Nuestro caminar spiritual

Hna. Ruth Bolarte

A través del año litúrgico la I-glesia celebra el misterio de Cristo, desde su encarnación hasta el día de Pentecostés y la espera de su venida nuevamente. Para las lecturas de los domingos y fiestas hay un ciclo de tres años. Los ciclos se cuentan a partir de la primera semana de adviento y cada ciclo tiene un Evangelio sinóptico principal que se lee en la liturgia. El Ciclo A, tiene como característica la lectura de Mateo; el B, la de Marcos; y el C, la de Lucas.

A fines de noviembre empezamos un nuevo año litúrgico. Durante este año estaremos reflexionando en la historia de nuestra salvación con el evangelista san Marcos.

Hay muchos modos de contar una historia. Algunos de nosotros preferimos una síntesis de la historia que incluye sólo el tema principal sin muchos detalles intermedios. Otros prefieren detalles aparentemente interminables.

De los cuatro evangelios, Marcos es el más corto y es considerado el más antiguo de todos. Este Evangelio pone énfasis en la humanidad de Jesús y sus discípulos. Marcos nos presenta a un Jesús que hace milagros, expresa tristeza, enojo, o indignación. De la misma manera, vemos cómo los discípulos no pueden comprender las palabras y mensaje de Jesús. Leyendo a Marcos podemos identificarnos con un Jesús que es muy cercano a nosotros porque ha experimentado nuestras mismas tristezas, gozos, y preocupaciones.

Si leyéramos el Evangelio de principio a fin, reconoceríamos una historia dramática con mucho suspenso y realismo en la cual los personajes anhelan comprender el misterio de la persona de Jesús. El suspenso se crea porque ninguno de los personajes humanos puede entender quién es verdaderamente Jesús. Gradualmente, a través de las predicciones de su pasión y muerte Jesús revela su misión y su identidad. Marcos nos hace saber que la identidad de Jesús está estrechamente vinculada con su destino o misión.

Como cualquier otro drama, podemos distinguir una introducción, la trama, el clímax y la conclusión. La misión de Jesús era abrazar voluntariamente la cruz por nosotros. La muerte de Jesús y su resu-rrección son los puntos culminantes del Evangelio. Es el centurión quien finalmente expresa quién es Jesús: «¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!».

Por medio de su ejemplo, el Jesús de Marcos nos enseña que el servicio es la esencia del discipulado: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga». Solamente cuando entendemos que Jesús, el Hijo de Dios, tenía que morir en la cruz para luego resucitar es que comprendemos su identidad y podemos seguir su ejemplo de amor y servicio total.

La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.