Archbishop Charles J. Chaput

Archbishop Charles J. Chaput

El reformador protestante Martín Lutero dijo una vez: «No mienta cuando ore». Sus palabras pueden ser más leyenda que realidad, pero su contenido todavía suena muy cierto. Y son buenas para recordar mientras nos preparamos para el día feriado de la semana que viene (enero 18) en honor de Dr. Martin Luther King Jr. King nos enseñó a ser honestos acerca de nuestra fe y las convicciones que deben derivarse de ella. Tomó la Escritura en serio -especialmente sus pasajes sobre el perdón, el amor y la justicia- y actuó en ellos, negándose a tener en cuenta el costo.

Muchos de nosotros que nos llamamos cristianos, sobre todo en un país rico como el nuestro, caemos en el hábito de vivir nuestras creencias religiosas como si fueran eslóganes morales. Utilizamos nuestra fe buscando comodidad cuando nos sentimos tristes o cuando sufrimos. Pero muchos de nosotros realmente nunca llevamos las consecuencias de creer en Jesucristo más allá de eso.

Estamos avergonzados de compartirlo con los demás. Ignoramos o diluimos sus enseñanzas cuando se trata de nuestras actitudes raciales, o nuestra economía o nuestra política. Y eso se adapta a lo moderno muy bien, porque cuando nuestra fe sigue siendo privada, no tiene consecuencias públicas. La insensibilidad del mundo puede seguir como de costumbre, e imperturbable.

El problema con tal fe es éste: Es una forma de mentir. Dr. King entendió esto muy bien. Vio claramente que el mayor enemigo de Dios en todas las épocas no viene en la forma del mundo o de la carne o del diablo. Se presenta en la fe tibia del pueblo de Dios. Si queremos saber por qué el mundo no es un lugar mejor, sólo tenemos que mirar en el espejo.

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La Epístola de Santiago nos dice «pongan por obra lo que dice la Palabra y no se conformen con oírla» (1:22), porque «la fe: si no produce obras es que está muerta» (02:17). Dios no nos hizo para que seamos «suficientemente buenos» seres humanos. Él nos hizo para ser santos. Él nos hizo para la grandeza y el heroísmo. Cada corazón humano, cristiano o no, instintivamente sabe eso. Dios llama a cada uno de nosotros para transformar el mundo, y si no vivimos como Dios nos propone vivir, el mundo seguirá siendo como lo es -un lugar de conflicto, prejuicio y  violencia.

Dr. King dijo una vez: «Si usted quiere cambiar a las personas, hay que amarlas; y ellas necesitan saber que usted las ama». En mis 45 años de sacerdocio, nunca he olvidado esas palabras. Dr. King amó bien, y por el poder de ese amor, él ayudó a cambiar el corazón de una nación. Devolvió odio con perdón, y por el poder de ese  perdón, él demostró que la fuerza real y la verdadera justicia provienen de amor, no de violencia.

En su Carta desde una cárcel de Birmingham, Dr. King escribió, «el problema no estriba en saber si hemos de ser extremistas, sino en la clase de extremistas que  seremos. ¿Llevaremos nuestro extremismo hacia el odio o hacia el amor? ¿Pondremos el extremismo al servicio de la conservación de la injusticia o de la difusión de la justicia?». Dr. King respondió esas preguntas por el ejemplo de su vida. Y el testimonio que nos dejó invita a cada uno de nosotros, cristianos y no cristianos, a que hagamos lo mismo.

No mienta cuando ore. Necesitamos vivir honestamente. Tenemos que actuar sobre las convicciones en las que decimos creer -la igualdad racial, la justicia económica, la santidad de la persona humana desde el niño sin nacer hasta los ancianos; desde la concepción hasta la muerte natural. La mentira más grande de los últimos 100 años es que las personas no pueden hacer la diferencia; que nuestros problemas son muy grandes y complicados para que las personas comunes puedan hacer algo al respecto.

Dr. King demostró que Dios puede usarnos para hacer cualquier cosa –cualquier cosa, incluso tocar la conciencia de la mayor potencia del mundo- si una persona lucha por la verdad en un espíritu de amor. Eso es lo que la vida de Martin Luther King, Jr., significa. Eso es lo que significa el discipulado en Jesucristo. Esa es una lección que todos necesitamos recordar, este año y cada año.