Abril es el National Child Abuse Prevention and Awareness Month (Mes Nacional para la Prevención y Concientización del Abuso de Niños), por lo que esta semana es un buen tiempo para reflexionar sobre este tema difícil pero vital.
Yo llegué a Filadelfia pocos meses después de un fuerte informe de un Gran Jurado en el 2011 acerca del abuso sexual de parte del clero y desde entonces (pero comenzando mucho antes), la Arquidiócesis ha trabajado fuertemente para reformar sus esfuerzos de alcance a sus víctimas, sus normas de seguridad, el manejo de las denuncias de abuso y su cooperación con la ley. Con otras diócesis en Pensilvania ahora bajo investigación del Gran Jurado, los católicos en todo el estado están preparados para más información del pasado que puede ser difícil de digerir.
Como ya he recalcado muchas veces: el abuso sexual es un mal grave y un crimen, y un solo caso que involucre el abuso sexual de un menor, ya es demasiado. Durante casi dos décadas, los líderes de la Iglesia han trabajado diligentemente para reconocer sus pasados fracasos, para erradicar a los abusadores y para proteger a los inocentes. Como hemos aprendido con el tiempo, el abuso sexual de menores es un problema generalizado, crónico, que afecta a nuestras escuelas públicas, instituciones y sociedad en general, pero esto de ninguna manera excusa a los líderes de la Iglesia por su propia incapacidad de entender, o no estar dispuestos a actuar enérgicamente en contra del problema dentro de la Iglesia misma.
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Mientras que no podemos deshacer esta historia dolorosa, lo que nosotros podemos asegurar es que la respuesta de nuestra Arquidiócesis ante el abuso de niños sea integral, permanente y de largo alcance hoy y en el futuro.
En la Arquidiócesis de Filadelfia, tenemos una política de tolerancia cero para el clero, los empleados laicos y los voluntarios que participan en conductas inapropiadas con los niños. Cualquier alegación de abuso es comunicada inmediatamente a las autoridades de la ley y cualquier acusación fundamentada contra un miembro del clero resulta en el retiro inmediato del ministerio.
Todas las personas que trabajan con niños, incluyendo a los voluntarios, se someten a verificaciones de antecedentes y acreditaciones de abuso de niño. Todos los empleados y voluntarios deben completar programas de entrenamiento de Safe Environment and Mandated Reporter (Ambiente Seguro y Denunciante Obligatorio) para que sepan cómo detectar posibles abusos y cómo alertar a las autoridades. También tomamos gran cuidado en proveer a nuestros niños desde el kindergarten hasta el grado 12 con educación en prevención de abuso que fomente su desarrollo social y emocional, acorde a la edad.
Mientras que los números dicen sólo parte de la historia, quiero compartir algunas estadísticas que corroboran nuestros esfuerzos:
- Hay más de 280 coordinadores designados de Ambiente Seguro trabajando en parroquias, escuelas y ministerios de servicio a la juventud de la ADF para garantizar el cumplimiento con las leyes y políticas
- Aproximadamente 110,000 adultos han recibido capacitación para reconocer, responder y reportar el abuso de niño desde el 2003
- Más de 47,000 han recibido la formación de denunciante obligatorio
- Más de 100,000 niños y niñas reciben anualmente educación acerca de prevención de abuso, acorde a la edad.
- La ADF ha invertido más de $ 3.2 millones en educación y capacitación desde el 2006
Resaltando nuestro compromiso de erradicar a cualquier persona que presenta un peligro para los niños, este año nosotros de nuevo aprovechamos la experiencia en la aplicación de la ley y nombramos a John P. Delaney Jr. como nuestro director entrante de investigaciones. Más recientemente, John sirvió como primer asistente del fiscal de distrito en la Oficina del Fiscal de Distrito de Filadelfia. Él asumió sus nuevas funciones con el reciente retiro de Albert J. Toczydlowski, nuestro director inaugural de investigaciones y antiguo fiscal con más de 30 años de experiencia.
Leslie Dávila, quien dirige nuestra Oficina para la Protección de Niños y Jóvenes, también prestó servicios en la fiscalía, donde fue subdirectora de servicios para víctimas y coordinadora de asistencia a víctimas. Cada día ella se asegura de que los sobrevivientes reciban el apoyo que necesitan, desde el asesoramiento con profesionales espirituales o seculares a la superación de las barreras al tratamiento que puede incluir ayuda con transporte o cuidado de niños. También supervisa toda la programación proactiva de educación y concientización de la Arquidiócesis, las políticas de protección de la juventud y el cumplimiento con leyes y políticas, y a los coordinadores de Ambiente Seguro que están al frente de nuestros esfuerzos de protección.
El sufrimiento de las víctimas de abusos pasados es una cicatriz en el testimonio de la Iglesia y que tardará años en sanar. Algunos de los momentos más importantes que he tenido como un obispo han sido reuniones privadas con los sobrevivientes de abuso sexual. Su dolor y su lucha son reales, y admiro su valentía. Al hablar, y a veces rezar juntos, tratamos de encontrar un camino hacia la sanación. Yo espero que nuestro tiempo juntos sinceramente transmita, no solo mi dolor personal por la maldad hecha a ellos, sino también la dedicación incondicional de nuestra familia entera de la Iglesia a la seguridad de todos esos confiados a nuestro cuidado.
Les pido que se unan a mí el 29 de abril para el Domingo Azul, un día nacional de oración por las víctimas de abuso y aquellos que los rescataron. A esta solemne celebración le seguirá el Lunes Azul, el 30 de abril, cuando nuestra comunidad arquidiocesana usará azul en solidaridad para demostrar nuestros sensibles y honestos, sinceros esfuerzos para erradicar y prevenir el abuso sexual en la vida de nuestras escuelas y parroquias.
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