La decisión Roe v Wade de la Corte Suprema del 22 de enero de 1973 es importante por dos razones: su razonamiento es defectuoso y su efecto es destructivo. En la práctica, Roe legalizó el aborto en demanda. Nuestra vida pública ha sido envenenada durante 43 años. Ha permitido la matanza de decenas de millones de niños nonatos, toda una generación americana. Los «procedimientos» de aborto –un eufemismo aséptico digno de George Orwell– han marcado emocionalmente a millones de adultos, hombres y mujeres.
Los partidarios del aborto hablan muy bien acerca de los cuidados de la salud reproductiva. Pero hay muy poco cuidado de la salud en el homicidio. Simplemente no hay forma de darle la vuelta a cómo el vivo, nonato hijo o hija en desarrollo –visible en cualquier máquina de ultrasonido, termina muerto al final del malabarismo verbal de la industria del aborto.
La realidad del aborto es la carnicería de la ‘clínica’ de Filadelfia manchada de sangre de Kermit Gosnell, y es la crueldad y las ganancias inmorales capturadas por los videos de Planned Parenthood del año pasado –no las suavizantes coartadas de los memorandos de relaciones públicas proelección (pro-choice) y de los medios de comunicación fanáticos. Los partidarios del aborto hacen hincapié en la importancia de los derechos reproductivos. Pero violan sistemáticamente el derecho más básico de todos: el derecho a la vida.
Los defensores del «derecho a elegir» afirman a menudo que la mayoría de los estadounidenses apoyan el derecho al aborto. Pero las encuestas son fácilmente mal usadas o mal entendidas. La información clave es a menudo pasada por alto u omitida porque no se ajusta al argumento preferido. La más reciente encuesta del Marist Poll, encargada por los Caballeros de Colón y hecha pública justo esta semana, encontró que el 44 por ciento de los estadounidenses encuestados se describen como provida, mientras que el 51% se describe como proelección. Pero las estadísticas realmente reveladoras emergen de esas amplias etiquetas.
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Más del 80 por ciento de los estadounidenses, incluyendo dos tercios de los partidarios de la opción proelección, restringiría el aborto –como máximo– al primer trimestre del embarazo. Por un margen de 25 puntos, los estadounidenses creen que el aborto hace a las mujeres más daño que bien. El sesenta por ciento cree que el aborto es moralmente incorrecto. Y el 77 por ciento cree que nuestras leyes pueden proteger ambos, la madre y su hijo nonato. Casi el 70 por ciento se opone al uso de fondos públicos para el aborto. Más del 60 pro ciento apoya legislación que prohibiría el aborto después de 20 semanas de embarazo, excepto para salvar la vida de la madre.
En un sentido inmediato, estos hechos cambian nada. Cuarenta y tres años después de Roe, la industria del aborto es más corpulenta en dinero público y piadosa en sus propios engaños. A sus dirigentes realmente no les importa lo que piensan los estadounidenses porque ellos han sido ideólogos («guerreros de cultura» para tomar prestada una frase) desde el principio, jugando el juego de cambiar las actitudes de las personas a través de la acción judicial agresiva y los medios de comunicación simpatizantes.
Es una estrategia inteligente. Debía de haber trabajado. Así que es comprensible que los líderes de la industria estén molestos y desconcertados –y cada vez más paranoicos, de que los provida no han desaparecido; porque no lo han hecho. Todo lo contrario.
Vemos la prueba cada mes de enero. Inminentes problemas de nieve y el transporte pueden afectar la participación de la Marcha Anual por la Vida hoy en Washington, D.C. Pero eso no es una preocupación. Ha sucedido antes, y sin embargo año tras año, a pesar de la desaprobación de los medios de comunicación y el clima incierto, los números de los que desfilan en la Marcha por la Vida siguen llegando y siguen creciendo. Ellos también son cada vez más jóvenes.
He aquí el porqué. El aborto no es como otros temas sociales. Es visceral; instintivamente repugnante; una obscenidad en el presente y la negativa del futuro. No puede reducirse a una disputa teórica o una cortina de humo de lenguaje lavado acerca de la «salud reproductiva». Salud nunca puede significar homicidio. No importa lo buena que es la gimnasia verbal, ninguna firma de relaciones públicas «proelección» puede escapar la violencia en carne y sangre a la madre y el niño y la mentira a las mujeres que se producen en cada aborto.
El feto está vivo, es inocente y ahora es observable, gracias a la misma tecnología médica que pervierte la industria del aborto en cada asesinato. Puede que los jóvenes de hoy difieran de las generaciones anteriores de muchas maneras, pero matar vidas inocentes no es una de ellas.
Y ese simple hecho en este 43 aniversario de Roe, con mucho esfuerzo, puede ser el comienzo de una nueva y mejor cultura que respete la santidad de la vida humana en todas las etapas. Que nosotros, con la ayuda de Dios, lo hagamos así.
Los resultados completos del Marist Poll están disponibles del Marist College Institute for Public Opinion,Poughkeepsie, NY, y de los Caballeros de Colón, New Haven CT. Ver http://www.kofc.org/un/en/news/polls/index.html
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