Por Hna. Ruth Bolarte, I.H.M.
Durante este tiempo de Pascua celebramos nuestra entrada de la oscuridad a la luz-de la muerte a la vida. El Hijo de Dios nos ha redimido a través de su sangre para que podamos retornar al Padre. Jesús, el nuevo Adán, restauró la vida de unidad a la cual habíamos sido destinados desde nuestra creación-unidad con Dios, la creación, y el prójimo. En la resurrección de Jesús, encontramos una nueva forma de vida-una vida en armonía y amor que refleja la comunión de la Trinidad. Jesús resucitado nos llama a transformar todo lo que pueda spanidir a la comunidad de seres humanos. Celebramos la Pascua cuando somos hermanos y hermanas en Dios. {{more:(lea más)}}
Por medio del Espíritu Santo pedimos que seamos uno en paz y amor. Ahora que nuestro ayuno y disciplina de cuaresma terminan, continuemos nuestros esfuerzos para construir esta vida de comunión. Entre las muchas formas de spanisión en nuestra sociedad, el racismo es una. El Vaticano II afirma, «toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan spanino» (GS #29).
El Cardenal Francis E. George en su carta pastoral acerca del racismo, Habita en mi amor, afirma que el rostro del racismo continúa hoy en día de forma más disimulada. El describe cuatro formas de racismo:
Espacial: Cuando hay sistemas en los cuales los blancos más afluentes crean suburbios segregados racialmente y econonómicamente; dejando al pobre aislado en las áreas en deterioro.
Institucional: Cuando instituciones ofrecen privilegios a la gente similar a ellos e ignoran las contribuciones de otras gentes y culturas.
Internalizada: Cuando muchos negros, hispanos, asiáticos, e indígenas son educados y socializados en instituciones que celebran solamente las contribuciones de los blancos y devalúan la presencia y talentos de la gente de color.
Inspanidual: Cuando inspaniduos automáticamente sobrevaloran su propio grupo cultural y menosprecian a los grupos fuera de éste.
Desde los principios de nuestra tradición católica, el Espíritu nos ha movido a ver más allá de nuestras limitaciones de grupos étnicos o religiosos. Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan de los retos a los que se enfrentaron cuando se trató de juntar grupos de personas respetando su inspanidualidad y sus culturas.
Muchas veces en nuestra Iglesia católica, nos referimos a nosotros mismos como, católico-irlandés, católico-alemán, católico-polaco, católico-hispano, católico-afro-americano. Siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos, estamos llamados a ver nuestras diferencias como dones para ser ofrecidos al otro en vez de obstáculos para spanidir.
Confrontamos el pecado del racismo en nuestra sociedad y nos hacemos agentes de transformación, cuando acogemos cultural y racialmente al prójimo como hermanos y hermanas en nuestras parroquias y comunidades. Entonces, ¡somos personas de Pascua, una luz para las naciones!
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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