Hosffman Ospino

Lo sé, “atemorizado” es un término bastante insinuante. Evoca un sinnúmero de sentimientos y reacciones. Exige que preguntemos por qué una persona o un grupo en particular se siente de esta manera. El término precisa un análisis de las causas y consecuencias de las situaciones que atemorizan.

Digámoslo abiertamente: Muchos, quizás millones de hispanos viven atemorizados. Sí, hoy en día, en los Estados Unidos de América, muchos de nuestros hermanos y hermanas hispanos viven en un estado permanente de temor.

El Diccionario de la Real Academia Española dice lo siguiente al referirse a la palabra temor y sus derivados: “que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.”

La definición le hace eco a lo que escucho cada vez con más frecuencia de parte de muchos hispanos a medida que viajo por los Estados Unidos. Sus razones para vivir atemorizados son muchas y no pretendo mencionarlas todas en una columna breve. Sin embargo, permítanme nombrar algunas.

[hotblock]

Un gran número de niños hispanos y de padres de familia, la mayoría mujeres, viven atemorizados al tener que enfrentarse al hecho de que el ser querido que sostenía el hogar haya sido deportado. El saber que nuestra familia puede ser separada y no volverse a reunir genera gran temor.

Muchos niños hispanos están atemorizados cuando descubren que pueden terminar en un hogar de adopción y no volver a ver a sus padres o familiares. Es atemorizador llegar a un país como niño, como es el caso de decenas de miles de niños latinoamericanos en años recientes, y pasar meses, quizás años en un centro de detención.

Cientos de miles de jóvenes hispanos cuyas vidas enteras dependen de medidas legales como el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) viven en temor porque su futuro depende de los caprichos de unas pocas personas, usualmente políticos millonarios y privilegiados, jugando a la ruleta de la suerte desde la tranquilidad de sus oficinas.

Cerca de un cuarto de millón de hispanos con Status de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), la mayoría salvadoreños, están atemorizados porque después de vivir en este país por décadas, formando familias y contribuyendo a esta sociedad, sus vidas serán trastornadas si el programa se suspende abruptamente, forzándolos a regresar a un país en el que no han vivido por mucho tiempo — y el cual muchos ni siquiera conocen.

Muchos hispanos, inmigrantes y nacidos en el país, vivimos atemorizados al ver que nuestra sociedad parece sentirse cada vez más cómoda con el uso de lenguaje y acciones explícitamente anti-hispanas. Nuestro bienestar — y el de nuestros hijos — está en juego.

[tower]

Los hispanos estamos atemorizados cuando se nos interroga de manera inusual — dos, tres y más veces — por lo que hacemos. Es atemorizador vivir y trabajar en ambientes en los cuales nuestros esfuerzos no son considerados confiables o nunca alcanzas las expectativas de otras personas.

En algunos estados, muchos hispanos que viven en status migratorio irregular están atemorizados y prefieren no ir a sus iglesias, restaurantes o centros comerciales. Muchos incluso evitan salir de sus hogares por temor a ser tratados como sospechosos por agentes de migración y de la fuerza pública.

Muchos católicos hispanos viven atemorizados al observar que algunos de sus líderes pastorales prefieren dar rienda suelta a sus convicciones políticas e ideológicas en lugar de servirles con amor pastoral a la luz del Evangelio. Algunas veces reciben las sobras de lo que se le ofrece a otros católicos; otras veces ni siquiera son bienvenidos. Aunque estos ejemplos negativos no son la norma, sí existen.

Toda circunstancia que conduzca a que la gente viva en un estado permanente de temor es una amenaza directa a su dignidad como hijos e hijas de Dios al igual que a sus derechos más esenciales como seres humanos.

Cerca de dos terceras partes de hispanos son católicos. El temor de estos hermanos y hermanas es el temor de la iglesia en este país. Es imperativo que hablemos de estos asuntos como comunidad de fe. Ser católico en los Estados Unidos exige posicionarnos en solidaridad con quienes viven atemorizados.

***

Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College.