Por Padre Bruce Lewandowski, C.Ss.R.
Vicario para Ministerios Culturales

La parroquia es el centro de la vida católica y la oración. La misa del domingo y de todos los días, los bautizos, bodas, funerales, sacramentos, adoración del Santísimo, el estudio de la Biblia y los grupos de oración, actividades sociales, CYO y tantos otros eventos importantes son los elementos básicos de la vida contemporánea de parroquia.

Tanto sucede en nuestras parroquias que a veces puede parecer que no hay suficiente espacio, no hay suficiente tiempo, y no hay suficientes días de la semana.

El calendario parroquial, la rectoría y la iglesia se pueden ver aún más atestados cuando la parroquia es casa para dos o más comunidades de distintas culturas. En la Arquidiócesis de Filadelfia hay un número de parroquias que son casa de dos, tres y hasta cuatro comunidades culturales distintas. {{more:(lea más)}}

Así que, ¿qué pasa entonces cuando la fiesta de la patrona de Puerto Rico, Nuestra Señora de la spanina Providencia, coincide con la comida anual de Acción de Gracias para personas necesitadas? ¿O cuando el 12 de diciembre, la fiesta de la Virgen de Guadalupe, cae en el mismo fin de semana del concierto anual de Navidad de la parroquia? ¿O cuando Tet, el año nuevo asiático, pasa a ser la misma semana que el baile anual del día de San Valentín?

Lo que ocurre a veces en la frustración, la tensión y el conflicto de momentos como estos cuando chocan las culturas, es que los feligreses empiezan a decir lo que realmente piensan y sienten. Algunos feligreses tienen un deseo de unidad. Pueden preguntar, «¿No podemos todos ser uno solo?» Otros feligreses pueden tener un deseo de separación, expresada por las palabras adoloridas, «¿No pueden ellos tener su propia iglesia?»

«¿Deberíamos ser completamente uno o completamente separados?» Ninguno de los dos extremos tiene la respuesta.

A veces me pregunto si tenemos la idea de que la unidad en Cristo es equivalente a la unidad de cultura. Ser uno en la fe no significa necesariamente que somos uno en idioma, costumbres y tradiciones. Nuestra fe es lo que nos hace uno y nuestras expresiones de fe son tan ricas y hermosas. A veces, las distintas comunidades culturales viven separadas bajo el mismo techo. Un cierto sentido de armonía se logra cuando las rentas se pagan y los calendarios se coordinan y «están fuera del estacionamiento antes de que yo llegue a la iglesia». Pero, ¿es esta la unidad o la armonía que el Evangelio nos llama a vivir?

¿Cuál es la respuesta? No hay una respuesta simple. Sin embargo, el objetivo es encontrar un lugar cómodo entre los extremos. ¿Cómo puede una parroquia alcanzar esto? Algunas sugerencias:

* Crear espacios de intercambio y diálogo entre los feligreses de distintas culturas. Un buen lugar para esto es el consejo pastoral parroquial. ¿Están representadas las spanersas comunidades culturales en el consejo pastoral parroquial u otros comités?

* También, planificar algunas celebraciones litúrgicas durante el año en las cuales cada comunidad pueda participar y compartir en la preparación, cada una contribuyendo algo de sus propias costumbres, idioma y tradiciones. Acción de Gracias, Navidad, el Triduo Pascual y Pentecostés ofrecen oportunidades de enriquecimiento cultural.

* Empezar con la juventud. Muchos jóvenes no tienen ninguna dificultad en los ambientes multiculturales. Formen un plan de actividades para jóvenes que ayuden a construir amistades entre las culturas.

* La práctica ayuda. La unidad en la spanersidad se necesita practicar, y es a menudo el fruto de ensayo y error. Siga intentando. Sea paciente.

* Por último, sea amable. La bondad y la gentileza ayudan a aliviar las frustraciones, tensiones y conflictos que surgen.

La esperanza es que a lo largo del camino la pregunta se convierta en una pregunta mayor y aún más importante, «¿Nos amamos el uno al otro en Jesucristo, completamente?»