Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

Archbishop Charles Chaput, O.F.M. Cap.

La columna de esta semana es una adaptación de las observaciones del arzobispo del 2 de julio en la sesión que presidió (“Growing Isolation in America: Individualism and Indifference”) en la nacional Convocatoria de Líderes Católicos en Orlando.

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Los seres humanos somos más felices cuando creemos en una misión y la compartimos con personas que amamos y respetamos. Así que nuestro tiempo juntos aquí en Orlando importa, y espero que todos ustedes compartirán sus pensamientos enérgicamente cuando lleguemos a nuestra conversación de grupo.

En el año 2000, el erudito de Harvard Robert Putnam escribió un libro titulado Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. Fue un gran éxito de ventas. En su texto, Putnam sostuvo que, en las últimas seis décadas, los estadounidenses se han aislado cada vez más de ellos mismos. También nos hemos desconectado cada vez más de nuestras familias, amigos, iglesias y vecinos.

Como resultado, dijo, el tejido social de Estados Unidos se está deshaciendo. Tenemos un montón de éxito material; pero más y más de nosotros luchamos con ansiedad, frustración y soledad. Fue un retrato muy sombrío de la vida estadounidense; tan sombrío que en el 2003 Putnam escribió otro libro, una secuela titulada Better Together: Restoring the American Community, con un montón de buenas ideas acerca de cómo solucionar nuestros problemas.

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Claramente muy pocos escuchamos porque en el 2017 —14 años después— seguimos siendo un pueblo con profundos sentimientos de aislamiento y división. Y nuestras políticas son una fotografía perfecta de nuestros resentimientos y confusión. Espero que podamos hacer hoy dos cosas; espero que podamos nombrar algunas de las razones por qué y cómo llegamos a donde estamos; y espero que podamos identificar algunas de las cosas que podamos hacer juntos como Iglesia para reconstruir nuestra vida en común —por lo menos dentro de nuestra propia comunidad de creyentes.

Así que permítanme ofrecer algunos pensamientos antes de que nuestro panel se una a la conversación.

Desde el inicio, nuestro país ha sido un matrimonio mixto del pensamiento bíblico y la Ilustración. Nuestras raíces morales son protestantes. Lo significa es esto: en la mente de los fundadores de los Estados Unidos, cada uno de nosotros tiene una dignidad personal única. Esa dignidad no puede ser perdida o quitada. Está garantizada por una autoridad superior a la del Estado; en otras palabras, está garantizada por nuestro Creador.

La persona humana individual es la piedra angular del pensamiento político estadounidense. Como resultado, los estadounidenses siempre han puesto un fuerte énfasis en la importancia de la conciencia individual, los derechos individuales y la responsabilidad individual, y estas son cosas muy buenas. Juntos forman una especie de trípode que soporta nuestra vida pública compartida con un alto grado de libertad personal y oportunidad.

Pero si quitamos una de las patas del trípode, la estructura entera comienza a derrumbarse. Si no existe un Creador, o si la gente deja de creer en un Dios que toma un interés activo en los asuntos humanos, entonces el objetivo y funciones que nos definen como seres humanos se confunden.

Aquí está mi punto. Una creencia común en el Dios de la Biblia formó nuestra conciencia nacional y sentido de responsabilidad durante 200 años. Incluso cuando pecamos como nación a través de racismo o guerras injustas, no pudimos escapar del juicio de ese marco moral generalizado.

A medida que se debilita la fe religiosa de los estadounidenses, dos de las patas del trípode que he descrito comienzan a fracturase –en otras palabras, la conciencia y la responsabilidad. Nuestro sentido de los derechos individuales llega a ser exagerado. Se mezcla con nuestros apetitos personales. Y Si combinamos esa confusión con una economía que depende de la creación de nuevas necesidades y nuevos deseos en todos nosotros, de comprar cosas nuevas, entonces lo que resulta es una población de consumidores egocéntricos ignorantes o indiferentes, o en conflicto con todos los demás.

Obviamente hay mucho de bueno en nuestro país. Así que estoy simplificando en exceso los hechos de la vida diaria estadounidense —pero no por mucho. Alexis de Tocqueville vio esto venir hace más de dos siglos, cuando escribió la Democracia en América.

La democracia tiene muchos puntos fuertes; pero también tiende a asegurar los derechos del individuo separándolo de los demás. Por su naturaleza y sin el pegamento de las creencias religiosas y el propósito común, la democracia simple gradualmente rompe los vínculos que obligan a las personas a otros, incluyendo incluso los vínculos de comunidades de iglesia y familias.

No estamos aquí hoy para hacer una revolución política. Y la política nunca es una comida realmente satisfactoria para el alma. Como Agustín decía hace mucho tiempo, nuestros corazones estarán siempre inquietos hasta que descansen en Dios.

Así que de nuevo, mi pregunta para todos nosotros hoy es: ¿Qué cosas prácticas podemos hacer para y con los demás como cristianos para reconstruir un sentido de comunidad en nuestras parroquias, nuestras diócesis y en nuestra nación?

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El libro del arzobispo “Strangers in a Strange Land: Living the Catholic Faith in a Post-Christian World,”, está disponible en Amazon.com y Barnesandnoble.com, en tapa dura, Kindle y formatos de audio.