En los últimos meses he cedido mi espacio de columna a adultos jóvenes en varias ocasiones. He utilizado este espacio para ofrecer sus opiniones sobre el Sínodo de los Obispos del 2018 centrándose en la juventud. Ese sínodo inicia esta semana en Roma, el miércoles, 3 de octubre. A continuación es una carta que recibí el 30 de septiembre de la India. El texto se usa con la autorización del autor; el nombre no es revelado a su petición.
Su excelencia:
Soy un joven adulto católico de rito Syro Malabar que vive en la India. Me gustaría expresar mis reflexiones sobre el próximo sínodo.
He leído el artículo reciente, The Synod on Youth: An Exchange (First Things web, 9.28), el intercambio entre usted y otro sacerdote estadounidense sobre problemas en el documento de trabajo Instrumentum laboris del sínodo. Él escribe: «El interés en escuchar [las experiencias y deseos de los jóvenes] es precisamente para que la enseñanza pueda ser recibidas con eficacia (vea el párrafo 53)».
Pero el no. 53 del Instrumentum en realidad no declara que el interés en la escucha es para que la enseñanza pueda ser recibida con eficacia. El párrafo ciertamente apunta hacia esa dirección y está a punto de decirlo, pero no lo dice realmente. Aquellos que confían en las buenas intenciones de los padres sinodales no verían esto como un problema, pero ese es precisamente el problema en cuestión. Lamentable, la jerarquía simplemente no tiene la confianza de una parte significativa de los laicos; esta confianza debe ser recuperada, y ciertamente no va a ser recuperada por hablar como si tienen algo que ocultar. La gente ya está familiarizada con este tipo de lenguaje evasivo que contiene lagunas, habiéndolo oído de embaucadores en forma de políticos y empresarios.
Los puntos de Orwell en su ensayo incisivo Politics and the English language (La política y el idioma inglés) son pertinentes
«… el escritor tiene un significado y no puede expresarlo o dice inadvertidamente otra cosa o le es casi indiferente que sus palabras tengan o no significado. La gente que escribe de esta manera manifiesta un significado emocional general —detesta una cosa y quiere expresar solidaridad con otra— pero no está interesada en los detalles de lo que está diciendo. Un escritor cuidadoso, en cada oración que escribe, se hace al menos cuatro preguntas, a saber: 1) ¿Qué intento decir? 22) ¿Qué palabras lo expresan? 3) ¿Qué imagen o modismo lo hace más claro? 4) ¿Es esta imagen lo suficientemente fresca para producir efecto? Y probablemente se haga dos más: 1) ¿Puedo ser más breve? 2) ¿Dije algo evitablemente feo?
Si la Iglesia quiere que la gente joven la escuche, ella debe primero convencernos de que tiene un mensaje, que ella está calificada para predicarlo, y que ella lo hace con convicción y compasión.
La sociedad en que yo vivo probablemente tiene mayor respeto por los valores tradicionales que la sociedad estadounidense dominante, y por lo tanto, el estado de la Iglesia es diferente en los dos lugares. En mi vida, han habido dos cosas en los sacerdotes que me han enojado. Una es la amargura y la excesiva rigidez. No estoy diciendo en absoluto que profesar la fe está mal; en cambio, me refiero a los sacerdotes que tienen un mal temperamento y usan malas palabras o usan un lenguaje insultante. El segundo problema es que los sacerdotes a veces no están disponibles para la confesión; varias veces, he ido a mi parroquia y he descubierto que no podía confesar mis pecados en esos momentos.
También me gustaría traer a colación que la iglesia en la India está sufriendo por el dolor del escándalo. Una monja acusó a obispo de abuso; un grupo de monjas hizo una manifestación pública de protesta pidiendo que el obispo fuera arrestado. El obispo entonces fue detenido por la policía; el caso está en curso, no ha sido condenado aún y él niega cualquier acto indebido. Los medios de comunicación están llenos de noticias acerca de esta historia, y esto se ha convertido en un tema de conversación en muchos hogares. Desafortunadamente, muchos conceptos erróneos sobre la Iglesia y la jerarquía también se propagan junto con hechos y opiniones en estas conversaciones.
En First Things (First Things sitio web, 9.21), usted ha dicho recientemente: En los últimos meses, he recibido decenas de correos electrónicos y cartas de laicos, clérigos, teólogos y otros académicos, jóvenes y viejos, con sus pensamientos sobre el sínodo de obispos de octubre en Roma centrado en los jóvenes. Casi todos notan la importancia del tema. Casi todos alaban la intención del sínodo. Y casi todos plantean preocupación de un modo u otro acerca de la fecha y el posible contenido del sínodo.
Yo también, noto la importancia del tema, elogio la intención del sínodo, pero tengo preocupación acerca de la fecha y el posible contenido del sínodo.
Puedo dar fe de que los escritos y discursos del papa emérito Benedicto me han conmovido por su agudeza y profundidad. Aunque todavía no conozco toda la profundidad de la fe católica, al menos sé que existe tal profundidad. La crítica teológica que usted ofreció en First Things hace un buen trabajo al evaluar el contenido del Instrumentum laboris, pero descuida el tono del lenguaje del documento. Al menos en algunos lugares, Instrumentum posee un contenido trivial, insípido y superficial en lugar de un contenido sustancial. Pero Cristo nunca habló estas banalidades. San Pablo nunca habló estas banalidades.
De nuevo: Si la Iglesia quiere que la gente joven la escuche, ella debe primero convencernos de que tiene un mensaje, que ella está calificada para predicarlo, y que ella lo hace con convicción y compasión.
Gracias por considerar estas reflexiones.
J. K.
Kerala, India
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