Una familia de migrantes centroamericanos es detenida por agentes de la policía federal mexicana el 22 de abril de 2019 en Pijijiapan, México, durante su viaje hacia los Estados Unidos. (Foto CNS — José Cabezas, Reuters)

TAPACHULA, México (CNS) – El papa Francisco ha donado $500,000 para ayudar a migrantes viajando por México y que cada vez encuentran más dificultades por parte de autoridades mexicanas para llegar a la frontera con los Estados Unidos.

Estos migrantes que atraviesan todo México también encuentran obstáculos para solicitar asilo en los Estados Unidos y permanecen en condiciones muy precarias al sur de la frontera.

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La donación “se distribuirá entre 27 proyectos en 16 diócesis y congregaciones religiosas mexicanas que han pedido ayuda para seguir proporcionando alojamiento, comida y lo necesario para vivir para estos hermanos y hermanas”, dijo en una declaración El Óbolo de San Pedro, la caridad del Vaticano en una declaración del 27 de abril.

El Vaticano ya había aprobado proyectos dirigidos en siete diócesis y tres congregaciones religiosas: los Scalabrinianos, Sagrados Corazones de Jesús y de María y las Hermanas Josefinas.

La donación llega en el momento en que una ola de migrantes que llega a la frontera de los Estados Unidos ha alcanzado niveles no vistos en más de diez años. La Iglesia Católica de México ha ayudado a los migrantes con poca cooperación de los diversos niveles del gobierno.

Los sacerdotes que trabajan en asuntos de inmigración dicen que el gobierno federal todavía no ha delineado una política u ofrecido una respuesta adecuada, mientras que los gobiernos estatales y locales prefieren no invertir dinero en los migrantes.

“Nadie quiere hacerse cargo”, dijo el padre Javier Calvillo, director del refugio de migrantes de Ciudad Juárez.

La donación se ha dado en un momento en el cual México está bajo la presión de los Estados Unidos y acelera sus propias imposiciones contra los migrantes — retrocediendo de una promesa hecha por el presidente Andrés Manuel López Obrador en su campaña de 2018 de “no hacer el trabajo sucio de ningún gobierno extranjero”.

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En marzo, las autoridades de Estados Unidos detuvieron a 92,607 migrantes, más del doble de los migrantes que llegaron un año antes y la cifra mensual más alta de 2001. El número de menores que viajan solos y las detenciones de unidades familiares ha ascendido en el año fiscal de 2019 en un 66 por ciento y 374 por ciento respectivamente, cuando se compara al mismo periodo un año antes, según el Departamento de Aduanas y Protección de Fronteras de los Estados Unidos.

“Hombres y mujeres, a menudo con niños pequeños, escapan de la pobreza y la violencia, soñando un futuro mejor en los Estados Unidos. Pero la frontera sigue estando cerrada para ellos”, decía la declaración del Óbolo de San Pedro.

Miles de centroamericanos han viajado más de 2,500 millas en caravanas desde San Pedro Sula, Honduras, hasta la frontera de Estados Unidos en Tijuana, México, provocando la ira del presidente Donald Trump.

“Todas estas personas están atrapadas, incapaces de entrar en los Estados Unidos, sin hogar o medio de vida. La Iglesia Católica recibe a miles de ellos en los refugios de diócesis o congregaciones religiosas, proporcionando lo necesario para vivir, desde alojamiento a ropa”, decía la declaración.

Para complicar más las cosas, los migrantes que cruzan México y solicitan asilo en los Estados Unidos son enviados de regreso en los pasos de frontera y se les pide que pongan sus nombres en largas listas de espera, un proceso que se conoce como medición.

Este proceso ha puesto una enorme presión sobre los refugios de migrantes en las ciudades fronterizas entre México y los Estados Unidos, que a menudo están plagadas por la inseguridad y acosadas por pandillas criminales. Un plan llamado “Quédate en México” también ha enviado a cientos de solicitantes de asilo de regreso al lado mexicano de la frontera en tanto que sus peticiones se examinan en tribunales de los Estados Unidos.

“En las fronteras norte y sur, estos lugares de acogida se encuentran sobrepoblados”, decía una declaración del 27 de abril de la Conferencia Episcopal de México.

Los operadores de refugios en las ciudades fronterizas dicen que no pueden atender a los migrantes que llegan del sur, una inundación de deportados y un número creciente de solicitantes de asilo que necesitan refugio a largo plazo mientras esperan en México a que sus causas se resuelvan en los Estados Unidos.

Además, “entre los habitantes de los pueblos y ciudades donde se encuentran algunos de estos albergues, se han empezado a suscitar fuertes inquietudes ante las campañas informales que ‘criminalizan’ al migrante e impiden que éstos puedan obtener un trabajo, rentar un departamento o circular tranquilamente por las calles”, decía la declaración de los obispos.

Las iglesias en la diócesis de Tapachula, que sirve de camino a través del estado de Chiapas que han seguido las caravanas después de entrar en México al principio respondieron con un derroche de generosidad cuando primero llegaron las caravanas. Pero los sacerdotes dicen que ahora, experimentando cansancio, menos personas están ayudando.

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El obispo Jaime Calderón de Tapachula dijo a reporteros el 28 de abril que la iglesia continuaría apoyando a los migrantes incluso si la opinión pública — a menudo influenciada por rumores difundidos por las redes sociales sobre la mala conducta de los migrantes — no es favorable.

“Nosotros hemos hablado de una crisis humanitaria y creemos en consonancia con nuestra fe, tenemos que ayudar. Son hermanos”, dijo el obispo Calderón.

La ministra del Interior de México, Olga Sánchez Cordero dijo el 23 de abril que 300,000 migrantes habían entrado en el país de manera irregular en los primeros tres meses de 2019.

México empezó ofreciendo visas humanitarias a finales de 2018, permitiendo a los migrantes transitar por el país libremente y evitar crímenes como raptos, extorsión y abuso sexual. Pero abandonó la práctica debido a una abrumadora demanda. México tampoco ofrece ya salvoconducto para las multitudes de migrantes de Cuba, Haití y los países africanos para cruzar el país.

Autoridades mexicanas también han comenzado a dispersar las caravanas, incluyendo una a finales de abril en Chiapas. Los sacerdotes dicen que las caravanas ahora se forman al sur de México en lugar de en Centro América.

“Una crisis de autoridad vive el gobierno mexicano para hacer frente y acompañar las caravanas de migrantes”, dijo el Obispo Calderón. “No les ofrecen un trato digno y humanitario. Ni siguiera respetan los documentos que ellos mismos les han concedido, que les permite un tránsito libre”.