CIUDAD DE MÉXICO (CNS) — Un obispo nicaragüense dijo que saldrá del país indefinidamente al aumentar la preocupación por su seguridad personal, posiblemente como consecuencia de su crítica al presidente de la nación centroamericana.
El obispo auxiliar Silvio Baéz Ortega de Managua dijo el 10 de abril que viajaría a Roma a petición del papa Francisco una vez que concluyan las celebraciones de Pascua en Nicaragua. El país ha estado experimentando violencia por más de un año. La policía y fuerzas paramilitares leales al presidente Daniel Ortega han reprimido las protestas que piden su deposición y muchos disidentes se han visto forzados a huir del país.
“Doy gracias al papa Francisco quien, habiendo confirmado mi ministerio y mi estilo episcopal, me ha pedido ir a Roma por un tiempo. Llevo en mi corazón de pastor la alegría y las tristezas, los dolores y esperanzas de mi pueblo de Nicaragua. ¡Gracias a todos por su cariño!” dijo el obispo Baéz en un tuit el 10 de abril.
“Les manifiesto con toda sinceridad: en este momento experimento un gran dolor en mi corazón, el dolor de no poder estar físicamente en mi amado pueblo nicaragüense”, declaró el obispo Baéz en conferencia de prensa, según el periódico La Prensa. “No he pedido salir. El Santo Padre me ha llamado.
“No abandono al pueblo de Dios, donde vaya lo llevaré en mi corazón de pastor. No me voy a desatender de Nicaragua”.
En una conferencia de prensa, el obispo Baéz confirmó que en junio de 2018 había sido advertido por el entonces embajador de Estados Unidos en Nicaragua de un plan de asesinarlo a él y otras personas notables opositoras del gobierno de Ortega.
El obispo Baéz ha estado entre los críticos más fuertes de Ortega y se ha visto acosado por su manera directa, especialmente en las redes sociales. La Prensa informó de que se había obligado a algunos funcionarios del estado a firmar peticiones dirigidas al Vaticano pidiendo la retirada del obispo Baéz.
Las protestas estallaron en Nicaragua en abril de 2018, sobre las reformas propuestas en el instituto nacional de seguridad social, que sería financiado con impuestos más altos después de que los críticos alegaran que había sido saqueado por oficiales corruptos. Las protestas luego pidieron la dimisión de Ortega, algo a lo que se negó.
Grupos de derechos humanos aseguran que las muertes en las protestas en Nicaragua alcanzaron los 300 en 2018 y acusaron a la policía y los paramilitares de utilizar fuerzas letales sobre los manifestantes.
La Iglesia Católica de Nicaragua ha atendido a manifestantes heridos y ha prestado apoyo spiritual a quienes se oponen al gobierno. Esto ha situado a la iglesia en la línea de fuego; las parroquias se han visto atacadas y las personas de iglesia, incluso el obispo Baéz, han sido asediadas por fuerzas pro-gubernamentales.
La Conferencia Episcopal Nicaragüense ha intentado promover una salida pacífica al conflicto político promoviendo un diálogo nacional, pero salió del proceso diciendo que las condiciones no permitían una solución pacífica. Otras personas en la oposición acusaron al régimen de Ortega de negociar de mala fe.
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