Mayo es tradicionalmente un mes en el que los católicos reflexionamos de manera más atenta sobre María. Las procesiones marianas y los ritos de coronación que ocurren en parroquias y escuelas nos recuerdan nuestra infancia. ¡Me encantan las procesiones!
Recuerdo que cuando era niño en Colombia, mi colegio organizaba procesiones en el mes de mayo en las cuales llevábamos velitas y entonábamos cantos mientras que seguíamos una imagen o una bella estatua de la Virgen María. Nuestros padres y vecinos caminaban con nosotros. Lo interesante es que éste era un colegio público. Definitivamente, otra realidad.
Hay algo profundamente inspirador en el amor que los católicos hispanos y latinoamericanos tenemos hacia María. Muchas almas en el continente nos hemos acercado a la fe y crecido en ella movidos por nuestro amor a María. El lema marianista, “a Jesús por María”, realmente se hace realidad en las culturas hispanas/latinas.
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No hace mucho, la devoción mariana más común entre los católicos estadounidense era la Inmaculada Concepción. Esta devoción nos recuerda que Dios preservó a María de los efectos del pecado original para ser la madre de Jesús. Las imágenes de la Inmaculada Concepción nos presentan a María como una mujer radiando pureza y santidad.
¡Hoy en día la devoción mariana más popular en los Estados Unidos es Nuestra Señora de Guadalupe! Una muestra más de los cambios culturales y demográficos que están redefiniendo la experiencia católica estadounidense. Cada vez son más las devociones marianas latinoamericanas — al igual que de otras partes del mundo — que han sido acogidas en miles de nuestras comunidades de fe.
Las narrativas que dan vida a estas devociones son cautivadoras. Por lo general hacen referencia a imágenes o estatuas que se descubrieron en un momento específico de la historia cuando grupos de personas que luchaban por alguna causa buscaban señales de esperanza en la tradición cristiana.
Relacionarse con María se dio naturalmente. Ella era la mujer valiente que había aceptado la invitación de Dios a ser parte del plan divino, la madre que sabía lo que significaba dar vida y el dolor de perder un hijo.
Estas devociones se convirtieron en un aspecto esencial de la identidad de pueblos enteros en el continente, y lo siguen siendo hoy en día.
Muchas imágenes marianas tanto hispanas como latinoamericanas, nos muestran a María en compañía del niño Jesús. El mensaje es profundamente relacional.
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Por ejemplo, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, una devoción cubana, carga al niño Jesús mientras que éste bendice al mundo. Algo similar ocurre con Nuestra Señora de la Paz, de El Salvador, Nuestra Señora de Chiquinquirá de Colombia, y Nuestra Señora de Coromoto, venerada por los venezolanos.
Pero estas representaciones no se limitan sólo a mostrarnos una madre cargando a su hijo. Nuestra Señora de la Divina Providencia, una devoción puertorriqueña, pone a María con los ojos fijos en su niño que duerme plácidamente en su regazo. El ícono de Nuestra Señora del Rosario, de Guatemala, también nos muestra a un niño durmiendo en los brazos de su madre. No hay duda que cuando contemplamos a un niño durmiendo nos encontramos ante un momento sagrado.
El ícono de Nuestra Señora de la Altagracia, una devoción popular entre los católicos dominicanos, nos presenta a María embelesada mirando al niño que está frente a ella. Nuestra Señora de La Leche y Buen Parto muestra a María dándole pecho a su hijo. Una capilla en su honor se construyó en la primera misión hispana en el territorio estadounidense en San Agustín, Florida.
La imagen milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe nos muestra a una hermosa mujer mestiza que está embarazada. Sus apariciones marcaron el comienzo de una nueva creación. Sí, madre e hijo juntos al despuntarse algo nuevo.
Estos ejemplos nos dan una idea de cómo en el imaginario católico hispano, María y Jesús caminan juntos. Nosotros caminamos con la madre y su hijo. Nos deleitamos en su relación. Aprendemos a ser comunidad con ellos. Mayo es un mes fabuloso para ser católicos.
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Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College. Es miembro del equipo de liderazgo del Quinto Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina.
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