By Mar Muñoz-Visoso

Para comer hoy tenemos arroz con frijoles y «células madre embrionarias». ¿Cómo dice?

Sí, ya sé que los últimos desarrollos en investigación científica no son el tema de conversación habitual en nuestra mesa pero dados los últimos acontecimientos, quizá debiéramos nosotros, simples mortales, intentar comprender lo qué está pasando.

Hace apenas unos días los medios informativos recogían la noticia de que se había autorizado en EE.UU. el primer ensayo clínico en pacientes humanos con células madre obtenidas de embriones. El objetivo del ensayo es determinar la seguridad de esta línea de experimentación en humanos, no su efectividad en la curación de pacientes.

Las células madre de tejidos adultos son ahora de amplio uso en el tratamiento de muchos tipos de cáncer y otras enfermedades, y en ensayos clínicos ya han beneficiado a pacientes que sufren de enfermedades cardíacas, esclerosis múltiple y otras muchas condiciones devastadoras. La Iglesia apoya estas líneas de investigación que considera moralmente aceptables y que continúan la larga tradición científico-médica en pro del beneficio de la humanidad.{{more:(lea más)}}

Sin embargo, la investigación de las células madre procedentes de embriones humanos plantea serios cuestionamientos éticos, pues se requiere destruir el embrión para obtenerlas. ¿Es permisible dar muerte directamente a seres humanos en estado embrionario para convertirlos en objetos de investigación o para curar a otros seres humanos adultos?

Los que sostienen que sí es permisible han usado varios argumentos:

Unos afirman que cualquier daño que se haga está compensado con creces por los beneficios potenciales. Sin embargo, el fin nunca justifica los medios. Un buen fin no justifica dar muerte directamente a un ser humano. Además, los tan cacareados “beneficios potenciales” son más que cuestionables en este caso dados los numerosos problemas médicos aún sin resolver – como su propensión a crear tumores – que plantean las células madre embrionarias.

Otros argumentan que lo que se destruye no es una vida humana, o por lo menos no un ser humano con derechos fundamentales. Usted y yo fuimos embriones un día. Por pequeño, inmaduro y dependiente que sea, el embrión humano, desde el momento de la concepción es un miembro vivo de la especie homo sapiens. Biológicamente cuenta con un conjunto completo de genes humanos. Decir que nuestros derechos dependen de nuestras capacidades físicas o mentales (el embrión es demasiado débil, está poco desarrollado y carece de capacidades mentales) es negar la dignidad humana inherente a cada ser humano.

Algunos también se esconden tras el argumento falaz de que la disección de embriones humanos no debe verse como una pérdida de vida embrionaria. «Se usan los embriones sobrantes o no deseados, que de todas formas morirán», afirman. En última instancia, cada uno de nosotros morirá pero eso no le da a nadie el derecho de matarnos.

Es más, dado que las células madre embrionarias pueden presentar problemas de rechazo por parte del organismo del paciente hacia un tejido extraño, y dada su gran inestabilidad y dificultad para hacer que se especialicen en un solo tipo de célula a la vez, posiblemente se necesitará una gran reserva de embriones viables con spanersos perfiles genéticos para continuar esta línea de investigación.

La producción masiva de embriones humanos también plantea importantes desafíos éticos, incluyendo la clonación de embriones humanos en laboratorios con fines de investigación y la probable explotación de mujeres para la obtención de los óvulos necesitados para tal producción.

Actualmente se sabe que las células madre de tejidos adultos, así como las de tejidos asociados con partos vivos (como el cordón umbilical, la placenta, el líquido amniótico, etc.) son mucho más versátiles de lo que se pensaba originalmente. Los investigadores han desarrollado nuevos métodos no destructivos para producir células con las propiedades de las células madre embrionarias (llamada células madre pluripotentes inducidas o CMPi), «reprogramando» células adultas.

Algunos, como la doctora Bernadine Healy, antigua directora del Instituto Nacional de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés), afirman incluso que el desarrollo de estas nuevas células y su potencial está dejando «obsoletas» a las células madre embrionarias.

Mientras otros países están publicando importantes avances en experimentos clínicos en la curación y reparación de órganos y tejidos usando células madre adultas, nuestro país sigue obsesionado con la investigación de células madre embrionarias.

El debate judicial sobre si la financiación pública de la investigación de células madre embrionarias viola o no la legislación vigente, debería ayudar a Estados Unidos a repensar nuestra estrategia en el campo de la investigación médica. Tanto desde un punto de vista moral como científico y práctico, enfocarse en investigación que verdaderamente ayuda a los pacientes sin hacer daño a nadie parece lo más adecuado.

¿Alguien quiere más frijolitos?

Mar Muñoz-Visoso en subdirectora de prensa y medios en la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.