8 de diciembre del 2011

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Queridos amigos en Cristo:

Exactamente hace tres meses, el 8 de septiembre, fui instalado como Arzobispo de Filadelfia. En las semanas posteriores, en mis viajes por la Arquidiócesis, he sido impresionado por dos cosas que encuentro una y otra vez: el reservorio de buena voluntad en nuestro pueblo, y la fidelidad de nuestros sacerdotes.

La Iglesia en el sureste de Pensilvania tiene raíces profundas y un extraordinario legado de santos, servicio y testimonio público. Estos son puntos fuertes profundos, construidos por la fe de generaciones de familias católicas. Sin embargo, todos estos buenos hechos dependen de nuestra disposición a mantenerlos con nuestras acciones en el presente. Adviento es un tiempo de autoexamen a la luz de la Palabra de Dios, un tiempo de conversión y de mirar con esperanza al nacimiento de un Salvador en la Navidad. No hay mejor momento para hablar con franqueza acerca de las condiciones que ahora enfrentamos como comunidad de creyentes.

La complacencia es la enemiga de la fe. No importa el grado de complacencia y orgullo que una vez tuvo un hogar en nuestra Iglesia local, los acontecimientos en el próximo año lo eliminará. El proceso será doloroso. Pero pasar por él es la única manera de renovar el testimonio de la Iglesia, para eliminar los escombros del fracaso humano de la belleza de la palabra de Dios y restaurar la alegría y el fervor de nuestro discipulado católico.

En el año que se aproxima, tenemos una grave y continua obligación de ayudar a las víctimas de abusos sexuales del clero para sanar, para crear ambientes de Iglesia que protegen a nuestros jóvenes; y de cooperar adecuadamente con las autoridades civiles en la búsqueda de justicia para ambos las víctimas de abuso sexual y aquellos acusados.

Al mismo tiempo, tenemos que recordar que muchos cientos de nuestros sacerdotes ─la gran mayoría─ han servido a nuestra gente con vidas excepcionales de sacrificio y carácter. Desde mi llegada en septiembre, he hecho presión para una rápida resolución de los casos de los sacerdotes puestos en ausencia administrativa a principios de este año. Los primeros meses del 2012, finalmente verán esos casos concluidos. Cualesquiera sean los resultados, la confianza de nuestro pueblo y la moral de nuestros sacerdotes han sufrido. La dura realidad es que muchos sacerdotes inocentes han soportado el peso de la humillación pública de la Iglesia y la ira de nuestro pueblo. El duro ambiente de los medios de comunicación que probablemente rodee el proceso penal que se inicia en marzo próximo agobiará más a nuestros laicos y a nuestros clérigos. Pero no se puede evitar.

Por último, los recursos de la Iglesia no pertenecen a los obispos o al clero, ellos les pertenecen a todo el pueblo católico, incluyendo las generaciones de fieles que vinieron antes que nosotros. La Iglesia es una comunidad de fe viva en el presente, pero también conectada a través de los años a través del tiempo. La Iglesia mantiene sus recursos y los administra para toda la comunidad católica, para llevar a cabo nuestra misión apostólica compartida como creyentes en Jesucristo. Esto significa que como arzobispo, tengo el deber no sólo de defender esos recursos limitados, sino también de asegurar que la Iglesia los emplee con el máximo cuidado y prudencia, para el máximo efecto, y con el apropiado informe y rendir de cuentas.

En el próximo año nos enfrentaremos a problemas financieros y de organización muy serios que no pueden demorarse. Deben ser abordados. Estos no son simplemente cuestiones de negocios, sino que van al corazón de nuestra capacidad para llevar a cabo nuestros ministerios católicos. La Arquidiócesis mantiene su firme compromiso con la labor de la educación católica. Pero que la misión es mal servida al tratar de sostener las escuelas insostenibles. En enero, la Comisión Arquidiocesana Blue Ribbon me proporcionará sus recomendaciones sobre la educación católica. La Comisión ha trabajado durante meses en este difícil tema con extraordinaria sensibilidad y habilidad. Lo más probable es que aconseje que algunas, y tal vez muchas, de las escuelas sean cerradas o combinadas. También ofrecerá un marco para el fortalecimiento de nuestras escuelas en el futuro.

En los próximos 18 meses, el mismo examen minucioso debe aplicarse a todos los aspectos de nuestra vida en común como Iglesia, desde el número y la ubicación de nuestras parroquias, hasta cada uno de nuestros presupuestos operativos arquidiocesanos. Este escrutinio honesto puede ser doloroso, porque el verdadero cambio es raramente fácil, pero también devuelve la vida y la salud, y sirve al trabajo del pueblo de Dios. No podemos llamarnos buenos administradores, si hacemos lo contrario.

Estas palabras pueden sonar preocupantes, pero han sido habladas con amor como un padre y un hermano. Ellas son una petición a tomar en serio nuestro bautismo, y a renovar nuestra Iglesia local con caridad cristiana, justicia y celo. Como nos recuerda la Escritura con tanta frecuencia: ¡No tengan miedo! Dios usa barro pobre para crear grandeza y belleza. Sin duda nos puede usar para renovar y avanzar el trabajo de su Iglesia ─y lo hará.

En esta gran fiesta de la Inmaculada Concepción de María, que Dios les conceda a ustedes y a sus seres queridos un adviento santo, y eleve sus corazones,  y los prepare para la alegría del nacimiento de Cristo. Y por favor, oren por mí, como yo oro por todos ustedes y sus familias todos los días.

Con gratitud suyos en Jesucristo,
+Most Reverend Charles J. Chaput, O.F.M. Cap.
Reverendísimo Charles J. Chaput, O.F.M. Cap.
Arzobispo de Filadelfia