Los científicos dicen que los diamantes necesitan para ser formados dentro de la tierra más de 350 toneladas de presión por pulgada cuadrada y niveles de calor por encima de 2200 grados Fahrenheit. Y como sabemos que el propio orden interno y la vida de Dios se imprimen en toda la creación, este simple hecho científico tiene algo que enseñarnos sobre la realidad espiritual
Los procesos naturales del mundo tienen significados enraizados en ellos; y la lección aprendida de los diamantes es que las cosas espirituales más preciosas surgen sólo de intensos retos y sufrimiento. En las palabras de Léon Bloy, «hay lugares que no existen en nuestros corazones hasta que nacen a la existencia a través del sufrimiento». La grandeza espiritual emerge sólo a través de una experiencia de la Cruz.
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Vemos esto claramente en la vida de san Juan Pablo II. En medio de la brutalidad de la Polonia ocupada por los nazis y luego gobernada por los comunistas, Dios formó un diamante espiritual en el corazón del joven sacerdote, Karol Wotyla. Él creía que la persona humana tiene una dignidad única que fluye de haber sido creada a imagen de Dios. Esta convicción, forjada en el sufrimiento, emergería en la escena mundial cuando Wotyla fue elegido al papado como Juan Paul II; se convertiría en una de las más importantes verdades que él predicó y enseñó enfáticamente a lo largo de su ministerio papal.
A través del pontificado de Juan Paul II, Dios le dio a la Iglesia y al mundo un antídoto para nuestros males modernos; porque, si nos fijamos lo suficiente, podemos ver que en la raíz de cada trastorno de nuestros días se encuentra una concepción errónea de la persona humana. La Iglesia puede responder a estos males, haciéndose eco de la verdad sobre la dignidad humana, revelada a nosotros por Jesucristo.
Esto me lleva a una invitación muy práctica. Nuestra Conferencia Arquidiocesana de Mujeres Católicas ha escogido este año para dedicarse a una determinada cita de Juan Pablo II en precisamente este tema. Ésta es:
«Por Dios y ante Dios, el ser humano es siempre único e irrepetible, alguien ideado y escogido desde la eternidad, alguien llamado e identificado por su nombre.» – Urbi et Orbi, Navidad 1978
A través de nuestra conferencia anual, las mujeres de la Arquidiócesis son invitadas a una experiencia extraordinaria de renovar su fe y redescubrir su dignidad personal, especialmente el hecho sorprendente de que cada persona es conocida, amada y llamada por Dios con un propósito particular. Y este propósito es «irrepetible», lo que significa que todas y cada mujer individual, y ella sola, es encargada de esa tarea, y que nadie nunca existirá que pueda replicar su misión.
Nuestros corazones fueron hechos para la grandeza, para realizar una tarea que tiene más sentido que uno simplemente terrenal, pero que tiene también implicaciones eternas. Nunca estaremos satisfechos hasta que descubramos la misión que nos pertenece a nosotros personalmente. Así que, mujeres de la Arquidiócesis, es un placer y una bendición para mí invitarlas a participar en la Conferencia de este año y reflexionar con sus compañeras hermanas en Cristo sobre el llamado de Dios a ustedes y sobre cómo abrazar más plenamente esa tarea suya. Estaré ahí para celebrar la misa de apertura y espero orar con ustedes y compartir el espíritu del día.
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La Conferencia de Mujeres Católicas 2019, «Única e irrepetible: su misión como una mujer católica», se llevará a cabo el sábado, 26 de octubre del 2019, 9:00-4:30 en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Czestochowa en Doylestown, PA. Para más información e inscripciones visitar http://www.catholicwomensconference.org/
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