Desde cerca de la muerte a saludable, desde Vietnam a Filadelfia, la jornada del padre Vincent Tung Pham ha sido mantenida a flote por el conocimiento de un Dios que ama
Por Lou Baldwin
Redacción del CS&T
FILADELFIA – Según los registros el padre Vicente Tung The Pham, vicario parroquial en la parroquia Santos Inocentes, nació en Vietnam del Norte el 25 de diciembre de 1949. Es un gran honor compartir el cumpleaños con Jesús. Pero, por supuesto, hay un inconveniente. Hay tendencia a no recibir regalos de cumpleaños ya que los de Navidad sirven una doble tarea.
«Lloro todas las Navidades», bromeó.
Ahora, hay otro hecho curioso. Su nombre de nacimiento y de pila no es Vicente sino Domingo. Cuando tenía cinco años de edad él estaba gravemente enfermo y no podía caminar y la muerte era una posible realidad. Su padre, hombre devoto, visitó la iglesia San Vicente Ferrer en Hanoi y oró por su pequeño hijo que pronto se recuperó completamente. A partir de entonces, para su padre y otros, su nombre era Vicente, algo que años más tarde él normalizaría al refugiarse en Estados Unidos e identificarse como Vicente en los documentos de inmigración. El nombre Domingo no se perdió, ya que pasó a un hermano menor quien ahora es un sacerdote de la Diócesis de Allentown.
Fue poco después de su cambio de nombre que la familia huyó de Vietnam del Norte comunista, hacia la libertad religiosa en Vietnam del Sur.
Cuando era niño el padre Pham era un monaguillo, y admiraba a los sacerdotes y lo que hacían y quería hacer lo mismo. Entró en un seminario menor a los 11 años, continuó allí hasta la escuela secundaria y luego entró en el Seminario San José de Saigón, donde prácticamente casi completó su formación sacerdotal.
Pero mientras tanto, los comunistas se habían apoderado de Vietnam del Sur también, y aún no ordenado huyó del país en barco. Después de cuatro días a la deriva terminó en Tailandia, donde pasó un año en un campamento de personas desplazadas antes de obtener la condición de refugiado para venir a los EE.UU. y Filadelfia.
Amó este país inmediatamente.
«Estados Unidos es libertad y la libertad es un regalo muy importante que Dios nos da», dijo. En 1982 solicitó ingresar en el seminario San Carlos pero la ordenación tuvo que esperar tres años, mientras él adquiría más fluidez en el inglés y repasaba su teología.
Por último, el 18 de mayo de 1985, su gran deseo se cumplió al ser ordenado por el cardenal John Krol.
Como un regalo de ordenación las hermanas vietnamitas locales le compraron una bicicleta, que aún tiene. En su inocencia, no se dieron cuenta que era una bicicleta para hembras, pero eso no le molestó en lo absoluto. «Se puede montar en esa bicicleta usando una sotana», dijo el padre Pham, quien se la dio a una familia hace unos años, que recientemente se la devolvió.
Como sacerdote, la misión del padre Pham ha incluido ser vicario parroquial en las parroquias Anunciación BVM, San Juan Bautista y Santos Inocentes, todas en Filadelfia; en la parroquia Santa María Goretti en Hatfield y desde el año 2005, de vuelta a Santos Inocentes. Además él sirve como asociado al coordinador del apostolado vietnamita.
En los últimos años ha spanersificado su misión para incluir el apostolado hispano, tomando cursos de verano en la República Dominicana y México para dominar el idioma español. Ahora él puede celebrar la misa, predicar y dar instrucciones en vietnamita, inglés y español. Santos Inocentes ofrece misa en los tres.
El descubrió que el español era mucho más fácil de aprender que el inglés, pero el lenguaje es sólo una parte del desafío, es acostumbrarse a las diferentes culturas y costumbres y gastronomía de las tres. Un alimento que a él le gusta es la manzana.
«No las teníamos en Vietnam. Las como todos los días» -dijo el padre Pham. Le encanta el ambiente multicultural de Santos Inocentes y también se deleita en el creciente número de fieles vietnamitas, entre ellos muchos jóvenes, e interesantemente el número de niños pequeños que son una mezcla vietnamita, americana y europea. Su propia vida de fe es sustentada por una devoción a la Santísima Virgen y a su especial santo patrón, Vicente Ferrer. Su filosofía como sacerdote es una que san Juan Vianney apreciaría. «Lo más importante que un sacerdote hace es amar -dijo el padre Pham. Amar a Dios, a las personas, a todo. Es difícil, pero no se rinda. Dios está con usted, si lo intenta. ¡Amén!».
Lou Baldwin es un escritor independiente y miembro de la parroquia San Leo.
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