«No conozco otro país donde, en general, reine menos independencia de criterio y verdadera libertad de diálogo que en Estados Unidos». –– Tocqueville, «La democracia en Estado Unidos»
Alexis de Tocqueville fue el gran cronista francés al principio de los Estados Unidos. Casi 200 años atrás, él vio una tensión básica en nuestro carácter nacional. Esto es: los estadounidenses colocan un gran estrés en los derechos individuales; pero también somos muy conformistas. La dinámica de la autoafirmación y el miedo de estar fuera de sintonía con la manada es una de las principales contradicciones de la vida estadounidense; nadie quiere que se les diga qué hacer; pero la mayoría de nosotros quiere urgentemente estar dentro de la gama constantemente cambiante de opiniones aceptables.
Un buen ejemplo ocurrió la semana pasada.
El martes, 29 de agosto, un grupo de prominentes eruditos evangélicos y pastores –incluyendo respetadas voces públicas como Russell Moore, emitió el «Nashville Statement» (declaración de Nashville). Vale la pena leer el original, en lugar de leer acerca de él. Nada en el documento es impactante o beligerante; por el contrario: en su preámbulo y 14 artículos, el texto reafirma simplemente históricas creencias bíblicas sobre el matrimonio, la castidad y la naturaleza de la sexualidad humana. Los críticos podrían cuestionar su tiempo o su estructura o su redacción; algunos evangélicos lo han hecho. En un tiempo normal, sin embargo, la declaración no haría historia.
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Pero no vivimos en un tiempo «normal»; vivimos en medio de una guerra cultural. Un esfuerzo metódico se está desarrollando ahora en los medios de comunicación para reformular las verdades bíblicas como una forma de «odio», para remodelar la opinión pública lejos de esas verdades bíblicas y para silenciar a cualquier persona que permanezca fiel a la enseñanza cristiana en asuntos de comportamiento sexual, identidad, familia y matrimonio. El mensaje es simple: cumplir con los nuevos dogmas de la manada o disfrutar las consecuencias. Lo que explica el torrente de desprecio público que rápidamente fue derramado sobre el Nashville Statement.
Felizmente, tres días después de la declaración, el cardenal Robert Sarah abordó algunos de los mismos temas desde una perspectiva católica en el Wall Street Journal. Sarah hizo hincapié en que «amar a alguien como Cristo nos ama significa amar a esa persona en la verdad». La sexualidad es un don de Dios con belleza y propósito. Dentro del matrimonio, la intimidad sexual es una fuente de unidad, alegría y vida nueva. Al mismo tiempo, la Escritura es clara sobre la naturaleza destructiva de la promiscuidad en cualquier forma; la llamada a la castidad aplica a todas las personas, cualesquiera que sean sus inclinaciones sexuales.
Sarah señaló especialmente que «En su enseñanza sobre la homosexualidad, la Iglesia dirige sus seguidores distinguiendo sus identidades de sus interés y sus acciones». Las personas merecen respeto y comprensión como hijos de Dios. Pero las «relaciones homosexuales son gravemente pecaminosas y dañinas para el bienestar de quienes participan en ellas. A las personas que se identifican como miembros de la comunidad LGBT se les debe esta verdad en caridad, sobre todo del clérigo que habla en nombre de la Iglesia… ”
En otras palabras, tenemos que hablar la verdad con amor; la verdad sin amor se convierte en un arma. Pero no verdadero amor ni piedad auténtica, puede existir separado de la verdad.
Dicho todo lo anterior, ¿cuál es el punto de esta columna?
Éste es: Dios existe. Su creación tiene un orden natural; nuestra sexualidad es parte de ese orden de vida. Tarde o temprano, la naturaleza derrota a la ideología; no importa qué tan fuerte o ampliamente compartido o persuasivo un mal sistema de ideas pueda parecer. Siempre pierde. El problema, como aprendimos en el siglo pasado, es que el pensamiento insensato y perverso puede tomar mucho tiempo para morir; y puede arruinar muchas vidas y envenenar sociedades enteras en el proceso.
El sexo informa íntimamente nuestra idea de lo qué y quiénes somos como seres humanos. El comportamiento sexual y las relaciones nunca son asuntos puramente privados; siempre tienen consecuencias e implicaciones sociales. Las disfunciones en la actitud actual de nuestra nación hacia el sexo por lo tanto ascienden a una clase de virus mental, un escape de la razón y el sentido común.
Hay un montón de evidencia de lo que acabo de decir, y vale la pena examinarlas. Les recomiendo dos lugares excelentes para comenzar; de hecho, ambos deben «ser leídos»
El primer recurso es Ashley McGuire, editora fundadora de la revista altFem (altfemmag.com) y una de los escritores jóvenes más talentosos, crítica cultural y profesora en Estados Unidos. Ella es también esposa y madre, y trae todas estas habilidades en Sex Scandal: The Drive to Abolish Male and Female (Regnery), publicado a principios de este año.
El título es sagaz y McGuire escribe con estilo, energía e ironía sarcástica. Ella arranca de la premisa de que «De algún modo, se ha convertido en una violación del código de conducta aceptado sugerir que los hombres y las mujeres son diferentes y actúan en consecuencia». Entonces ella lo demuestra con un recorrido de noticias del frente cultural —documentando ejemplos vívidos, uno detrás del otro, de nuestras falsas ilusiones actuales sobre sexo y género y los desechos humanos que dejan en su estela.
El segundo recurso es Mark Regnerus. Prof esor Regnerus, un sociólogo de la Universidad de Texas, Austin, está muy familiarizado con las nuevas ortodoxias de sexo de hoy y el costo de cuestionarlas; el comportamiento sexual es uno de sus campos de estudio. Desgraciadamente para él, su obra ha desafiado el pensamiento de muchos de sus colegas; como resultado, ha sido blanco de sostenidos feos ataques personales y profesionales (sin éxito).
El último libro de Regnerus es Cheap Sex: The Transformation of Men, Marriage and Monogamy (Oxford University Press). Es una obra importante, bien escrita, profundamente absorbente en el mercado de apareamiento moderno —vital lectura para cualquiera que quiera entender la dinámica de los comportamientos sexuales estadounidenses actuales, con la ardua investigación social que Regnerus proporciona para sus conclusiones. Cualquiera en el ministerio de matrimonio y familia, o en la formación de adultos, hombres y mujeres, debe tener un conocimiento de este texto.
Voy a terminar con una noticia y un pensamiento.
Ésta es la noticia. La profesora Amy Barrett es una distinguida (católica) profesora de derecho en la Universidad de Notre Dame. Ella es también candidata de la Casa Blanca para la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito. En las audiencias de confirmación el miércoles, 6 de septiembre, los senadores democráticos repetidamente hicieron veladas preguntas vinculadas a su fe católica sobre la capacidad de Barrett para servir. Pero lo sorprendente del día vino de la demócrata Dianne Feinstein. La senadora mostró preocupación a Barrett porque el «dogma vive fuertemente en ella» –esto, de una persona cuyo nivel de decibeles dogmáticos sobre los «derechos» del aborto podría romper ventanas.
Éste es el pensamiento. Muchos cristianos fieles todavía dejan a sus convicciones «vivir fuertemente» en sus corazones y acciones. Se llama testimonio; lo que se necesita es un poco de valor. Así que tal vez ellos, y todo el resto de nosotros que buscamos seguir a Jesucristo, debemos subir el volumen.
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Nota del editor: el texto completo del “Nashville Statement” puede encontrarse en https://cbmw.org/nashville-statement.
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