Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

El plan de Filadelfia de crear un sitio seguro (ilícito) para la inyección de drogas, que recibió autorización legal de un tribunal federal a principios de este mes, es triste —pero no es sorprendente. La instalación propuesta es simplemente la última dosis de desesperación ofrecida por una cultura confusa y sufriente; una cultura que se niega a entender la verdadera naturaleza tanto de la adicción como de aquellos que la padecen.

Los que apoyan aseguran que estos sitios ofrecen una respuesta humana a la agonía de los atrapados en el abuso de sustancias. Los que proponen argumentan que es un lugar protegido que proporciona agujas limpias y Narcan (un aerosol nasal para contrarrestar las sobredosis de opioides) que salvará vidas y conducirá a la sobriedad.

Sin embargo, como a menudo dicen los que se recuperan, la verdad es la primera víctima de la adicción; los sitios seguros de inyección muestran cómo se pueden ignorar los hechos para servir a una política de salud pública politizada, compasión equivocada y datos defectuosos. Estas instalaciones son construidas en varias premisas falsas, la primera de las cuales es un concepto erróneo de la naturaleza humana.

Dios no nos creó para ingerir drogas ilícitas, incluso en entornos «supervisados», como la enseñanza católica deja claro. El Catecismo afirma que «el uso de la droga infringe muy graves daños a la salud y la vida humanas» (CCC, 2291) y que el uso de drogas «fuera de los casos en que se recurre a ella por prescripciones estrictamente terapéuticas es una falta grave» (CCC, 2291). La producción y el tráfico de estas drogas constituyen una «cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas gravemente contrarias a la ley moral» (CCC, 2291).

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Permitir que otros usen sustancias ilegales que ponen en peligro la vida viola claramente la ley divina; pero eso le importa poco a una sociedad que busca una píldora para cada dolor, así que vamos a examinar algunas otras razones por las que los sitios seguros de inyección fallan.

Los éticos advierten que los sitios violan los principios clave de la medicina: no hacer daño, y en su lugar hacer el bien. Suavizar el consumo ilícito de drogas niega el primero mientras falla en lograr el segundo. Estos sitios también usan financiación y recursos necesarios para las formas probadas de tratamiento de adicciones.

La ciencia en sí no apoya los sitios. A través de escaneos neurológicos avanzados, los profesionales médicos han llegado a ver la adicción como una enfermedad que reconecta el sistema de recompensas del cerebro, haciendo que una persona use drogas incluso cuando ya no producen el mismo efecto. Las investigaciones también han demostrado que los estímulos ambientales que acompañan el abuso de sustancias –es decir, dónde y con quién se toman las drogas– pueden causar oleadas condicionadas de dopamina que a su vez desencadenan antojos de la sustancia, incluso hasta en la sobriedad.

En otras palabras, el cerebro agrupa el efecto físico con todo el contexto del consumo de drogas, y lo almacena todo junto como un impulso autodestructivo que puede regresar al individuo a la adicción.

Es por eso que los grupos de recuperación de 12 pasos instan a los miembros a evitar a las personas, lugares y cosas que lo llevaron a su abuso de sustancias, no muy diferente de la orden de Cristo en Mateo 5:29-30 de sacarse el ojo derecho y cortarse la mano derecha para evitar el pecado. Al mejorar estos estímulos ambientales, los sitios seguros de inyección mantienen a las personas atrapadas en la adicción.

Además, la Sociedad Americana de Medicina de la Adicción (ASAM por sus siglas en inglés) revisó recientemente su definición de adicción para aclarar que no todo se debe a un mal cerebro. ASAM ahora reconoce «interacciones complejas» que incluyen «la genética, el medio ambiente y las experiencias de vida de un individuo», y subraya la importancia de la prevención.

Los sitios seguros de inyección, en cambio, simplifican en exceso la adicción, reduciendo a sus clientes a criaturas unidimensionales que deben ser anestesiadas para que no se den cuenta de su verdadera condición y busquen una recuperación real.

Se han hecho muchos estudios demostrando la efectividad de los sitios seguros de inyección. Sin embargo, los números de Insite, la primera instalación de este tipo en América del Norte, difícilmente pueden llamarse convincentes. Desde su apertura en 2003, unos 3,6 millones de clientes se han autoinyectado en el sitio con sede en Vancouver, pero solo 48,798 (o 1.35 por ciento) han recibido algún tipo de tratamiento contra la adicción. Esa cifra no especifica la forma, duración o sostenibilidad de dicha atención, todo bastante vital dado el riesgo significativo de recaída asociado con la adicción.

En general, carecemos de una investigación sólida y rigurosa sobre sitios seguros de inyección, y los estudios que tenemos son a menudo parciales. Garth Davies, de la Universidad Simon Fraser, ha observado que «gran parte de las pruebas comúnmente citadas sobre el efecto de [los sitios] no pueden justificarse» debido a una serie de errores metodológicos, incluida la falta de datos suficientes y controles estadísticos. Denielle Elliott, de la Universidad de York, una simpatizante del sitio seguro de inyección que trabajó en estrecha colaboración con el personal de Insite, señaló una «politización de la evidencia» que condujo a un «enfoque exclusivo» en la creación del sitio a expensas de otros esfuerzos, como la prevención del VIH/SIDA.

La angustia de la adicción no se limita a las personas y las familias, y los sitios seguros de inyección ignoran a otros profundamente heridos por el abuso de sustancias. Las comunidades están marcadas por la presencia de una instalación que normaliza los narcóticos ilícitos. Después de que se abrió la operación de Vancouver, el Ministerio de Seguridad Pública de Canadá declaró que eliminar de la vista la inyección de drogas y las agujas sucias no ha sido suficiente, ya que los residentes todavía sienten «una sensación de anarquía» reforzada por las actividades criminales que a menudo se requieren para asegurar las drogas ilegales.

A nivel mundial, millones de personas han sido explotadas despiadadamente por los carteles de la droga a través de la esclavitud sexual, el trabajo forzoso y los delitos violentos. Al autorizar el uso de drogas ilícitas, incluso en la búsqueda de la recuperación, los sitios seguros de inyección  pisotean los derechos humanos de las personas no menos oprimidas por el azote del abuso de sustancias.

Todos nosotros estamos marcados por la adicción, según el sacerdote de Filadelfia,  el padre Douglas McKay -que ha trabajado durante unos 50 años en el ministerio de la adicción, y que perdió a su propio hermano por una sobredosis- ha afirmado: «Usted pone esa aguja en su brazo, y entra en el brazo del Señor, y también en el brazo de todos los demás».

La profunda miseria humana de incluso un individuo en la adicción no puede justificar sitios seguros de inyección, especialmente cuando ya existen una serie de opciones de recuperación confiables, entre ellas tratamiento médico, abstinencia, asesoramiento, grupos de apoyo y sobre todo el amor a Cristo, que vino a «poner en libertad a los oprimidos»  (Lucas 4:18).

Por último, la curación de la adicción no se encuentra en una aguja limpia o en Narcan, sino en un corazón renovado por su creador, que envió a su Hijo a vencer el pecado y la muerte para que podamos «tener vida, y tenerla en abundancia» (Jn 10, 10).

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Nota del editor: Las siguientes fuentes proporcionan valiosa información de referencia  sobre la controversia acerca de los «sitios seguros» de drogas.

Bozza, Steven, “Safe injection sites fail the medical ethics ‘sniff test'”, CatholicPhilly.com, 17 de octubre del 2019; accesible en https://catholicphilly.com/2019/10/commentaries/safe-injection-sites-fail-the-medical-ethics-sniff-test/.

Bozza, Steven y Berger, M.D., Jeffery, “Safe injection sites: A moral reflection”, The Linacre Quarterly 1-9, publicado en línea el 7 de julio de 2019; accesible en  https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0024363919861590

Volkow, Nora D., Koob, George F., McLellan, A. Thomas, “Neurobiologic advances from the brain disease model of addiction”, New England Journal of Medicine, 28 de enero de 2016, 374:363-371 accesible en  https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmra1511480

American Society of Addiction Medicine, “Definition of Addiction”,  accesible en  https://www.asam.org/resources/definition-of-addiction

Vancouver Coastal Health, “Insite user statistcs”, actualizado en julio del 2019 y al que se accede en http://www.vch.ca/public-health/harm-reduction/supervised-consumption-sites/insite-user-statistics

Davies, Garth, “A critical evaluation of the effects of safe injection facilities”, The Journal of Global Drug Policy and Practice, accessible en https://www.dfaf.org/wp-content/uploads/2018/11/Vol-1-Issue-3.pdf

Elliott, Denielle, “Debating safe injection sites in the inner city: Advocacy, conservatism and neoliberalism”, Contemporary Drug Problems 41, Spring, 2014, págs. 13, 8, accesible en   academia.edu: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/009145091404100102

Public Safety Canadá, AReview and Discussion of Public Safety Research on Supervised Injection Site; Austin Lawrence, Law Enforcement and Policing Branch, 2012, RDIMS #736343, p. 9; accesible en  https://www.publicsafety.gc.ca/lbrr/archives/cn63305108-eng.pdf

Shelley, Louise, “The relationship of drug and human trafficking: A global perspective”, European Journal of Criminal Policy Research, 2012, 18:241-253; DOI: 10.1007/s10610-012-9175-1; accesible en https://link.springer.com/article/10.1007/s10610-012-9175-1

Gina Christian, “Safe injection sites ‘a form of euthanasia’, says priest in addiction ministry”, CatholicPhilly.com, 8 de octubre del 2019, accessible en https://catholicphilly.com/2019/10/news/local-news/safe-injection-sites-form-of-euthanasia-says-priest-in-addiction-ministry/