WASHINGTON (CNS) — El obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini dijo que se ha dado cuenta, cuando visita a su familia en EEUU, que casi a todos los lugares donde va, las luces siempre están encendidas — incluso durante el día, incluso cuando hay suficiente luz natural para iluminar un ambiente.
Esas costumbres, dijo, son parte de una cultura que tiene que cambiar. El obispo Ramazzini y otros reunidos, en la Universidad Georgetown del 19 al 21 de marzo, dijeron que el planeta ya no puede afrontar las alteraciones medioambientales generadas por tales acciones, dejando a poblaciones vulnerables pagando las consecuencias adversas. Y si no se hace nada para limitar esas acciones, dijeron, pronto nadie escapará de las consecuencias que resulten de tal cultura del derroche.
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El obispo Ramazzini, así como otros líderes de la iglesia, junto a miembros de comunidades indígenas y de organizaciones medioambientales, vinculados a la Iglesia Católica y a otras instituciones religiosas, se reunieron en Washington a mediados de marzo como preámbulo al Sínodo de los Obispos sobre la Amazonia que será en octubre en el Vaticano. Los prelados y otros participantes en el sínodo analizarán la condición del medioambiente en la Amazonia y organizarán un plan de acción para miembros de la iglesia.
La mayoría de este trabajo ha de basarse en la encíclica “Laudato Si’,” o “Alabado Seas” del papa Francisco del 2015, la cual habla del consumismo y la degradación ambiental que genera, como el calentamiento global y el desplazamiento de comunidades indígenas a la vez que hace un llamado a la población para que actué.
Patricia Gualinga, miembro de la comunidad indígena Kichwa de Sarayaku, Ecuador, les pidió a los participantes que no digan “esos pobres ” cuando se refieren a las comunidades indígenas o grupos desfavorecidos tales como los pobres, quienes ahora están enfrentando las consecuencias de los problemas ambientales.
“Piensen en ustedes mismos”, les advirtió, porque “esos pobres” puede referirse a ellos y sus vecinos algún día muy pronto cuando los problemas del medioambiente alcancen el umbral de su puerta.
Los participantes del encuentro en Washington analizaron algunas de las estadísticas que muestran lo que puede pasar si lugares como la Amazonia sigue experimentando la deforestación al ritmo actual. La Amazonia sirve como “el pulmón del mundo”, donde las emisiones globales de monóxido de carbono pueden convertirse en oxígeno. Su deforestación no se trata solamente de desplazar a las comunidades indígenas que han vivido allí por mucho tiempo, además puede acelerar el calentamiento del planeta, generando patrones de clima extremo en todas partes.
A la iglesia le interesan estos asuntos, dijo el arzobispo Jean-Claude Hollerich de Luxemburgo, porque una parte del ser cristiano implica considerar “el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas” y cómo ellos pueden ser afectados por las propias acciones o hábitos de la población.
El obispo Ramazzini puso como ejemplo la costumbre de generar versiones más nuevas de teléfonos inteligentes, lo cual convierte en obsoletos a los productos lanzados al mercado solo un año antes. El consumidor no se detiene a pensar quién puede estar sacrificándose en otra parte del mundo para fabricar ese tipo de productos que otros desean, pero no necesitan.
Es razonable, entonces, poner en duda si una persona, a quien no le importa el bienestar de los demás, puede estar en comunión con la iglesia — dijo el arzobispo Hollerich.
En cuanto al medioambiente y su relación con Dios, el cardenal Luis Antonio Tagle de Manila, Filipinas, dijo que los cristianos deben tener en cuenta que el medioambiente es más que la naturaleza.
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“Es la creación. Hay un creador y ese creador nos ha dado esto (la tierra) por amor”, dijo.
Cuidar el planeta es parte de la cultura de vida que la iglesia defiende, dijo, y todavía “nosotros tratamos a la tierra, a los seres humanos, como si fuéramos los dueños, de modo que podemos disponer (de ellos) a nuestro antojo”.
Los participantes pidieron un giro, “una conversión ecológica”, que lleve a un cambio de mentalidad, pero también un cambio de estilo de vida, uno que tenga en mente la co-responsabilidad de los recursos del planeta. Ellos debatieron una amplia gama de tópicos, incluyendo el rol de las mujeres en el movimiento ambientalista; cómo la iglesia puede ayudar a las poblaciones indígenas a enfrentar la violencia en medio de los esfuerzos por mantener sus ambientes ancestrales; la pobreza; y la exclusión social vinculada a la degradación ambiental; pero también por qué estas preguntas deben importar a los cristianos y a aquellos interesados en construir una cultura de vida.
Por lo menos ocho cardenales acudieron a esta reunión en Washington, incluyendo al cardenal brasileño Claudio Hummes, presidente de la Red Eclesial Pan-Amazónica, la cual encabeza los esfuerzos en Washington. La organización, con sede en Sudamérica, vincula a las comunidades indígenas y organizaciones católicas en nueve países para responder a los retos que encaran aquellos que viven en la Amazonia.
Durante una conferencia de prensa el 20 de marzo en Georgetown, el cardenal Hummes dijo que se espera que el sínodo produzca acciones concretas y marque nuevos senderos para la acción.
Las comunidades quieren acción, dijo, no solo documentos para adornar las bibliotecas. Quieren una iglesia que camine con ellos, que esté cerca de ellos, y un esfuerzo por ayudar al planeta y a la humanidad requiere exactamente ese tipo de solidaridad, dijo el cardenal Hummes.
Sí, algunas veces se siente como que si la situación de enfrentar la cultura consumista bien establecida en el mundo es como la batalla entre David y Goliat, dijo el cardenal.
“Pero hay un detalle importante: David venció”, puntualizó.
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