Por Lou Baldwin
Redacción del CS&T

Amigos y colaboradores de Anna Vega, directora de la Oficina para Católicos Hispanos vinieron de todo el edificio de oficinas de la Arquidiócesis el 15 de septiembre, para su fiesta oficial de jubilación después de 17 años de servicio.

Eso no suena como mucho tiempo, pero es sólo una fracción del servicio de Vega a la Iglesia. De una forma u otra ha estado difundiendo la Palabra de Dios por 43 años, en su mayoría de forma voluntaria y sin duda seguirá haciéndolo.

«Anna, no cambies tu número de teléfono», exhortó monseñor Hugh J. Shields, vicario de Filadelfia para los católicos hispanos. {{more}}Anna nació en Puerto Rico, pero fue criada en Nueva York y Filadelfia, donde, durante algún tiempo asistió a la Escuela de la Parroquia Catedral y a la Escuela Visitación y rindió culto en La Milagrosa, la capilla española en la calle Spring Garden. Ella conoció a su esposo, Gil, en Nueva York y se casaron en 1964. El trabajo de Gil los llevó a Filadelfia tres años más tarde y se instalaron en la parroquia Cristo Rey en el nordeste de Filadelfia, donde criaron a sus cuatro hijos, Steve, Becky, Mónica y Mark.

El momento decisivo en su desarrollo espiritual vino a través de un Cursillo de Cristiandad, un retiro de cuatro días que hizo en 1968 justo cuando estaba esperando su primer hijo.

«Me enamoré de mi Señor. Uno va a la iglesia por el amor que uno siente, hay que devolverlo», dijo.

Este renacimiento espiritual fue seguido por años de servicio a la Iglesia, tanto en su parroquia como en el ministerio hispano en toda la Arquidiócesis, incluida la antigua Comisión en Relaciones Humanas del Cardenal. Su ministerio voluntarial recibió un grado de reconocimiento cuando le concedieron el honor papal de la Cross Pro Ecclesia en 1991.

«Pero no es para mi gloria, es para la gloria de Dios; eso es lo que es importante», dijo. Su fuerza ha sido compartir el amor de Cristo, el amor de María, el amor de los ancianos que ha sido una parte tan importante de su propia herencia hispana. «Tenemos que atraer a las personas de nuevo. Eso es lo que Dios nos ha llamado a hacer», dijo.

En todas las cosas, ella le da crédito a Gil por su apoyo inquebrantable. Habría sido imposible para ella dedicar las muchas horas que ella dedicó, si no fuera por su voluntad de apoyarla dando su tiempo cuidando a los niños y los asuntos de la casa.

«Anna es parte de la estructura del ministerio en este edificio, en esta diócesis y en un ámbito nacional», dijo el monseñor Shields en su fiesta. «Ella ha hecho un impacto positivo, no sólo en la comunidad hispana, sino en la Iglesia en general. En nuestra oficina echaremos de menos su presencia, su hospitalidad, su calidez y su amor. Estamos muy agradecidos por la totalidad de su servicio y el ejemplo que ha dado».

«Su legado es enorme», dijo Blanca Herrera, subdirectora de la Oficina para Católicos Hispanos, que ha trabajado con Anna durante los últimos 12 años. «Ella ha estado en este apostolado prácticamente desde que estaba en pañales, y para mí personalmente, ha sido una gran amiga».

Ahora que Vega se retira, ella y Gil viajarán, se pondrán al día con la familia en Puerto Rico, México y Florida, y enseñará un poco.

Pero también se mantendrá activa en la parroquia Cristo Rey, donde sirve en el consejo pastoral parroquial y enseña R.I.C.A. en inglés.

El servicio de alcance hispano seguirá siendo importante para ella. «La población hispana continúa creciendo y los obispos han dicho que es una bendición para la Iglesia», dijo. «Venimos, tenemos dones que deseamos compartir».

Lou Baldwin es un escritor independiente, y miembro de la parroquia San Leo.