Nuestro caminar spiritual
Hna. Ruth Bolarte
Todos los bautizados han recibido de Cristo, como los Apóstoles, el mandato de misión: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15). La Buena Nueva es Cristo en quien encontramos la verdadera vida como hijos de Dios. Cuando comprendemos el gran amor del Padre, el cual envió a su Hijo para salvarnos, nos sentimos apremiados a proclamar este mensaje de amor que salva a todos los confines de la tierra.
Muchos de nosotros crecimos con la idea de que aquellos que viajaban a «tierras lejanas» para proclamar el mensaje de Cristo eran los únicos con espíritu de misión. Ciertamente, esos hombres y mujeres dedican sus vidas a llevar los valores del reino de Dios a los spanersos pueblos a través del mundo. Pero nuestro discipulado en casa es también, en esencia, un llamado a ser misioneros. Con la valentía que nos da el Espíritu anunciamos a Cristo dónde no es aceptado o dónde no es conocido. A ejemplo de los primeros misioneros que trajeron la fe cristiana a América, Asia y otros continentes, somos también la nueva semilla de evangelización para muchos en lugares no «tan lejanos».
El Santo Padre Benedicto XVI ha confirmado que se han abierto nuevas dimensiones en nuestro compromiso misionero. El campo de la misión se ha ampliado y ya no se define únicamente en términos de geografía. En nuestros días, la actividad misionera no se lleva a cabo solamente con los pueblos no cristianos y en las tierras lejanas. Discipulado y misión son las dos caras de una misma moneda: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al Cristo salvador a todos. (Aparecida, 375, 146).
Nuestros caminos a la santidad no son jornadas inspanidualistas o fugas de la sociedad en que vivimos hacia un mundo exclusivamente espiritual. No podemos estar indiferentes a la realidad en que vivimos. Saber lo que está pasando a nuestro alrededor debería movernos a esta acción evangelizadora. En imitación de Jesús,«…amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios» (Dios es Amor, 15). Solamente viviendo como discípulos misioneros podremos ser agentes de transformación para una sociedad más humana.
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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