WASHINGTON (CNS) — Al comienzo de una reunión a mediados de marzo en la Universidad Georgetown, los organizadores pidieron a líderes religiosos, activistas y miembros de comunidades indígenas reunidos en un cuarto que pensaran en una persona que lucha o había luchado para defender el medioambiente y que compartieran ese nombre.
Uno de ellos dijo “Berta Cáceres”, una famosa defensora del medioambiente hondureña que fue asesinada en marzo 2016.
El obispo Guy Charbonneau de Choluteca, Honduras dijo “Juan López”, el nombre de un miembro de la parroquia de San Isidro de Tocoa, “un delegado de la palabra”, un hondureño católico quien había estado encarcelado y había sido amenazado por hablar en contra de la industria minera.
La Iglesia Católica en Honduras, así también como en la Amazonia y en todas partes, apoya a aquellos como López por las situaciones y consecuencias causadas por la explotación de recursos naturales y la destrucción del medioambiente. Estas situaciones incluyen pobreza, desempleo e inseguridad, dijo el obispo Charbonneau a Catholic News Service el 19 de marzo.
El obispo Charbonneau fue uno de aproximadamente 200 líderes de la iglesia, activistas y miembros de pueblos indígenas que estuvieron presentes en la histórica reunión internacional de tres días del 19 al 21 de marzo en la universidad jesuita en Washington. Algunos de los que participaron allí también asistirán al Sínodo de los Obispos sobre la Amazonia en octubre, un encuentro que el papa Francisco ha convocado en el Vaticano para debatir temas del medioambiente, cómo estos afectan a las comunidades indígenas de la región y qué significa su degradación medioambiental para la humanidad.
“Con el Amazonas, América Latina se hunde y, sin (los beneficios) del Amazonas para el planeta, nos hundimos todos nosotros”, dijo el padre jesuita Roberto Jaramillo Bernal, presidente Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe, a CNS el 20 de marzo en cuanto a la importancia de encontrar un camino hacia un futuro que conserve los ricos recursos que quedan de la región sudamericana, hogar de una selva que, con su vegetación, absorbe las emisiones globales de dióxido de carbono.
Luchar por la Amazonia es una cuestión ética, pero no se trata solamente de defender la creación de Dios, así como también de “defender a los más pequeños”, sino que lo que está sucediendo en la Amazonia influye inmigración, pobreza, desnutrición, miseria, la falta de medicina, la falta de democracia, sin mencionar el irreversible daño al planeta que la humanidad llama hogar y que no se puede reemplazar, dijo el padre Jaramillo.
“Todo eso es parte del daño ecológico”, dijo.
Y tarde o temprano, eso afectará no solo a los pueblos indígenas de la Amazonia, porque los recursos naturales no son infinitos, dijo el padre Jaramillo, afectará también “a los países ricos consumidores-obsesivos del norte”.
El modelo consumista de recursos ilimitados “está montado en una mentira, la mentira de la disponibilidad (infinita) de los bienes”, según el padre Jaramillo, y es mejor salir de esa mentira para actuar de una manera más responsable en el futuro. El sacerdote dijo que una forma de hacer eso es cambiar la mentalidad de la gente.
“Hay que cambiar la mente, dice san Pablo en Romanos 12:2”, dice el padre Jaramillo. “Dice que la renovación comienza por la mente, no la renovación del corazón”.
Para el padre Jaramillo, cambiar la mente, particularmente en cuanto a los límites de los recursos naturales, es un imperativo para cambiar el comportamiento de las personas con la meta de reducir cualquier daño ya hecho al planeta. En Sudamérica, la Iglesia Católica, por medio de la Red Eclesial PanAmazónica (conocida como REPAM por sus siglas en español) ha realizado un gran trabajo hacia esa meta, organizando encuentros como el de Georgetown para determinar lo que la iglesia debe hacer, dijo el padre Jaramillo.
“Pero todavía es un bebé”, dijo de la red, la cual jugará un rol prominente en la reunión del Vaticano.
No obstante, el trabajo de la REPAM es un tipo de esperanza en cuanto al asunto de cambiar mentes, dijo.
La importancia que la iglesia le da a esta misión ecológica se pudo percibir por los prominentes nombres de los que estuvieron presentes en el pequeño encuentro en Georgetown: los cardenales Luis Antonio Tagle de Filipinas, Claudio Hummes de Brazil, Charles Bo de Birmania, Pedro Barreto de Perú y John Ribat de Papúa Nueva Guinea estuvieron presentes.
Por lo menos dos representantes del Vaticano participaron: el cardenal Peter Turkson, quien dirige el Dicasterio para Promover el Desarrollo Humano Integral, y Lorenzo Baldiserri, secretario general del Sínodo de los Obispos. También estuvo presente el arzobispo Bernardito Auza, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas.
Obispos, activistas y miembros de pueblos indígenas de todos los continentes, debatieron el mecanismo de destrucción medioambiental; sus efectos socioeconómicos; las conexiones sociales, económicas y espirituales creadas entre las comunidades indígenas y la naturaleza, y qué los demás pueden aprender de ello; el rol de las mujeres en la lucha por el medioambiente; y posibles maneras en que la iglesia y sus miembros pueden ayudar.
También la iglesia en los más altos niveles tiene algunos cambios que hacer. El arzobispo de Luxemburgo Jean-Claude Hollerich dijo durante el encuentro que las instituciones católicas pueden analizar con más detalle los efectos en el medioambiente y no invertir o sacar inversiones de compañías que dañan el medioambiente.
“Les pido a las instituciones católicas que continúen desvinculándose de compañías que se centran en los combustibles fósiles”, dijo.
Costumbres y prácticas deben comenzar desde los niveles más altos de la iglesia y así se puede mostrar liderazgo de esta manera, de cómo comportarse en el mercado global, dijo el arzobispo Hollerich, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea.
Algunos participantes mencionaron éxitos medioambientales que se han logrado con la ayuda de la Iglesia Católica. Uno de ellos es en El Salvador, donde líderes católicos ayudaron a promover apoyo para la aprobación en 2017 de una ley que prohíbe la minería metálica, convirtiendo al pequeño país centroamericano en el primero en el mundo en declarar ilegal esta industria. La iglesia local se opuso a la extracción de metales por el posible daño a los escasos recursos de agua limpia en El Salvador y la Arquidiócesis de San Salvador ahora está luchando contra la privatización de agua, argumentando que la privatización afectará a la gente pobre.
Algunos como el padre Jaramillo también consideran que parte de la solución es aprender de las comunidades indígenas y su relación con el medioambiente, y su “manera más contemplativa, más abierta, más cuidadosa de la creación”, dijo, y aprender antes de que sea demasiado tarde.
“Hay que cambiar el parámetro”, dijo. “No estamos aquí para dominar las criaturas, es para vivir con ellas y crecer juntos”.
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