Al entrar en los últimos días de Adviento antes de nosotros entregar, con razón, nuestros corazones a la alegría de la Navidad, podemos tomarnos unos minutos para considerar dos breves pasajes del pasado sobre el significado profundo de la temporada.
Aquí está el primero. El gran pastor luterano Dietrich Bonhoeffer escribió
Nos hemos acostumbrado tanto a la idea del amor divino y a la venida de Dios en Navidad que ya no sentimos el estremecimiento de temor que la venida de Dios debe despertar en nosotros. Somos indiferentes al mensaje [Adviento], tomando sólo lo agradable y conveniente del mismo y olvidando el aspecto serio, que el Dios del mundo se acerca a la gente de nuestra tierra y nos reclama. La venida de Dios verdaderamente no es sólo buena nueva, sino primero que nada noticia aterradora para todo aquel que tiene una conciencia.
Sólo cuando hemos sentido el terror del asunto podemos reconocer la incomparable bondad. Dios entra en medio del mal y la muerte y juzga el mal en nosotros y en el mundo. Y juzgándonos, Dios nos limpia y nos santifica, viene a nosotros con gracia y amor. Dios nos hace felices como sólo los niños pueden ser felices. Dios quiere siempre estar con nosotros, en nuestro pecado, en nuestro sufrimiento y muerte. Ya no estamos solos; Dios está con nosotros.
Bonhoeffer conocía ambos la alegría y el costo de su fe cristiana, y él vivió su discipulado heroicamente en tiempos muy difíciles. Pero no estaba solo en su heroísmo, ni en la predicación del verdadero significado del Adviento desde las profundidades de Alemania en la segunda guerra mundial. Aquí está un segundo pasaje para nuestras oraciones de diciembre:
Podemos preguntarnos por qué Dios nos ha enviado en este tiempo, por qué él ha enviado este torbellino sobre la tierra, por qué nos mantiene en este caos donde todo aparece oscuro y sin esperanza y por qué esto no parece tener fin. La respuesta a esta pregunta es quizás que estamos viviendo en la tierra en una seguridad absolutamente falsa y falsificada. Y ahora Dios golpea la tierra hasta que resuene, ahora él sacude y rompe; no para llenarnos de temor, sino para enseñarnos una cosa –el movimiento más profundo del espíritu y el ser movido…
El mundo necesita hoy personas que han sido sacudidas por calamidades extremas y que emergen de ellas con el conocimiento y la conciencia de que aquellos que miran al Señor serán conservados por él, incluso si son acosados de la tierra. El mensaje del Adviento proviene de un encuentro del hombre con lo absoluto, lo final, el Evangelio. Por lo tanto, es el mensaje que sacude –para que al final, el mundo sea sacudido.
El sacerdote jesuita Alfred Delp escribió esas palabras desde una celda poco antes de que el Tercer Reich lo ejecutara –al igual que a Dietrich Bonhoeffer– por la resistencia contra el régimen de Hitler.
Estos son pensamientos inquietos para una «temporada navideña» en un tiempo profundamente religioso y ahora, en gran parte, una excusa para ir de compras sin parar. Y sin embargo, ellos son la tierra de la cual la esperanza y el gozo verdadero cristiano deben crecer. Nos recuerdan por qué Adviento, como una temporada, es tan vital para entender el conjunto de la revelación cristiana. El bebé nacido en Belén viene a traernos luz y paz, y celebrando esa gran verdad realmente hace de la Navidad la más maravillosa época del año.
Pero para ganar nuestra redención, crecerá el niño Jesús en un hombre que morirá por nosotros y resucitará. Jesucristo viene para liberarnos del mal en nosotros mismos y en el mundo que mató a Dietrich Bonhoeffer y a Alfred Delp; un mundo que sigue cargando a los débiles, los pobres y el inocente con el sufrimiento y la violencia.
Como escribió Alfred Delp, Jesús viene a sacudir todo, no sólo la vanidad de los ricos y poderosos, ni el odio en los corazones de los terroristas, pero la indiferencia y la insensibilidad en nuestras propias y muy ordinarias vidas. El Adviento es recordatorio de que Jesús viene no sólo como un bebé en un pesebre de Belén, sino como juez de todos los hombres y las mujeres al final del tiempo. Es una temporada no sólo para mirar hacia el futuro con alegría, sino también hacia el interior en arrepentimiento y reforma.
Jesucristo viene a sacudir todo. Tenemos que recordar eso al tranquilar nuestro corazón para la Navidad. Que él venga rápidamente.
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