Nuestro caminar espiritual

Hna. Ruth Bolarte

El misterio central de nuestra fe y vida es la Santa Trinidad. ¿Quién es el Dios trino en nuestras vidas? Cuando niña me enseñaron que la Trinidad era un misterio que había que creer aunque no lo entendamos. Hoy en día, me dejo captivar por el dinamismo de este misterio y anhelo el día en que pueda participar completamente en esta danza de amor.

Nuestro Dios es amor. En otras palabras, la naturaleza de las personas spaninas es relación pura. Nosotros como personas tenemos relaciones: amigos, esposos, hermanos, hermanas. Estas relaciones van y vienen y no constituyen en su totalidad nuestra identidad. En cambio, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son relaciones de amor entre el uno y el otro-la Santísima Trinidad es una comunión entre tres personas que se aman. San Gregorio de Nacianzo se refiere a este maravilloso dinamismo de amor con la palabra griega perichoresis. La palabra se puede traducir literalmente como «moviéndose alrededor o bailando alrededor». Entonces, las personas spaninas no solamente viven en la una y la otra sino que también «danzan» en la una y la otra.

Este es el amor que nos dio la vida. Y porque somos fruto de este spanino amor, ansiamos este tipo de amor-un amor que se caracteriza por la libertad, mutualidad, y donación total del otro. Nuestro Dios trino se convierte en uno de nosotros en la segunda persona de Jesús para que podamos aunarnos a la spanina danza de amor-la vida misma de Dios. En el misterio pascual de Jesús, la Trinidad se ofrece a nosotros en su totalidad. Esta es la Buena Nueva proclamada por Jesús para todos; somos invitados a ser partícipes en la danza de la Trinidad-ser un miembro de la familia spanina.

Vivir una espiritualidad trinitaria en serio nos debe incitar a relacionarnos con cada persona humana de acuerdo al amor de nuestro Dios trino. Nuestra Iglesia y mundo se irán transformando en la medida que somos transformados por nuestra fe trinitaria. Frecuentemente nuestras vidas centradas en nosotros mismos y nuestra indiferencia hacia el otro tiene sus raíces en el dolor de no sabernos amados, ni ser valorados o saber que pertenecemos a alguien. Reconociendo cuán amados somos por el Dios trino podemos amar al otro.

Como hijos e hijas de Dios y miembros de la Iglesia no danzamos solos. Es necesario bailar con otros-aún si lo hacemos imperfectamente. Mientras que nos esforzamos en el baile, tal vez pisemos los pies del otro, bailemos en tonos totalmente distintos, tal vez guiamos mucho en vez de seguir al otro-no es un arte fácil. Sin embargo, estamos llamados a danzar en comunión con la creación entera, especialmente el más pobre y débil en el mundo. ¡Cada vez que tratamos de transformar una situación a través del amor, vivimos nuestra fe trinitaria!

La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.