Archbishop Charles J. Chaput

La Cuaresma es un tiempo de examen de conciencia y de arrepentimiento; un tiempo de buena  lectura espiritual y de sacramento de la penitencia. También es un tiempo para renovar nuestro sentido de solidaridad con los compañeros cristianos alrededor del mundo; es un tiempo para recordar el testimonio de tantos cristianos que han muerto simplemente porque ser cristianos.

El mundo recuerda acertadamente la matanza masiva de judíos y otras minorías por la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial. En su alcance, la Shoá empequeñece cualquier cosa en la historia humana y sus ecos continúan hoy en el aumento del antisemitismo en Europa, gran parte impulsado por el Islam radicalizado. Pero la Shoá no ha sido de ningún modo el único asesinato en masa llevado a cabo en el siglo XX.

De hecho, el ensayo para el exterminio Nazi de los judíos tuvo lugar exactamente hace 100 años, en 1915.  El genocidio fue llevado a cabo por las autoridades turcas, y asesinó a más de 1 millón de armenios, un pueblo que era abrumadoramente cristiano. La religión no era el único motivo para los asesinatos –resentimientos étnicos y económicos de la minoría armenia de Turquía jugaron un papel importante– pero el desprecio de los musulmanes por los «infieles» legitimó la violencia y fue una poderosa corriente durante los asesinatos. Hombres, mujeres y niños fueron arrancados de sus casas, marcharon hasta la extenuación y murieron de hambre, golpeados, ahorcados y quemados por decenas de miles. La campaña de asesinato sistemático mantuvo olas sangrientas en la década de 1920.  Testigos recordaron a los turcos burlándose de sus víctimas con gritos de, ¿«dónde está Cristo ahora»?, ¿dónde está tu Dios?, ¿por qué él no te salva»?

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Hasta el día de hoy, Turquía nunca ha reconocido adecuadamente el genocidio armenio.  Como el presidente Jimmy Carter señaló en una ocasión, «no existieron  juicios de Nuremberg» por el asesinato en masa contra los armenios. Durante la guerra fría, Turquía fue un aliado de la OTAN.  Estados Unidos y Europa encontraron más fácil cerrar los ojos a la historia que resucitar un crimen del pasado. Hoy, con el resurgimiento del Islam militante dentro de la propia Turquía, un relato verdadero nacional  por las autoridades turcas puede ser aún más remoto. Armenia fue la primera nación del mundo en adoptar formalmente el cristianismo en el 301 A.D. Hoy en día, en sus regiones históricas de la Turquía moderna, su cultura y su memoria han sido eliminadas.

Cada año el 24 de abril los armenios alrededor del mundo celebran un día de recuerdo por las víctimas del genocidio de 1915. Este año, en el centenario de ese asesinato en masa, los cristianos de toda tradición necesitan recordar y rezar por las víctimas de ese genocidio, que sigue siendo uno de los peores crímenes sin arrepentimiento en la historia. También tenemos que recordar que la persecución y el asesinato de los cristianos aún continúa en manos de ISIS y el Islam radicalizado por todo el Medio Oriente; y hasta la fecha, nuestro liderazgo nacional ha sido totalmente ineficaz en detenerlo, e incluso en totalmente enfrentarlo.

Nosotros los estadounidenses damos por sentadas nuestras tradiciones de libertad religiosa, de  derechos humanos y del proceso judicial. Vemos la convivencia –y aun la amistad– de diferentes comunidades religiosas y creencias, como normal; pero no lo es. Nosotros demasiado a menudo no entendemos el carácter único de ese don. Hoy, en muchos lugares alrededor del mundo, vivir como un cristiano invita a la discriminación, el odio y la violencia. La decapitación de los cristianos por ISIS es el crimen más reciente en una larga historia del Medio Oriente de martirio cristiano –no el farsante y homicida «martirio» que consiste en volar a mujeres y niños inocentes, pero el verdadero martirio de ser asesinado por su fe en Jesucristo.

La Cuaresma es un tiempo de arrepentimiento.  Es también un tiempo para perdonar incluso a los malvados; pero también es un tiempo para recordar y aprender de la historia —incluso cuando todo el mundo quiere olvidar. Esta Cuaresma necesitamos recordar y orar por los cristianos armenios que murieron hace 100 años. Como nosotros, eran parte del pueblo de Dios; el pueblo  de nuestro Señor Jesucristo. La memoria de su sufrimiento debe mover nuestros corazones y nuestras energías a ayudar a los millones de cristianos que sufren ahora en el Medio Oriente y alrededor del mundo.

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Para más información sobre el genocidio armenio, lea “The Burning Tigris: The Armenian Genocide and America’s Response,” de Peter Balakian (HarperCollins, Nueva York, 2004; disponible en Kindle y en edición de bolsillo.