están invitados, y su misión es evangelizar a todos los pueblos. Me llené de admiración.
En Los ángeles, al escuchar a las personas rezar el Padre Nuestro cada uno en su lengua materna y al ver las diferentes imágenes de María provenientes de todas partes del mundo, volví a recordar lo que había entendido unos años antes. En ninguna otra parte del planeta, excepto quizá en Roma, podemos encontrar la spanersidad y la riqueza de experiencias y tradiciones que se concentran en la Iglesia católica en Estados Unidos.
El legado del Encuentro 2000 continúa. Convocados por los obispos, unos 300 líderes católicos, quienes reflejan la rica spanersidad cultural, racial y generacional de la Iglesia, se reunirán en la Convocatoria de la Red Católica de spanersidad Cultural, del 6 al 8 de mayo en Notre Dame, para profundizar en el diálogo sobre cómo continuar construyendo unidad en la spanersidad.
Desde luego, este diálogo no comenzó en el Encuentro. Se ha dado y se da en cada parroquia sujeta a cambios de población o que ha de enfrentar la realidad de reunir a varias comunidades. En realidad, la conversación se remonta al primer concilio en Jerusalén: ¿estaba la salvación abierta a los gentiles? ¿Era requerido que éstos observaran todos los rituales judíos?
Dos mil años después, todavía nos cuesta a veces diferenciar qué es esencial a la fe cristiana y cuáles son las legítimas diferencias en la manera de expresar y vivir nuestra fe que no sólo no amenazan a la Iglesia sino que la fortalecen. Y no es porque no hayamos aprendido nada, sino porque la naturaleza encarnada de la evangelización hace este diálogo necesario en cada tiempo y lugar.
En una Iglesia tan spanersa como la de Estados Unidos este diálogo se complica a veces. Eso no significa que debamos abandonarlo. Por el contrario, es aún más razón para aferrarse a las lecciones aprendidas del pasado. Para construir unidad en la spanersidad en la Iglesia se necesita una clara identidad católica en cada miembro. Esta identidad se forma por el conocimiento de la fe y por el compromiso de vida con ella. Pero unidad no es uniformidad. La parte «católica» de esta identidad también requiere de un espíritu misionero («Vayan y hagan discípulos de todas las naciones») – esto es, una disposición a salir de lo que me es familiar, a establecer un diálogo con aquellos que son diferentes-y de aptitudes interculturales y habilidades que nos permitan ser efectivos en la transmisión del mensaje del Evangelio. También se requiere la voluntad de salir al encuentro de la gente donde ellos están, como Jesús en el camino de Emaús, adaptando ministerios y apostolados a las necesidades particulares de grupos y poblaciones para fortalecerlos en la fe y que ellos a su vez hagan fuerte a la Iglesia. Asimismo se necesita la humildad de reconocer que también yo y muchos aspectos de mi cultura necesitan ser evangelizados constantemente.
Para que nuestros esfuerzos se asemejen más a Pentecostés que a Babel, también (no en lugar de lo dicho anteriormente) tenemos que rezar para que el Espíritu haga surgir de entre nosotros líderes dispuestos a dar el salto, a ir más allá del liderazgo en sus propios grupos étnicos y culturales; líderes capaces y dispuestos a servir a toda la Iglesia, que puedan hablar el lenguaje de la gente a la cual se les envía; líderes que nos recuerden constantemente que hay un solo Señor, una sola fe, pero muchos dones.
Reto a mis hermanos y hermanas latinos a aceptar el desafío. Los números nos llaman al liderazgo. Nuestra propia spanersidad ya nos ha preparado para esto.
Unidad en spanersidad: un concepto muy trinitario. ¡Me siento orgullosa de ser católica!
Mar Muñoz-Visoso es la subdirectora de relaciones con los medios de comunicación de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
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