Quizás por la única vez en el año, la fiesta de Acción de Gracias nos preocupa que todos disfruten de una comida rica ese día.

Hay comidas especiales para los pobres, los desamparados y otros grupos desfavorecidos. Una historia reciente describe esfuerzos de un legislador para organizar una comida especial para los veteranos.

Sin embargo, el hambre es problema cotidiano, no sólo para los veteranos sino para los 17.2 millones de hogares que carecen de alimento en los Estados Unidos, el más grande numero anotado, según el Servicio Mundial de Educación para El Hambre. Aunque las víctimas agradecen mucho el gesto de una comida para la fiesta de Acción de Gracias, necesitan más — mucho más.

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Por ejemplo, el mejor modo para agradecer el sacrificio que los veteranos hacen por la patria es proveer oportunidades para entrenamiento y empleo cuando ellos regresan. Para muchos, el fin de servicio militar los conduce a los rangos de los desempleados. Algunos se encuentran entre los desamparados, sobreviviendo en la calle. La estima que anuncian los carteles, «Apoyamos a Nuestras Tropas», aparentemente no extiende a su regreso a la vida civil.

Entonces, nuestra meditación para el Día de Acción de Gracias, si podemos dedicar cinco o diez minutos de tranquilidad, debe enfocar lo que podemos hacer diariamente en la lucha contra el hambre. Debe ser más que donar a dispensas de alimento, servicio domiciliario de comidas y otras caridades preocupadas por el hambre — todas en sí mismas proyectos de mucho valor.

Idealmente, nuestros esfuerzos deben dirigirse a cambiar la educación en cual los pocos disfrutan de demasiado alimento y millones se acuestan cada noche con hambre.

En estos tiempos difíciles, se ve muy claro que algo está fundamentalmente trastornado con el sistema.

Políticos respondieron con prontitud para rescatar los bancos, empresas de corretaje, e instituciones financieras durante la Gran Recesión que empezó en 2008, justificando sus enormes inversiones de fondos públicos con la explicación que estas eran «demasiado grandes para fracasar».

Eventos recientes advierten a líderes nacionales que sus esfuerzos tienen que cambiar a favor de los que son “demasiado pequeños para fracasar.” Ese es el mensaje de las protestas contra Wall Street y de los esfuerzos unidos de los obispos del país para predicar en todas las parroquias sobre la necesidad de crear empleo.

El Seguro Social, la ayuda médica estatal para los ancianos, y la ley sobre cuidado médico universal garantizan la vitalidad de las masas “demasiado pequeñas para fracasar.”

Desempleo de millones y la pobreza masiva ponen al sistema económico más en riesgo que el desplomo de algunos gigantes de Wall Street.

Como parte de nuestra meditación para el Día de Acción de Gracias, debemos dar gracias por nuestro planeta generoso.

El 31 de octubre, según un artículo por Elizabeth Kolbert en la revista The New Yorker, la población mundial llega a siete billones.

Pero según la Organización de Alimento y Agricultura de Las Naciones Unidas, el planeta todavía produce bastante para alimentar a todos: «La agricultura mundial produce 17 por ciento más calorías por persona hoy día que 30 años pasados a pesar de un aumento de 70 por ciento de población. El problema principal es que mucha gente en el mundo carece de bastante terreno para cultivar o de ingresos para comprar suficiente alimento».

Quizás también hay que dar gracias por nuestra humanidad.

Poco antes de 1800, Thomas Malthus escribió en su ensayo famoso que el aumento de población sería restringido por la guerra, la pestilencia o la hambruna inevitable.

Pero tal es la capacidad de recuperación y la creatividad humana que los límites previstos por Malthus no han llegado.