Maria-Pia Negro Chin

Maria-Pia Negro Chin

El año pasado, jóvenes católicos orando en las calles de Nueva York realizaron una obra teatral. Un joven invitaba a Jesús a tomar el volante de su coche, pero se asustaba y se aferraba al volante antes de que Jesús pudiera conducir. Me recordó las veces que he orado por algo, pero no tuve la paciencia para esperar a que Dios actuara.

A veces esperar la acción de Dios es difícil porque solamente vemos las cosas desde nuestro punto de vista. No sabemos o entendemos los tiempos o planes de Dios. Sabemos que él nos ama, y por eso tratamos de ser pacientes.

La paciencia conlleva soportar las dificultades o las pruebas confiados en la providencia de Dios. A pesar de que vivimos en un mundo de gratificación instantánea, la necesidad de esperar las cosas pacientemente es una virtud, de hecho, como dice Gálatas 5:22, es un fruto del Espíritu. San Agustín llamó a la paciencia compañera de la sabiduría.

Ser paciente implica practicar otras virtudes como la humildad, el autocontrol, la tolerancia y la generosidad.

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Pasamos mucho tiempo de nuestra vida a la espera: esperando en la línea de la escuela, esperando en el consultorio médico o esperando la hora de la cena. Esas situaciones cotidianas requieren que seamos pacientes. Otras veces, nuestra paciencia se pone prueba con tribulaciones como la traición de un amigo, la falta de trabajo o la enfermedad de un ser querido.

Estas pruebas también forman parte del plan de Dios para que crezcamos en la fe. La espera puede acercarnos a él, o darnos más tiempo para estar realmente listos para lo que esperamos. Reaccionar con paciencia o impaciencia depende de nosotros.

Así mismo, la paciencia nos permite trabajar bien con otros, tener mejores relaciones con nuestros compañeros de clase y lograr metas. Además, puede fomentar una confianza y entereza que conducirán al éxito más adelante, así como el cultivar la aceptación, la amabilidad y la compasión hacia los demás.

A menudo, lo que vale la pena toma tiempo (y esfuerzo) y nos hace pensar en las consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, el cultivar relaciones significativas, llevar una vida sana y alegre, desarrollar una carrera y ahorrar para el futuro, todo implica paciencia y perseverancia.

Esos momentos cuando tenemos que esperar, nos recuerdan que no tenemos el control … ¿Cuándo nos enfrentamos a esto, continuamos siendo firmes o nos frustramos? No es fácil, pero podemos manejar nuestra reacción a los retrasos en los planes y la incomodidad que traen. Si confiamos en Dios, poco a poco, nuestra paciencia crecerá.

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Dado que podemos satisfacer algunas de nuestras necesidades rápidamente — entregas de correo de dos días, temporadas completas de programas de TV disponibles, respuestas a cualquier pregunta a nuestro alcance — ser impaciente puede convertirse en nuestro estado de ánimo natural. Entonces, ¿cómo cultivar la paciencia en un mundo impaciente?

Piense en la paciencia como un músculo que necesita ejercitarse constantemente. Al practicar la paciencia, podemos ganar la fortaleza para esperar.

Respire profundamente y dese cuenta de que los retrasos son temporales. Evite el resentimiento o la ira y en cambio de gracias por las bendiciones que ya ha recibido. Buscar el propósito de Dios también puede ser una manera de recordar que él quiere lo mejor para usted.

Practicar la paciencia nos da esperanza y nos permite descansar en el Señor.

Como dijo Santa Teresa de Ávila: “Nada te turbe. Nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.”