Por Hna. Ruth Bolarte
Como peruana, crecí con muchas historias sobre la vida de Martín de Porres. El 8 de noviembre pasado, la comunidad católica afroamericana se congregó en la catedral para celebrar su herencia étnica y también a Martín. Tuve el privilegio de proclamar la segunda lectura en el idioma de Martín. Esta gran celebración litúrgica me hizo recordar hechos de la vida de Martín -Martín de la Caridad- el nombre con el cual la gente lo llamaba. En su vida. Martín puso a la caridad por encima de todo -aún de la obediencia!
Su vida fue caracterizada por la humildad, los trabajos de caridad, y la compasión para todos. En una ocasión cuando reprendido por sus hermanos religiosos por haber traído a su cama a un mendigo sucio, él respondió: «La compasión, mis queridos hermanos, es preferible a la limpieza. Con un poco de jabón puedo fácilmente limpiar las sábanas, pero aún con un torrencial de lágrimas no podría nunca limpiar de mi alma las manchas que dejarían mi dureza con el más necesitado». En su canonización, el Papa Juan XXIII remarcó: «él excusó las faltas de los otros. Perdonó las injurias más amargas…a cuenta de sus propios pecados…con mucho amor consoló a los enfermos; dio alimentos, ropa, y medicina al pobre; ayudó, en la medida que pudo, a los campesinos, negros, mulatos, quienes eran despreciados en su época al igual que los esclavos».
En el tiempo de Martín, la sociedad y la Iglesia debatían el estado de los esclavos africanos y de aquellos nacidos de parejas de razas mixtas. Sí, era un tiempo de discriminación y prejuicios. La sociedad de Lima, Perú era una sociedad de injusticias donde el débil y el pobre eran oprimidos. Actualmente, algunas de estas condiciones todavía perduran aquí en los Estados Unidos así como en el mundo. Martín sufrió estas injusticias en carne propia y respondió con amor en vez de odio y revancha. Ya que él mismo es uno de los «pequeños de la sociedad», ha sido nombrado patrón de la justicia social y de las relaciones interraciales. También es patrón de los afroamericanos, de los barberos, y peluqueros.
Yo aprendí de las virtudes de Martín por medio de muchas historias cómicas de nuestra literatura peruana. Una que mi mamá usaba cuando discutíamos entre hermanos fue la del ratón, del gato y del perro. Mostrándonos la imagen de Martín con los tres animales, ella decía, «¿Por qué no pueden ustedes comer en paz compartiendo de un solo plato?» Vemos en tantos lugares violencia y discusiones a causa de diferencias étnicas, raciales, o religiosas. Martín vio en cada persona a un hijo/a de Dios y sirvió a cada uno sin distinción, desde el mendigo hasta el líder más alto de la sociedad o de la Iglesia.
Martín es un modelo para nosotros por su obediencia, paciencia, caridad, humildad, fervor en la oración, y su gentileza. Tratemos de mirar a través de los ojos de Martín, y es seguro que encontraremos la manera de abogar por el oprimido, de cuidar la tierra, de compartir nuestros dones, de vivir en armonía, de perdonas a los que nos ofenden, de luchar contra la discriminación, de amar como Jesús nos ama – ¡de compartir del mismo plato!
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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