¿Usted se encuentra abrumado, incapaz de concentrarse o emocionalmente agotado? ¿El estrés constante le está manteniendo en una niebla total, teniéndolo frustrado, nervioso o sintiéndose como un fracaso?
Si esto le suena familiar, podría estar dirigiéndose hacia un “burnout” o desgaste — un estado de agotamiento físico y mental crónico causado por el estrés excesivo y prolongado.
Del mismo modo que sucede con los adultos, los adolescentes pueden verse afectados por el estrés, falta de sueño y agotamiento emocional y físico constante.
Una encuesta reciente de la American Psychological Association encontró que, durante el año escolar, el estrés de los adolescentes refleja la de los adultos, el 31 por ciento de los adolescentes informaron tener la sensación de estar abrumados y el 23 por ciento de ellos dijeron que saltan las comidas a causa del estrés. A nivel universitario, la Evaluación Nacional de Salud en la Universidad enumera el estrés como el factor más alto que influye negativamente en el rendimiento de un estudiante.
El desgaste relacionado con el estrés puede afectar nuestra capacidad para tomar decisiones saludables y llevarnos a tomar decisiones que parecen fáciles, pero poco saludables, como el “vegetar” en el sofá por horas, comer comida chatarra o quedarse estudiando a última hora toda la noche para un examen en vez de dormir. Lo cual, se convierte en un ciclo destructivo.
El desgastar o el quemar de sus límites por agotamiento afecta lo que podemos lograr, afecta nuestras relaciones, la salud e incluso nuestro bienestar espiritual. También puede conducir a — o empeorar — problemas de salud graves, como hipertensión arterial, enfermedades autoinmunes, problemas digestivos, depresión o ansiedad y podría dar lugar a adoptar conductas de riesgo para afrontar las tensiones.
Un paso importante para prevenir el desgaste es identificar qué está causando el estrés. Si el problema viene de la presión para obtener el éxito o de horarios sobrecargados, hay maneras sencillas para tratar de restablecer nuestro bienestar mental, emocional y físico.
Estas incluyen la integración de una alimentación sana, el ejercicio, la mejor administración de su tiempo, el centrarse en ayudar a los demás y forjar momentos para conectarse con su fe. Parecen medidas naturales, sin embargo, a menudo no las seguimos, ya sea porque no las consideramos importantes o porque se quedan de lado ni bien estamos muy ocupados.
Cuando enfocamos nuestras energías en muchos proyectos, podemos dejar de lado el tiempo con la familia, el dormir o el tiempo con Dios. Aunque funcione durante algún tiempo, el uso de toda nuestra energía o “combustible” sin practicar el autocuidado va a terminar pasándonos la factura.
Usted no tiene que llegar a su punto de quiebre para crear límites y hábitos para hacerle frente a los desafíos de la vida. Si usted nota un patrón que no es saludable, puede cambiar de rumbo y reponer su energía o pedir ayuda.
Usted puede tratar de priorizar su salud física al comer sano y hacer ejercicio con frecuencia (se recomienda al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada o 75 minutos de actividad aeróbica vigorosa a la semana).
Para priorizar su salud mental, puede tomar descansos reales, repensar como administrar su tiempo, incluir actividades creativas para relajar su mente y hablar con la gente que ama.
Del mismo modo, puede dar prioridad a su espiritualidad y fe estableciendo un tiempo para hablar con Dios a largo del día, puede restaurar su confianza en él y ayudar a disminuir el estrés.
Es fácil dejar que nuestro bienestar quede en segundo o tercer lugar, después del trabajo, amigos, deportes o estudios. Pero el ser consciente e intencional sobre los factores del estrés en nuestras vidas pueden servir de guía para practicar hábitos saludables que conduzcan a una vida más equilibrada.
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