Hosffman Ospino

Hosffman Ospino

El nombramiento de obispos hispanos como ordinarios de las diócesis de California o Texas o Florida es bastante común. Esto no sorprende a nadie, pues la mayoría de los católicos en el Sur y el Oeste son hispanos.

Sin embargo, el reciente nombramiento de monseñor Nelson J. Pérez como el próximo obispo de Cleveland tiene bastante de novedoso. Es un evento de grandes incidencias históricas para el catolicismo estadounidense.

Muchos reportes han observado que monseñor Pérez es el primer obispo hispano de Cleveland. Más interesante aún es el hecho de que él es el primer obispo hispano en guiar una diócesis en el todo el Medio Oeste del país.

El Medio Oeste junto con el Noreste tienen las concentraciones más altas de católicos euroamericanos. Estas son las regiones en las cuales se estableció la mayoría de católicos que llegaron de Europa durante el siglo 19 y comienzos del siglo 20.

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En las últimas décadas, el catolicismo en el Medio Oeste ha experimentado transformaciones demográficas, raciales, étnicas y culturales profundas. Estas transformaciones han renovado la atención sobre la gran diversidad que ha existido por mucho tiempo entre los católicos que viven en esta región.

Algunos de estos cambios son pequeños. Otros son mucho más significativos, aunque con frecuencia son considerados como marginales al compararlos con expresiones predominantes de vida católica. De todos modos, el cambio se sigue dando poco a poco y seguirá transformado al catolicismo en el Medio Oeste.

Monseñor Pérez asume el liderazgo de una diócesis que es altamente blanca, euroamericana, con un 10.7 por ciento de hispanos, 2.3 por ciento de católicos de raza negra y un 1.6 por ciento de católicos asiáticos y de las islas del Pacífico. También hay unos cuantos católicos de otras familias culturales. Todo parece indicar que esta diversidad seguirá incrementando.

Mientras más grandes las ciudades en la región, como en el caso de Detroit, Indianápolis y Chicago, más diversa es la población católica a nivel cultural.   

Sin duda alguna la presencia de monseñor Pérez hará que se ponga más atención a la población hispana en la región, la cual crece rápidamente. El obispo cubanoamericano, nacido en Miami, es perfectamente bilingüe y bicultural.

Monseñor también está posicionado de manera única para relacionarse con muchos otros católicos gracias a su experiencia personal y pastoral. Siendo hijo de inmigrantes cubanos, su historia converge con la de muchos inmigrantes, exiliados y refugiados. Sus raíces afroamericanas le permiten relacionarse más de cerca con el itinerario de los católicos de raza negra.

Como católico estadounidense, monseñor Pérez camina cultural y religiosamente con sus hermanas y hermanos católicos en un momento en el que seguimos discerniendo la diversidad cultural como una bendición. Como pastor, él tiene la responsabilidad de acompañar a todos los católicos que se le han encomendado.

Un líder pastoral ciertamente no tiene que ser irlandés para servir a los católicos irlandeses, o hispano para servir a los católicos hispanos, o vietnamita para servir a los católicos vietnamitas. La clave es familiarizarse al máximo con las realidades espirituales, eclesiales y culturales de las comunidades que uno sirve.

Monseñor Pérez y un sinnúmero de líderes pastorales hispanos están cada vez más preparados y listos para servir a toda la comunidad católica en nuestro país. No se pudiera esperar menos. Necesitamos dedicar más recursos para cultivar a esta clase de líderes.

El saber esto desafía la presunción poco razonable de que los líderes pastorales hispanos han de servir primordialmente a los católicos hispanos. No creo haber conocido una sola persona que piense que un obispo que no es hispano deba servir primordialmente a católicos que no son hispanos. Tal negligencia intencionada sería pecaminosa.

Monseñor Pérez es el primer obispo hispano a cargo de una diócesis en el Medio Oeste. Seguramente el primero de muchos. Esto es una buena noticia para la iglesia en los Estados Unidos.

Cuando Boston esperaba el nombramiento de un nuevo arzobispo en el año 2003, le comenté a un amigo sacerdote, el cual es irlandés-americano, que me encantaría ver a un obispo hispano guiando el rumbo de esta arquidiócesis. Él me dijo, “El catolicismo en Boston es muy irlandés; no creo que en mi vida veré a un latino guiando a esta diócesis.” A lo cual respondí, “¡Por qué no!”