Por George Gregory
Redacción del CS&T
Cuando fuertes pasiones y debates recorren con furor el país con respecto al cumplimiento localizado de la ley de inmigración de Arizona y el impacto causado en asuntos de justicia y respeto de la dignidad humana, muchos católicos en la Arquidiócesis de Filadelfia pueden pensar que los efectos de tales leyes serían mayormente sentidos por extranjeros que trabajan en los tres condados del área como jornaleros, jardineros y en las bodegas. Pero la realidad es que las leyes migratorias actuales, especialmente el límite en las visas y las prórrogas largas (a menudo determinado por la región de origen), afecta a una población más extensa -inclusive los que se trasladan a Estados Unidos para servir en varias posiciones en la Iglesia católica.
Muchas congregaciones de hermanas religiosas que sirven en la Arquidiócesis son compuestas principalmente de inmigrantes que deben atravesar canales apropiados y legales antes de venir a Estados Unidos. Tales órdenes religiosas ya trabajando o asistiendo a clases aquí en la Arquidiócesis de Filadelfia incluyen a Esclavas del Sagrado Corazón, una comunidad hispana que dirige el Centro Santa Rafaela en Havertown; a Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción, que enseña educación primaria en su academia en Radnor, y a Hermanas Misioneras Combonianas, que sirvió anteriormente al pobre en el Condado Chester y todavía tiene hermanas obteniendo títulos universitarios dentro de la Arquidiócesis.
La hermana Maryann Craig, A.C.J., es la secretaria de la provincial de Esclavas del Sagrado Corazón. La congregación Esclavas del Sagrado Corazón ha trabajado en el área de Filadelfia desde 1926, pero el proceso para traer sus hermanas a América se ha vuelto más complejo en los últimos cuatro años. Como consecuencia, solamente tres hermanas han podido venir recientemente.
«Mientras que las leyes locales deben ser cumplidas y respetadas, el trabajo de la Iglesia puede quedar atrapado en el proceso», la hermana Maryann dijo. Trabajando con el Catholic Legal Inmigracion Network ( Red de Inmigración Legal Católica), les tomó a las hermanas que han venido recientemente a Estados Unidos de nueve meses a un año entero tener en orden sus documentos y visas.
«Llevó mucha insistencia y muchas llamadas telefónicas al consulado en Madrid para finalmente tenerlas aquí», la hermana Maryann dijo.
La congregación Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción está cumpliendo sus 43 años de servicio en la Arquidiócesis. Sus miembros provienen principalmente de naciones del Medio Oriente incluyendo Armenia, Siria, Turquía, Georgia, Irán e Iraq, aunque su casa madre está en Roma.
«Ha sido difícil traer a nuestras hermanas aquí recientemente, dijo la hermana Louisa Kassarjian, C.I.C., directora de la Academia de las Hermanas Armenias en Radnor. Algunas veces toma dos años para obtener sus visas, y están limitadas a dos años de estadía, ella dijo. Una vez aquí, cambiar el estado a residencia es un proceso que puede tomar más de diez años dependiendo de su país de origen y su ocupación.
La congregación Hermanas Misioneras Combonianas, fundada por san Daniel Comboni, tiene hermanas que asisten a clases en numerosas ciudades de la costa este, incluyendo algunas en la Universidad Inmaculada. Ellas deben obtener una visa de estudiante con la autorización de la escuela a la que asisten, un permiso de trabajo y un documento de R-1, que es principalmente para trabajo religioso con la Iglesia.
«Esta documentación ha llevado más tiempo conseguirla para ellas últimamente», dijo la hermana Mary Luz Aguilera, la C.M.S., superiora provincial en los Estados Unidos de las hermanas combonianas..
En un foro local celebrado recientemente en la iglesia San Juan Evangelista, de Filadelfia, el monseñor Hugh Shields, vicario para católicos hispanos de la Arquidiócesis, hizo hincapié en la responsabilidad de la justicia social que acompaña el bautismo como católicos. Las comunidades que envían a sus miembros a Estados Unidos, a pesar de las complicaciones, en verdad viven esa responsabilidad con humildad y amor a Cristo y a su Iglesia.
George Gregory es miembro de la pa-rroquia Sta. Cecilia en Coatesville.
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