LIMA, Perú (CNS) — Los líderes de la Iglesia Católica en Venezuela, dicen que una transición pacífica de poder del acorralado presidente Nicolás Maduro a un gobierno transicional, probablemente encabezado por el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, es la mayor esperanza para este país agobiado por la crisis.
Pero es imposible decir cuándo ocurrirá, o si ocurrirá, según jesuitas y analistas que se reunieron del 4 al 7 de marzo en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, administrada por jesuitas, en Lima para analizar la situación.
“Como iglesia o como la Sociedad de Jesús, no queremos un desenlace violento que prolongue el sufrimiento de la gente”, dijo el padre jesuita José Virtuoso, presidente de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, Venezuela, a Catholic News Service. “Estamos a favor de un proceso de transición que se haga de la manera más pacífica posible”.
La crisis económica y política de Venezuela que ha aumentado vertiginosamente, ha causado desabastecimiento de alimentos y medicionas y ha interrumpido los servicios públicos como agua, electricidad y transporte. Un corte de energía que está afectando gran parte del país desde el 7 de marzo, ha obligado al cierre de oficinas y escuelas.
Las dificultades han obligado a mucha gente a abandonar el país en busca de trabajo, dijo el padre Virtuoso. Aproximadamente 3 millones de personas han dejado Venezuela desde el 2015, según las agencias de las Naciones Unidas. Muchos han cruzado la frontera a países vecinos, donde a menudo enfrentan discriminación y deben trabajar en puestos mal pagados en la economía informal.
El impacto de la crisis se ha extendido a través de la sociedad venezolana, afectando a escuelas y parroquias así como a la ciudadanía en general — según el padre Rafael Garrido, provincial de los jesuitas en Venezuela.
Ha sido alterado cada aspecto de la vida, dijo. Algo tan simple, como que una familia salga a pasear al parque, puede ser imposible debido a la falta de transporte, mientras “ir al cine implica dejar de comer” para poder pagar la entrada.
La gente más pobre sufre más y las parroquias tratan de ayudar, dándole prioridad a la gente con condiciones médicas que ponen en riesgo su vida y niños desnutridos.
“La iglesia está haciendo un esfuerzo enorme de acompañar a las personas”, pero con la inflación disparándose a un asombroso 2.69 millones por ciento en enero, es difícil para las parroquias pagar los gastos operativos y cubrir las necesidades de ayuda de la gente — dijo el padre Garrido.
Explicó que sin los servicios básicos, como el agua, las escuelas han reducido las horas de clase. Algunos niños en vecindarios de bajos recursos, se han visto forzados a abandonar la escuela.
El padre Virtuoso explicó que las universidades están sufriendo una fuga de cerebros ya que catedráticos e investigadores están optando por trabajos mejor pagados fuera del país.
Los estudiantes universitarios también abandonan sus estudios para emigrar. Aunque ellos mantienen la esperanza de retomarlos, su preocupación inmediata es encontrar trabajo para ayudar a mantener a sus familias –dijo.
Agregó que la crisis venezolana también tiene consecuencias internacionales debido a los intereses políticos y económicos de otros países. Las negociaciones para una transición pacífica probablemente tendrían que incluir a Rusia, China y Cuba (países que apoyan a Maduro por varias razones); también a Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima, un grupo de 14 países de Latinoamérica y el Caribe que respalda al líder de la oposición Guaidó –dijo.
Un cambio de gobierno no resolvería inmediatamente los problemas de Venezuela. Una nueva administración tendría que detener la inflación y poner a funcionar la economía del país, restablecer los servicios públicos y reconstruir los deteriorados sistemas de salud y educación.
“Eso sólo será posible si se crea un clima de sana convivencia, de aceptación, sin violencia”, dijo el padre Virtuoso. “En eso la iglesia está llamada a colaborar de manera directa”.
Calificó la crisis en Venezuela como un proceso — que empezó con la polarización política — que “ha generado muchas heridas, mucho resentimiento, mucho odio”.
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