Por Hna. Ruth Bolarte, I.H.M.
Nuestra sociedad estadounidense valora mucho el derecho a la libertad y la soberanía. Cimentados en esta tradición, la sociedad aprueba leyes y hace decisiones que afectan las vidas de los habitantes en los Estados Unidos así como los de países extranjeros. Como discípulos de Jesús, es nuestra responsabilidad participar en el proceso de decisiones de acuerdo a nuestras posibilidades.
El titular de esta columna es de San Agustín y nos recuerda que la libertad verdadera tiene sus raíces en el amor de Dios quien nos amo primero. Creemos en un Dios omnipotente quien se relaciona con su pueblo en sus vidas. También creemos que porque fuimos creados a semejanza de Dios, gozamos del ejercicio de libre albedrío-somos responsables por nuestras acciones. {{more:(lea más)}}
Nuestro concepto de la libertad humana debe de reconocer la majestad y providencia de Dios y nuestro libre albedrío. Ya que Dios es amor, hemos sido dotados con el don del libre albedrío para que podamos responder a la invitación spanina a amar. La soberanía de Dios no se manifiesta como un «poder que conquista» sino como un amor soberano que nos da la capacidad de ser las personas que fuimos creadas. Dios desea lo mejor para nosotros porque nos ama, que es lo que cualquier amante desea para la persona amada.
Aparte de Dios no existe la libertad. Amar a Dios significa escuchar y actuar de acuerdo a lo que Dios quiere en nuestras vidas. Es así que el amor se convierte en el paraguas bajo el cual la omnipotencia spanina y la libertad humana se encuentran y se relacionan la una con la otra. Debemos permitir que el amor nos guíe en todas nuestras acciones. Es entonces que seremos verdaderamente libres.
Tal vez el poema de Pedro Arrupe, S.J., pude resumir mejor el gran regalo de amor y libertad: «Nada es más práctico que encontrar a Dios; que amarlo de un modo absoluto, y hasta el final. Aquello de lo que estés enamorado, y arrebate tu imaginación, lo afectará todo. Determinará lo que te haga levantar por la mañana y lo que hagas con tus atardeceres; cómo pases los fines de semana, lo que leas y a quien conozcas; lo que te rompa el corazón y lo que te llene de asombro con alegría y agradecimiento. Enamórate, permanece enamorado, y eso lo decidirá todo».
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Ins-tituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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