De nuestro vicario

Mons. Hugh J. Shields

La semana pasada visité a un amigo en la Prisión de Graterford en sus 65 cumpleaños. Ha estado en la prisión por 45 años. él vive una vida difícil y drásticamente limitada con muy pocas opciones.

Hoy, él me llamó por teléfono diciendo que quizás su historia ayudaría a algunos jóvenes a evitar cometer los mismos errores que él cometió en su vida. Después que colgué, yo pensé: «él, mi amigo, aun está tratando de usar su don de la vida para algo bueno». El cree verdaderamente que Dios esta con él hasta el fin de los tiempos y que él tiene obligaciones para compartir.

El otro pensamiento que tuve era: «Yo no estoy en la prisión». Yo tengo mi libertad. Y las preguntas: « ¿Cómo? y ¿Dónde?» estoy yo usando esa libertad (y dones dados por el Señor) para construir el «Reino de Dios» (aquí y ahora) entran a enfocarse.

Las Sagradas Escrituras durante el Tiempo de Pascua marcan el cambio dramático en los miembros de la Iglesia Primitiva cuando ellos cada vez más se convencieron de la presencia continua de Cristo con ellos. Si el Evangelio de Mateo (Mt. 28:16-20) de este próximo domingo termina con la frase: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia» ¿Por qué es que yo siento (usted también) temor de proclamar, manifestar, demostrar, compartir mi fe en Jesucristo – resucitado de entre los muertos – en tantos acontecimientos pequeños y grandes de mi vida?

El acto de bendecirnos con la señal de la cruz en un restaurante durante la «bendición», la decisión de no sonreír de un chiste étnico, la asistencia y participación en oportunidades religiosas y educativas en nuestras parroquias e instituciones; la capacidad de expresar gratitud por las bendiciones de Dios derramadas sobre nosotros en abogar públicamente por leyes justas para nuestros hermanos y hermanas indocumentados; practicar justicia en asuntos pequeños para que haya más paz en nuestra sociedad y el mundo; invitar a otros a unirse a nosotros en la celebración Eucarística hasta el punto que ellos puedan, sin disculpas o comentarios innecesarios, de uno u otro. Estas y otras muchas acciones y actitudes dicen: ¡que nosotros creemos…y no estamos atemorizados!

El testigo público de la Iglesia Primitiva parecía ser la clave en la conversión de tantos. Mi amigo en la prisión está muy limitado en su testigo público de su fe. Y aún, él todavía está tratando de practicar en la poca libertad que tiene cómo hacer el bien. No estoy en la prisión. De hecho, yo (y usted) he sido liberado por el Señor Resucitado para practicar mejor nuestra fe. Prácticas de apoyo, justicia, honestidad, perdón, paz, amor, oración, sacrificio… ¿Cómo lo estamos haciendo? ¿Estamos atrayendo a otros a unirse a nosotros en la mesa del Señor y en testigo público con esta libertad dada por Dios a nosotros?

¡Espero que sí!

Mons. Hugh Shields es el Vicario para Hispanos Católicos de la Arquidiócesis de Filadelfia.