Durante los últimos tres años escribiendo esta columna, mi esperanza es que algunas de ellas pudieran ayudar al menos a una persona en el camino de la fe, ya sea compartiendo testimonios o ejemplos de jóvenes inspiradores, opiniones sobre cómo alimentar la esperanza y fe, o proporcionando sugerencias concretas.
Momentos cómo la Cuaresma, (etapa actual de nuestro tiempo litúrgico y nuestra preparación espiritual hacia la Semana Santa), son momentos para acercarnos a Dios y convertirnos en las personas que él quiere que seamos.
A medida que entramos más profundamente en estas semanas de Cuaresma, aquí hay algunos recordatorios que, junto a las prácticas tradicionales de Cuaresma de la oración, ayuno y dar limosna, nos pueden ayudar a crecer en santidad:
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Tenga seguridad que su valor proviene de Dios. En la Jornada Mundial de la Juventud, los obispos aseguraron a los jóvenes que fueron amados por Dios, que sabe todo sobre nosotros (incluyendo nuestros errores) desde el principio. Uno de ellos dijo: “No eres un accidente, has sido planeado por Dios. … Esto significa que Dios desde la eternidad ha tenido un plan para tu vida”.
Otro obispo nos recordó que incluso cuando nos sentimos perdidos, las cosas mejoran cuando te acercas a Dios que “nunca te abandona”.
Escuche a sus mayores. Aunque a veces puede parecer que sus padres, abuelos o los adultos que lo criaron con amor y respeto, están en una onda completamente diferente, ellos se preocupan por usted, quieren escucharlo y tienen su mejor interés en el corazón. Los tiempos cuando ellos fueron adolescentes son muy diferentes, pero las emociones humanas son las mismas y los mayores pueden darle una perspectiva.
Pida apoyo. Ser adolescente en la actualidad es estresante y esas presiones y ansiedades pueden generar hábitos poco saludables que nos pueden alejar de Dios. Pero puede encontrar herramientas para enfrentar el estrés y desarrollar habilidades para resolver problemas. Además de la oración constante, hable con adultos responsable o con los profesionales entrenados como consejeros o terapeutas para ayudarlo a cultivar mecanismos para enfrentar retos.
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Hable cuando sea necesario. Puede usar su voz para defender sus valores o indicar su desacuerdo con amigos o compañeros de clase cuando lo dicho es falso, ofensivo o hiere a otros. Defender lo que uno cree a veces nos da miedo; como cuando uno es testigo de un grupo acosando a otros. Pero hable. No se unas al montón y trate de ser amable con la persona que está pasando por momentos difíciles.
Escuche y sea humilde. Intente comprender la perspectiva de otra persona y cómo él o ella percibe el mundo. Es posible que aún tenga opiniones diferentes y señale opiniones o comportamientos problemáticos, pero hágalo con amor y respeto hacia la persona. Tome decisiones informadas, basadas en hechos. Los desacuerdos son parte de la vida y puede tener conversaciones civilizadas sobre estos.
Sea amable con los demás. Tómese un tiempo para ser voluntario y apoye a causas u organizaciones en las que confíe. Visite un hogar para ancianos, ayude en un jardín comunitario, vaya al “Midnight Run” con su parroquia para alimentar a personas indigentes. Y recuerde que encontrarse con personas en las periferias puede incluir gente en su propia comunidad que podrían estar pasando por momentos difíciles, incluso aquellas que no les cae bien o que tienen actitudes molestas.
Acepte desafíos. No permita que el miedo al fracaso le impida tomar riesgos. No deje que el fracaso le impida intentarlo de nuevo. El fracaso y la vergüenza son parte de la vida y así es como aprendemos y crecemos. Alimenten su fe y coraje, no sus miedos.
Nuestro llamado a crecer en santidad existe mucho más allá de la Cuaresma. ¿Cómo empezará hoy?
Que Dios los acompañe y guíe en esta Cuaresma y todos los días de sus vidas.
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